Washington. En un debate durísimo, nutrido de ataques, y, por momentos, con cruces delirantes, la vicepresidenta Kamala Harris logró timonear el duelo con Donald Trump, lo puso contra las cuerdas y sacó una nítida luz de ventaja que puede resultar crítica cuando faltan ocho semanas para las elecciones presidenciales del 5 de noviembre y las encuestas muestran un virtual empate en la pelea por la Casa Blanca.
Durante un ida y vuelta que se extendió por una hora y media, Harris y Trump cruzaron ideas, críticas y propuestas sobre la economía, el aborto, la inmigración y la frontera, la política exterior de Washington, el rumbo de Estados Unidos, la defensa de la democracia, y las divisiones en un país profundamente polarizado que se encamina a dirimir una de las elecciones más reñidas de la historia moderna por una mínima diferencia.
LEA MÁS: Migración, economía y guerras atizaron debate entre Kamala Harris y Donald Trump
Harris comenzó nerviosa, un tanto dubitativa al responder sobre la economía, su flanco más débil. Pero cuando el debate llegó a la discusión sobre el acceso al aborto, su punto fuerte, la vicepresidenta se soltó y comenzó a dominar la conversación ante un Trump molesto, descolocado, y, por momentos, errático, que además cayó una y otra vez en las trampas que Harris le fue tendiendo para llevar la discusión hacia su terreno. Trump jamás se recuperó del todo de ese tramo, nunca se enfocó en los temas, y derrapó en ataques reiterados contra Harris y el presidente Joe Biden, ya desaparecido de la pelea.
Al final, Harris se fue con sensación de misión cumplida: dominar, diferenciarse, y mostrarse como una candidata presidencial y la abanderada del recambio generacional.
“Tengo la intención de ser una presidenta para todos los estadounidenses y centrarme en lo que podemos hacer en los próximos 10 y 20 años para reconstruir nuestro país invirtiendo ahora mismo en ustedes, el pueblo estadounidense”, dijo Harris casi al final.
Trump ofreció una mirada distópica que incluyó la amenaza de una Tercera Guerra Mundial en el futuro, dijo que Harris había sido la peor vicepresidenta de la historia, y la acusó de permitir que “millones de personas entren a nuestro país, muchos de ellos criminales, y están destruyendo” a Estados Unidos, dijo.
“Pero solo hago una pregunta sencilla: ¿por qué no lo hizo?”, le preguntó. “Somos una nación en decadencia. Somos una nación que está en serio declive. Nos están dejando en todo el mundo. En todo el mundo, nos están dejando. Conozco muy bien a los líderes. Vienen a verme. Me llaman. Se ríen de nosotros en todo el mundo”, señaló Trump.
Punto débil
El debate había comenzado con un ida y vuelta sobre economía en el que Trump le achacó a Harris haber generado un “desastre para la gente” con la inflación. Fue el peor momento de Harris en el duelo, siempre incómoda a la hora de hablar sobre la economía, que además es el punto débil de los demócratas en esta elección por el pico inflacionario que dejó la pandemia, el más alto de las últimas cuatro décadas. Harris acusó a Trump de dejar la economía en jirones, y Trump dijo que Harris, a la que llamó “una marxista”, no tiene un plan y solo “copió el plan de Biden”.
El debate tuvo un punto de quiebre cuando los moderadores pasaron al aborto y, luego, a la inmigración. Harris dijo que Trump prefería hacer política con el problema en vez de resolverlo, y luego tiró el anzuelo.
“Voy a hacer algo realmente inusual, y los voy a invitar a asistir a uno de los mítines de Donald Trump, porque es algo realmente interesante de ver. Verán que durante sus mítines habla de personajes ficticios como Hannibal Lecter. Habla de que los molinos de viento causan cáncer. Y lo que también notarán es que la gente empieza a irse temprano de sus mítines por cansancio y aburrimiento. Y les diré que de lo único que no le oirán hablar es de ustedes. No le oirán hablar de sus necesidades, sus sueños, su bien y sus deseos. Y les diré que creo que los jóvenes merecen un presidente que realmente los ponga a ustedes en primer lugar. Y les prometo que lo haré”, afirmó.
Trump se enredó, empezó a hablar de sus actos de campaña –“Tenemos los rallies más grandes”, insistió– y luego soltó una de las frases más delirantes del duelo cuando, al intentar girar para hablar sobre el impacto de los inmigrantes en el país, afirmó: “En Springfield, se están comiendo a los perros, la gente que vino, se están comiendo a los gatos, se están comiendo a las mascotas de la gente que vive allí”. David Muir, uno de los moderadores, le dijo que no había evidencias de lo que estaba diciendo.
Harris y Trump llegaron a su debate en Filadelfia luego de un verano vertiginoso, que cambió por completo la pelea por la presidencia, virtualmente empatados en las encuestas. Un panorama que le dio una enorme envergadura al choque, y elevó los riesgos y oportunidades para ambas campañas. El debate marcó el tono para el sprint final de ocho semanas hasta las elecciones del 5 de noviembre.
Pese a la paridad en los sondeos, Trump pisó el escenario montado en el National Constitution Center con el sello de favorito. Los republicanos cuentan con una ventaja territorial en el Colegio Electoral que elige al presidente. Trump tiene un respaldo mayor ahora que en 2016 o en 2020. Y la luna de miel que vivió Harris en las últimas semanas, con una inyección de entusiasmo entre los demócratas, parece haberse disipado sin haber dejado una ventaja nítida para el oficialismo.
Con todo, la elección aparece muy ajustada, una pelea voto a voto en apenas siete estados del país: Nevada, Arizona, Carolina del Norte y Georgia, en el “Cinturón del Sol”; y Wisconsin, Michigan y Pensilvania, en el “Cinturón del Óxido”. El camino para alcanzar los 270 votos y llegar a la presidencia parece tener una escala obligatoria: Pensilvania, sede del choque.