Río de Janeiro. La cumbre del G20 que se abrirá este lunes en Río de Janeiro será una prueba de fuego para el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien busca consolidarse como un actor global de peso, a pesar de una diplomacia con luces y sombras.
Dos años después de anunciar al mundo que “Brasil volvió” tras el aislamiento bajo el gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, Lula ejercerá de anfitrión en esta gran cita, que precede a eventos como la COP30 del clima y la cumbre de los BRICS, programadas para 2025.
El mandatario izquierdista, de 79 años, instará a los líderes de las mayores economías mundiales a comprometerse con una alianza contra el hambre e impulsar un impuesto a los superricos, dos proyectos clave de la presidencia brasileña del G20 que, de momento, tiene respaldos en negociaciones previas.
También pedirá mayor acción frente al cambio climático, destacando los avances logrados en Brasil, mientras se celebra la COP29 sobre el clima en Bakú, Azerbaiyán.
Lo positivo: el clima
El ámbito ambiental “fue la agenda en la que más avanzó” el gobierno de Lula, sostiene Roberto Goulart Menezes, coordinador del Núcleo de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Brasilia.
Lula busca posicionarse como líder mundial en la lucha medioambiental y puede destacar que la Amazonía brasileña registró en doce meses la menor deforestación en nueve años, pese a incendios y una sequía récord vinculada al calentamiento global.
Brasil también incrementó su meta de reducción de emisiones de dióxido de carbono y propuso mecanismos financieros para preservar los bosques del planeta.
El posible retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el clima tras el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca abre la puerta para que el gigante sudamericano refuerce su liderazgo en este ámbito.
Puentes
Lula intenta restablecer su imagen como un diplomático hiperactivo, centrado en el Sur global, una característica que llevó a Barack Obama a llamarlo “el político más popular del planeta” durante sus primeros mandatos (2003-2010).
Desde que asumió en enero de 2023, el mandatario se dedicó a “reconstruir puentes”, tras los problemas heredados del gobierno anterior en materia de política exterior, afirmó el canciller Mauro Vieira.
“Brasil volvió a su papel tradicional, de socio confiable de la comunidad internacional y constructor de consensos (...) con todos los actores y bloques relevantes del mundo”, destacó.
Lula “representa los intereses de los mercados emergentes, pero también busca tender puentes”, señaló una fuente del gobierno alemán antes del G20.
“Errores” en medio de Rusia y Ucrania
“Es difícil negar que ‘Brasil volvió’”, asegura Michael Shifter, del centro de análisis Diálogo Interamericano. Sin embargo, “Lula ha cometido errores”, añadió.
El presidente brasileño fue muy criticado al declarar que Rusia y Ucrania compartían responsabilidad en la guerra, lo que lo obligó a condenar públicamente la invasión rusa para hacer control de daños.
En contraste con la mayoría de los países occidentales, fuertes aliados de Kiev, Brasil impulsó junto a China una propuesta de paz que hasta ahora no ha tenido resultados, mientras mantiene contactos frecuentes con el presidente ruso, Vladimir Putin.
Según el exdiplomático y docente Paulo de Almeida, el “antiamericanismo” de Lula explica en parte su postura en ese conflicto, así como frente a Israel.
Lula califica reiteradamente de “genocidio” la campaña militar israelí en Gaza, lo que llevó a un intercambio de tensiones que incluyó el retiro mutuo de representantes.
“Oportunidad perdida” con Venezuela
Venezuela es otro frente complejo para Lula, quien no reconoce la reelección de Nicolás Maduro ni apoya las denuncias de fraude de la oposición en las elecciones de julio.
El mandatario intentó una mediación que no prosperó, lo que lo distanció de la mayoría de los países de la región y de Occidente, además de tensar las relaciones con Caracas.
Para Shifter, el presidente “se ha mostrado reacio a liderar un esfuerzo diplomático serio para contrarrestar el evidente fraude y la creciente represión de Maduro”.
Venezuela es “una oportunidad perdida para Lula”, considera el analista, aunque recientemente endureció su postura y vetó la entrada de Caracas a los BRICS.
Sobre estos temas delicados, el canciller Vieira afirmó que “ni Brasil ni el presidente Lula prometieron milagros ni resolver problemas tan complejos de manera voluntaria o mágica”.