El pueblo de Gracko, al sur de Pristina, se encontraba ayer bajo estricta vigilancia de la Fuerza multinacional de paz en Kósovo (KFOR) tras la matanza el viernes en la noche de 14 serbios asesinados a tiros.
La escena es familiar en la provincia de Kósovo, que recién salió de una terrible guerra étnica: un hombre muerto al volante de su tractor, otros 13 arreados y ultimados a balazos, y mujeres que lloran alrededor.
No obstante, esta vez las víctimas son serbios. Soldados ingleses hallaron los cadáveres la noche del viernes en un trigal, tras escucharse ráfagas de metralla que perpetúan el ciclo de exterminio que ha atormentado a esta provincia desde hace más de un año.
Residentes de Gracko responsabilizaron de la atrocidad a guerrilleros de etnia albanesa del Ejército de Liberación de Kósovo (ELK), que sin embargo niega su vinculación con el hecho.
Para los observadores resulta evidente que aunque las fuerzas serbias han salido de la provincia e ingresó una fuerza multinacional de paz encabezada por la OTAN, la tranquilidad dista mucho de estar asegurada.
Vehículos de la alianza militar occidental bloquearon el camino de tierra que lleva al campo recién segado en que se hallaron a los cadáveres. Una granada de mano, de origen desconocido, se halló cerca del lugar.
Los soldados de KFOR procedieron a buscar minas posiblemente sembradas allí, con el fin de permitir el acceso de peritos forenses.
De acuerdo con las autoridades, los perpetradores de la matanza deben haber llegado a pie porque ningún vecino escuchó el paso de vehículo alguno por la calle principal del pueblo, informó el mayor Ian Seraph, vocero de las tropas inglesas.
Gracko es una aldea serbia próspera de unas 80 familias, residentes en casas blancas de techos tejados, en medio de trigales, maizales y campos sembrados de girasol. Diez de las familias llegaron aquí huyendo de otra aldea, que ahora es íntegramente de etnia albanesa. Pristina está a apenas 20 minutos en auto hacia el norte.
Al día siguiente de la masacre, imperaba el terror y la rabia.
"Tenemos esperanzas de hallar alguna manera de sobrevivir todo esto", manifestó una residente Slavisa Milosavljevic, quien culpó al ELK del crimen.
Funcionarios internacionales condenaron la matanza, que ocurre justo cuando las fuerzas de paz intentan evitar ataques contra serbios por habitantes de etnia albanesa que desean vengarse por la represión que sufrieron.