San José (Redacción). El vicepresidente venezolano, Nicolás Maduro, 50 años, designado por Hugo Chávez como su heredero político, es un exconductor de autobús y sindicalista que afronta el reto de llenar el vacío del popular y carismático líder fallecido este martes a los 58 años.
Este político de físico portentoso y poblado bigote negro, nacido el 23 de noviembre de 1962 en Caracas, y que suele vestirse con guayaberas, fue nombrado sucesor de Chávez por el propio mandatario.
El presidente pidió en diciembre a los venezolanos , antes de ir a Cuba para ser operado del cáncer por cuarta vez, que si él quedaba “inhabilitado” eligieran a Maduro, porque es “un revolucionario a carta cabal” y “un hombre con mucha experiencia a pesar de su juventud”.
Nicolas Maduro Moros era considerado del ala moderada del círculo más próximo al presidente, a diferencia de otros estrechos colaboradores como el líder del Legislativo, el ex militar Diosdado Cabello, otro nombre que sonaba con fuerza para sucederlo.
Fue nombrado vicepresidente tras la última reelección de Chávez en octubre, después de seis años al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores.
“Miren dónde va Nicolás, el autobusero Nicolás. Era chófer de autobús en el metro, y cómo se han burlado de él”, dijo Chávez al nombrarlo número dos del gobierno.
Con la última recaída de Chávez, Maduro, que también fue dirigente sindical del Metro de Caracas, se vio obligado a ocupar su lugar, pese a asegurar que nunca tuvo deseos de ser presidente.
“Pienso en Chávez como presidente”, “jamás he tenido ambiciones personales ni personalistas”, sostuvo.
En los meses casi tres meses en los que se encargó del gobierno en ausencia de Chávez empleó un tono cada vez más alto y amenazador frente a la oposición, similar al que solía usar el mandatario.
“Maduro quiso parecerse a él (Chávez), una estrategia de llenar vacío y de atemorizar a adversarios en momentos en que su líder fundamental no estaba, pero también para marcar terreno" para unas elecciones, explica a Luis Vicente León.
Al líder opositor Henrique Capriles Radonski –su más posible contrincante en los próximos comicios–, por ejemplo, lo calificó de “sifrinito (rico) perdedor” y le advirtió de que “por donde muestre la cara, palo va a llevar del pueblo”.
También abrió investigaciones, con amenazas de cárcel incluidas, contra altos dirigentes de la oposición por supuesta corrupción y denunció planes de la “ultraderecha” para atentar contra su vida y la de Cabello.
Sin embargo, los analistas destacan de su etapa como canciller su tono conciliador y su gran capacidad de influir y negociar entre las distintas facciones de la coalición oficialista.
Tiene “la naturaleza de canciller, dispuesta al diálogo”, opinó el analista político Ricardo Sucre.
En ese cargo, Maduro adoptó al pie de la letra el discurso "antiimperialista" del presidente, hostil a Estados Unidos, así como la defensa de los regímenes de Siria o del fallecido líder libio Muamar Gadafi.
Continuó con los últimos procesos de integración regional impulsados por Chávez, como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac), y la integración de Venezuela al Mercosur, así como las negociaciones con los nuevos socios político-económicos de Venezuela, como China y Rusia.
Al inicio de la crisis de salud del presidente, en 2011, a Maduro le tocó anunciar que Chávez había sido operado de un absceso pélvico, y luego lo visitó frecuentemente en La Habana y en Caracas, durante sus tratamientos médicos, sobre los que solía informar a los venezolanos.
Antes de ser canciller, había sido presidente de la Asamblea Nacional (2005-2006), aunque su actividad parlamentaria arrancó como diputado en 1999, elegido por el Movimiento Quinta República (MVR) de Chávez.
Sus destinos se habían cruzado anteriormente en el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200), también fundado por Chávez, y con el que el presidente lideró un fallido golpe de Estado en 1992 contra el entonces jefe de Estado, Carlos Andrés Pérez.