París. AFP. Es francés pero se siente extranjero como sus padres -árabes o africanos-; apenas terminó los estudios primarios, tiene entre 18 y 30 años y es desocupado o vive de pequeños empleos ocasionales.
Ese retrato permite comprender quién es el protagonista de los disturbios, incendios de vehículos y enfrentamientos con la policía que conmocionaron los barrios periféricos de París en los últimos ocho días.
Jóvenes como ese, que podría llamarse Mohamed o Mamadú, representan casi la mitad de los 7 a 8 millones de personas que residen en la corona de ciudades-dormitorio que crecieron como hongos en torno de París en 40 años.
Hasta hace unas décadas, esa corona formaba el "cinturón rojo" industrial que constituía la fuerza del electorado comunista.
Pero el equilibrio étnico de esas "banlieues" (suburbios) se modificó poco a poco con la corriente migratoria que llegó a Francia procedente de África y los países árabes del norte de África, seducidos por la prosperidad que comenzó en los años 60.
En esas cuatro décadas, esos jóvenes nacieron, se educaron y crecieron en esas despiadadas torres de cemento cubiertas de graffitis , donde no hay ninguna actividad recreativa para evitar el peligro del ocio. En esas ciudades, en general "no hay ni estación, ni piscina, ni cine, ni nada interesante", explican.
Por falta de educación y sin control familiar, Mohamed o Mamadú fueron rápidamente víctimas de la "fractura" provocada por la llegada de las nuevas tecnologías y, casi sin darse cuenta, empezaron a quedar fuera del mercado de trabajo. Esa situación les redujo además el acceso a beneficios sociales.
En muchos casos, algunos de esos jóvenes desempleados cayeron en la espiral de pequeños tráficos y períodos de cárcel. Otros encontraron consuelo a su aislamiento en la práctica del islam.
Prácticamente excluidos de la sociedad, algunos pasaron a integrar un grupo supuestamente antisocial que el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, definió con la desafortunada expresión de "racaille" (chusma o escoria).
Poco antes dijo que está dispuesto a limpiar esas ciudades con un chorro de agua a presión.
La violencia parece ser el resultado de la cólera y la frustración contenida de estos habitantes de los suburbios.
Como nacieron en Francia, tienen legalmente la nacionalidad de este país. Pero la experiencia les ha demostrado que sirve de poco cuando se trata, por ejemplo, de conseguir un trabajo, y si hay que competir con otro candidato cuyo nombre puede ser Francois o Christophe.
La pregunta que se hacen es "¿para qué ir a la escuela y seguir estudios si de todas maneras no tendrán trabajo?". Sus casos no difieren mucho de la situación que vivieron sus padres.