Naucalpan de Juárez. Cuando el presidente Donald Trump cerró las puertas de Estados Unidos a los solicitantes de asilo, la cubana Arianne Domínguez sintió un “tiro en el corazón”. Sin motivación para regresar, muchos migrantes como ella buscan ahora refugio en México.
Desde Tapachula, en la frontera sur, hasta Tijuana, en el límite norte, pasando por Ciudad de México, cientos de extranjeros intentan iniciar una nueva vida tras el portazo de Trump.
Domínguez, de 24 años, vio esfumarse su ilusión y la de su familia en Cuba cuando el magnate republicano, al tomar posesión el 20 de enero, eliminó la aplicación móvil CBP One, que permitía a los migrantes programar citas de asilo de forma remota.
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“Me quedé en shock, pensé luego en mi familia, que estaba en Cuba y deseaba que yo pudiera llegar a Estados Unidos”, comentó la joven a esta agencia frente a una oficina de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar) en Naucalpan, suburbio capitalino.
“Después tocó pensar en el plan B porque había mucho estrés y desesperación”, añadió sobre sus intenciones de obtener estatus de refugiada en México y validar sus estudios de turismo.
Retornar no le parece una opción, pues Cuba atraviesa su peor crisis económica en 30 años, marcada por escasez de bienes básicos, inflación rampante y apagones.
Salir del limbo
Las oficinas de la Comar en Naucalpan están llenas de migrantes, especialmente venezolanos y cubanos, que intentaban pedir asilo en Estados Unidos para escapar de la pobreza, la violencia y persecuciones políticas. El trámite de refugio en México requiere varios días de espera.
Juan Carmona, mecánico venezolano de 50 años, también optó por quedarse con su esposa, quien es abogada.
“Estábamos en la nada. Finalmente nos decidimos por México. Nos había gustado bastante y por ahora queremos hacer esto de la mejor manera, totalmente legal, no quedar indocumentados”, señaló este hombre que migró por razones políticas.
La crisis venezolana, que provocó el éxodo de siete millones de personas desde 2014, alcanzó un nuevo pico con la reelección de Nicolás Maduro, denunciada como fraudulenta por la oposición y desconocida por varios países.
México se convirtió en una alternativa frente al “sueño americano”. En 2024, el país otorgó refugio a unos 26.855 extranjeros, según cifras oficiales.
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La presidenta Claudia Sheinbaum dejó abierta la posibilidad esta semana de activar un programa especial de refugio si fuera necesario. Mientras tanto, se comprometió a dar protección humanitaria a los extranjeros deportados por Estados Unidos y repatriarlos —si así lo solicitan— en coordinación con sus respectivos gobiernos.
Durante el trámite de refugio, algunos pasaron días a la intemperie o en tiendas de campaña; otros se apuntan en listas de espera que organizan los propios migrantes.
En los edificios aledaños, algunos letreros ofrecen trabajo: “¿Sabes manejar? Tenemos un lugar para ti como chofer”. Frente a las filas, un venezolano vende tequeños (arrollados de queso), mientras que los vecinos ofrecen alimentos y baños a quienes esperan su turno para regularizarse.
No más riesgos
En la sede de Comar en Tapachula, Chiapas (sur), también hay largas colas de migrantes que buscan refugio bajo la vigilancia de militares que resguardan el lugar.
Muchos tenían citas confirmadas en CBP One, como el cubano José Ricardo Moreno, quien debía presentarse en un puerto fronterizo estadounidense el 2 de febrero.
“Estamos aquí todavía a ver si podemos trabajar (...) o hacer vida, la situación no está buena”, comentó Moreno, de 60 años, quien viaja con su esposa y una hija de 22.
“México nos ha acogido, nos ha abierto la puerta y tenemos la posibilidad de trabajo”, dijo su compatriota Janqui Martín, médico de 43 años, quien dejó en la isla a su esposa y una hija de 12 años. Martín aseguró estar cansado de emigrar.
Para aquellos que se quedaron varados en la frontera con Estados Unidos, intentar cruzar sin papeles no es una opción debido a la ofensiva antiinmigrante de Trump, quien ordenó reforzar la zona con 1.500 militares.
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Durante su primera semana de gobierno, el mandatario estadounidense deportó a miles de migrantes a Guatemala, México, Colombia y Brasil, aunque en el caso mexicano, las cifras se mantienen dentro del promedio normal.
“No correría ese riesgo. He tomado muchos riesgos, he pasado muchas cosas. Creo que pasar ilegalmente no es recomendable”, expresó Shakira Chaparro, venezolana de 29 años.
“La mejor opción es quedarse acá, buscar el modo de obtener un permiso de estancia temporal o regresar a nuestro país”, añadió la joven a las afueras de un albergue en Tijuana, muy cerca del país hacia donde apuntaban sus sueños.