“Jorge será un Papa que cambiará nuestra Iglesia”, así resumió María Elena Bergoglio, en 2013, lo que sentía al ver a su hermano convertirse en el primer pontífice latinoamericano de la historia.
Fue una frase profética, expresada horas después de la elección de Jorge Mario Bergoglio como el papa Francisco.
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La entrevista se realizó en marzo de 2013, poco después de aquel cónclave que cambió la historia del Vaticano.
En ese entonces, María Elena vivía en Ituzaingó, al oeste del Gran Buenos Aires, en una casa de ladrillo y techo de tejas. Separada y madre de dos hijos, llevaba una vida tranquila hasta que, el 13 de marzo, todo se transformó con el anuncio desde Roma.
Contó que apenas escuchó el nombre de su hermano, el teléfono empezó a sonar sin pausa. No pudo dormir y, cuando intentó descansar por la tarde, alguien ya golpeaba a la puerta. Supo de inmediato que su vida no volvería a ser igual.
Los vecinos la conocían como “Mariela” y la rutina familiar giraba en torno a sus hijos, Jorge y José. Aunque no era cercana a los medios, aceptó hablar en ese momento, marcada por una mezcla de orgullo, sorpresa y emoción.
Describió a Jorge como un hermano afectuoso y siempre presente, a pesar de la diferencia de doce años entre ambos. Indicó que mantenían contacto semanal por teléfono o cartas.
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Cuando coincidían en Buenos Aires, organizaban almuerzos familiares donde él mismo cocinaba risottos de hongos o calamares rellenos, recetas heredadas de su abuela italiana.
Destacó su claridad al comunicar ideas, su carácter firme y su integridad. Aseguró que la oración fue siempre una constante en la vida de su hermano y que contaría con ese apoyo para enfrentar su nueva misión.
A pesar de todo, confesó que en su momento no deseaba que fuera elegido Papa. Consideraba que esa labor implicaba decisiones difíciles y una profunda soledad. Temía que estar lejos de su ciudad natal fuera doloroso para él y para toda la familia.
En la entrevista también reconoció que, si pudiera haberlo abrazado ese día, no le habría dicho nada. Solo lo habría sostenido en silencio, compartiendo lágrimas, sabiendo que ambos estaban viviendo algo único.
Actualmente, María Elena Bergoglio se encuentra enferma y permanece bajo el cuidado de religiosas. Es la última sobreviviente de los cinco hermanos Bergoglio.
Su vínculo con el papa Francisco siempre fue estrecho, incluso después de que él partiera a Roma. A más de una década de aquella jornada histórica, su frase de 2013 sigue resonando.
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