“Tenemos la inversión per cápita más baja de Centroamérica: 16 dólares por persona al año”, que no cubren la demanda de salud de 5,4 millones de nicaragüenses, la mayoría de los cuales vive en la pobreza, dijo el dirigente del sindicato de la salud, el diputado Gustavo Porras.
El bajo presupuesto que el Estado destina al sector se traduce en bajos salarios, déficit de personal médico, medicamentos, equipos antiquísimos e infraestructuras deterioradas, algunas a punto de derrumbarse.
Uno de ellos es el hospital materno-infantil Fernando Vélez Paíz, uno de los pocos edificios de tres pisos que sobrevivió en Managua al terremoto de 1972.
Hace dos años, “un temblor muy fuerte agrietó parte del segundo y tercer pisos, que tuvieron que ser desalojados, lo que obligó a reducir la atención de 204 a 156 camas”, dijo el director Julio Flores.
En la puerta del edificio, una enorme manta informa a los pacientes que están en el servicio de “Emergencias”, donde madres con niños enfermos esperan en un corredor con poca luz.
Los equipos de laboratorio trabajan de manera artesanal; los rayos X son los mismos de 1972; los colchones y ropa de cama han sido donados por los moteles.
La situación es similar en las 137 clínicas y hospitales públicos del país. En el Roberto Calderón de Managua y de León la precariedad es tal que los insectos corretean por las camas de los enfermos.