Washington. Quién iba a imaginarse hace unos años que Donald Trump podría elegir a Marco Rubio como jefe de la diplomacia, pero los antiguos rivales enterraron el hacha de guerra y ahora el senador de origen cubano se perfila como su rostro ante el mundo.
Varios medios de comunicación dan al senador por Florida de 53 años como el futuro secretario de Estado aunque el magnate republicano no lo notificó aún. The New York Times, que cita a tres fuentes, precisa que el presidente electo “todavía podría cambiar de opinión en el último momento”.
Si se confirma, Rubio haría historia convirtiéndose en el primer latino en el cargo, un gran éxito para el político que sueña desde hace años con la Casa Blanca.
Nacido en Miami, este hijo de inmigrantes cubanos conoce al dedillo los entresijos de la política, en la que lleva 25 años.
Es partidario de ejercer máxima presión sobre China, gran potencia rival de Estados Unidos.
Como senador abogó por ayudar a Taiwán, tomar medidas para restringir las operaciones comerciales chinas en Estados Unidos y castigar a Pekín por la forma en la que trata a Hong Kong y a la minoría uigur.
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También apoya vehementemente a Israel, tiene a Irán en la diana y es partidario de acabar con la guerra en Ucrania.
En una entrevista con EWTN, una red de medios de comunicación católicos, Rubio dijo que Ucrania fue valiente en la lucha pero alcanzó un “punto muerto” contra los invasores rusos y Estados Unidos debería mostrar “pragmatismo” en lugar de enviar miles de millones de dólares más en armas.
“No me gusta lo que hizo (el presidente ruso) Vladimir Putin, y sí estamos interesados en lo que sucede allí”, dijo. “Pero creo que el futuro del siglo XXI va a estar en gran medida definido por lo que suceda en el Indo-Pacífico”, añadió.
En América Latina el político, que habla español con fluidez, critica duramente al gobierno castrista de Cuba, al mandatario venezolano Nicolás Maduro y al nicaragüense Daniel Ortega.
Rubio pasó de ser competencia de Trump a estar en su radar
Rubio encarna el sueño americano. Hijo de un camarero y una cajera subió rápidamente los peldaños de la política y a los 34 años era presidente de la Cámara de Representantes de Florida.
Es muy conocido entre los hispanos, un electorado que movilizó para las elecciones presidenciales de la semana pasada.
Estuvo durante meses entre los favoritos en las quinielas de posibles compañeros de fórmula de Trump a pesar de que años atrás, en 2016, fueron rivales en las primarias republicanas.
Por aquel entonces la relación entre ambos era execrable y los calificativos despectivos estaban a la orden del día.
Dijo de Trump que tenía las “manos pequeñas” y le llamó “estafador”. El magnate también se burlaba de él, con el apodo de “pequeño Marco”.
Pero en política la memoria es corta y pasaron de enemigos a aliados.
La relación fue mejorando durante el mandato presidencial de Trump, con quien trabajó sobre temas de América Latina.
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Rubio es considerado un político conservador
A partir de entonces este católico casado con su novia de toda la vida, Jeanette Dousdebes, una exanimadora de origen colombiano de los Miami Dolphins de la NFL, con quien tiene cuatro hijas, defendió al magnate contra viento y marea.
Aunque enfureció a la derecha radical apoyando las reformas migratorias aprobadas en 2013, en general es un político bastante conservador que tacha a los demócratas del presidente Joe Biden de “extrema izquierda”.
Sobre migración endureció su postura: considera que se volvió “masiva” y es partidario de poner límites.
En una entrevista de 2012 con Time, Rubio recordó cómo su madre le dejó un mensaje de voz instándolo a no “meterse” con los migrantes en situación irregular porque son “personas como nosotros”.