Washington. En un país profundamente polarizado políticamente, Kamala Harris y Donald Trump entran en la recta final de unas elecciones presidenciales desconcertantes y extremadamente reñidas.
Las gradas para la ceremonia de investidura ya están listas frente a la Casa Blanca, pero es imposible predecir cuál de los dos, si la vicepresidenta demócrata o el expresidente republicano, será el próximo inquilino.
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Es bien sabido que las encuestas no son infalibles, pero esta vez no dan ni siquiera una pista. Ambos candidatos llevan semanas en empate técnico y la diferencia siempre ha sido mínima, a pesar de los sobresaltos de la campaña.
Ni los dos intentos de asesinato contra Trump ni la entrada en la campaña de Harris en julio, casi en el último momento tras la retirada del presidente Joe Biden, movieron el marcador entre la candidatura demócrata y la republicana.
En los siete días que quedan, Trump y Harris se centrarán en los siete estados clave donde lucharán por algunos miles de votantes indecisos que posiblemente decidan el resultado.
El panorama luce “muy reñido”
“En este momento parece que está muy reñido”, declaró John Mark Hansen, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Chicago.
De estas elecciones saldrá el primer presidente de Estados Unidos con una condena penal a sus espaldas o la primera mujer en ocupar el cargo.
Seguramente habrá que esperar varios días después del 5 de noviembre para contar las papeletas y abrir un período de transición. La incertidumbre es máxima por temor a disturbios si Trump pierde e impugna los resultados, como hizo en los comicios de 2020, cuando fue derrotado por Joe Biden, pero nunca lo reconoció.
El resultado dependerá de quién logre movilizar a los votantes indecisos y a sus bases para que acudan a las urnas.
Harris, de padre jamaicano y madre india, corteja a los republicanos recelosos de la retórica cada vez más dura de Trump contra los migrantes y sus opositores internos, y a las mujeres favorables al derecho al aborto.
También busca atraer a hombres negros y latinos, a quienes las encuestas muestran cada vez más favorables a Trump.
La demócrata se ha presentado como una “guerrera alegre” que pasará página a la indignación de Trump, a quien considera “cada vez más desquiciado”. Cuenta con el apoyo de buena parte del mundo del espectáculo, como Taylor Swift, Bruce Springsteen, Eminem y Beyoncé.
En su tercera campaña consecutiva para la Casa Blanca, el republicano endurece su discurso, que resuena en un electorado mayoritariamente blanco de mayor edad.
Retórica antimigrante es protagonista
Para Trump, la migración es “el problema número uno” del país, “incluso por delante de la economía”.
En sus mítines, da rienda suelta a un discurso xenófobo, acusando a los migrantes de “envenenar la sangre del país” o de “comerse” a las mascotas.
Califica a su rival como “marxista”, “comunista”, “fascista” y llegó incluso a llamarla “vicepresidenta de mierda”. Él mismo reconoce que su discurso es “sombrío”.
Estados Unidos es “un cubo de basura para que el resto del mundo arroje a las personas que no quiere”, afirma, refiriéndose a los migrantes en situación irregular que promete deportar si se convierte en el presidente de mayor edad en prestar juramento.
Trump, condenado penalmente a finales de mayo, rara vez se ciñe al tema central del mitin. Cuenta anécdotas, divaga y exagera, pero su mensaje económico resuena con parte de los votantes que no se han beneficiado de los últimos buenos datos económicos del país.
“Si tengo que elegir, probablemente me iré con Trump”, afirmó Drew Roby, un estudiante de 21 años de Arizona, que es negro. “Honestamente, era mejor cuando él era presidente”, añadió.
Para asegurarse la victoria, Trump recorre los siete estados clave más disputados: Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Carolina del Norte, Pensilvania y Wisconsin.
En Pensilvania, un estado clave por sus 19 votos electorales de los 270 necesarios para ganar las elecciones, cuenta con la ayuda del hombre más rico del mundo, Elon Musk, que hace campaña por él.
El senador demócrata Raphael Warnock resumió lo que está en juego en estos comicios: “Ya sabemos quién es Trump. No se trata de eso en estas elecciones. Se trata de quiénes somos”.