París. Reconocible por su barba naranja, el somalí Abdul Qadir Mumin es señalado como el hombre fuerte del grupo yihadista Estado Islámico (EI), aunque no ostente el título oficial de califa, según analistas.
El EI sostiene que Abou Hafs al Hachimi al Qourachi es el Comandante de los Fieles y líder de la organización, pero su identidad es desconocida, y algunos expertos cuestionan incluso su existencia. En contraste, Mumin, al parecer responsable del Directorio General de Provincias del EI en Somalia, atrae atención por su influencia.
“Es la persona más importante, el más poderoso, el que controla la red mundial del Estado Islámico”, afirmó Tore Hamming, del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización.
Dentro de la estructura del EI, cuyos líderes han sido eliminados sucesivamente por Estados Unidos, Mumin es uno de los pocos altos mandos que han logrado sobrevivir, lo que refuerza su posición dentro del grupo, añadió Hamming.
Aunque se creyó que había muerto en un ataque estadounidense hace unos meses, no existen pruebas concluyentes, y se le considera vivo y activo.
Un territorio estratégico y un modelo financiero eficaz
Nacido en la región semiautónoma de Puntland, en el noreste de Somalia, Mumin vivió en Suecia y luego en Inglaterra, donde obtuvo la ciudadanía británica. En Londres y Leicester, se destacó a inicios de los años 2000 como un predicador ferviente en mezquitas radicales.
Al regresar a Somalia, quemó su pasaporte británico y se convirtió en un propagandista del grupo Al Shabaab, vinculado a Al Qaida. En 2015, anunció su adhesión al Estado Islámico.
“Controla un territorio pequeño, pero tiene una fuerte capacidad de atracción. Moviliza voluntarios y dinero”, comentó un funcionario europeo de inteligencia bajo anonimato.
Somalia desempeña un papel clave en las finanzas del EI, ya que se envía dinero desde esta región a Congo, Mozambique, Sudáfrica, Yemen y Afganistán, según Hamming. Sin embargo, las transacciones son tan opacas que resulta imposible determinar los montos exactos.
Mumin también respalda financieramente a las Fuerzas Democráticas Aliadas (FDA), afiliadas al EI en la República Democrática del Congo, con una fuerza de entre 1.000 y 1.500 hombres, afirmó un funcionario europeo.
El debate sobre el liderazgo del EI
Algunos observadores señalan a Mumin como un posible califa del EI, aunque tal designación supondría un cambio ideológico profundo para un grupo cuya identidad está vinculada a Levante, el territorio del califato entre 2014 y 2019 en Irak y Siria.
El califa, según la tradición, debe ser un árabe de una tribu vinculada al profeta. “El líder supremo de un grupo tan preocupado por su sustento ideológico no puede ser un somalí cualquiera con una barba naranja”, explicó Hans-Jakob Schindler, del Proyecto de Contra Extremismo.
Pese a no cumplir con los criterios tradicionales de liderazgo, la ubicación de Mumin en el Cuerno de África le otorga ventajas estratégicas, como mayor libertad de movimiento y distancia de la inestabilidad en Levante, según el CTC Sentinel, una publicación de la academia militar West Point.
El ascenso de Mumin refleja las dinámicas internas del EI: el califa ya no parece ser la figura más relevante, y la organización está adoptando una estrategia gradual de expansión hacia África, sin abandonar su mando centrado en Oriente Medio.