Caracas. Han marchado por millares casi todos los días de las últimas tres semanas con consignas como “somos estudiantes, no somos políticos”. Pero miles de jóvenes, al dejar las aulas y calentar el asfalto dieron un nuevo curso a la política venezolana.
“La libertad, la democracia que teníamos grabada en los huesos se nos despertó. Se ha despertado un gigante”, Yon Goicoechea, líder de los estudiantes en la Universidad Católica Andrés Bello, regentada por la orden de los jesuitas en Caracas.
Empiezan a llamarlos “la generación del 28”, porque emergieron ese día de mayo, horas después que el gobierno de Hugo Chávez dejó sin señal a la emisora de televisión Radio Caracas (RCTV) al no renovarle el permiso de uso de onda.
Como tal generación se conoce a los universitarios que en 1928 se levantaron contra la dictadura de Juan Vicente Gómez (1909-1935) y que a partir de 1945 dirigieron al país por medio siglo.
“El cierre de RCTV tuvo un impacto emocional, fue como la gota que derramó un vaso que se iba llenando con cada medida autoritaria. Esa decisión contra la televisora, extremada y evidentemente autoritaria y autocrática, fue el detonador para entender que estamos yendo a una dictadura”, dijo Goicoechea, estudiante de leyes de 22 años.
Jesús Quintana, de 20 años, de la estatal Universidad Simón Bolívar, se estrenó en sortear los gases lacrimógenos: “Antes nunca había manifestado. Salimos porque Chávez atacó la libertad de expresión”. “Ni yo ni mis amigos veíamos RCTV, pero si le quitan la señal le quitan la posibilidad de que se expresen otros puntos de vista”, señaló Quintana.
Stalin González, presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Central, la principal del país, dijo: “tenemos nuestra propia agenda. No queremos tumbar al gobierno, sino que se respeten los derechos civiles, empezando por el de libertad de expresión y el de manifestación”.
Los jóvenes que se han volcado a las calles de Caracas y de otras 10 ciudades descolocan a las autoridades con su forma de protestar.
La mayoría de las manifestaciones han sido pacíficas, con participantes que se pintan las manos de blanco para llevarlas abiertas y en alto, y con alumnas que entregan claveles a los policías.
Los estudiantes han logrado lo que no pudo la oposición partidaria en cinco años: llegar a las zonas del centro-oeste de Caracas, donde solo se permitían marchas oficialistas, y, además, ser recibidos por el Tribunal Supremo de Justicia y la Asamblea Nacional (parlamento unicameral).
El parlamento organizó, sin consultar a los manifestantes, un debate entre 10 estudiantes críticos y otros tantos seguidores de Chávez, y cuando se presentaron los jóvenes ordenó una cadena nacional de radio y televisión.
Pero los jóvenes críticos solo usaron un turno de palabra, dieron un mensaje abogando por los derechos civiles y se retiraron del parlamento, negándose, en otra de sus tácticas de sorpresa, a participar en un debate porque no se les había consultado al organizarlo.
Al sopesar la agitación estudiantil, el sociólogo Tulio Hernández observó: “esto no es mayo del 68 en Francia, pero nace una nueva generación política, con estos jóvenes que eran apenas adolescentes durante la crisis del 2002 y niños cuando Chávez llegó a la presidencia”, en 1999.
Chávez ha sostenido que “digan lo que digan (los estudiantes) no son sino peones del impero. Muchos no se dan cuenta de lo que hacen. ¡Pobrecitos!.. de tan jóvenes ya trabajan para la carroña, para la oligarquía”.
Diga lo que diga Chávez, están decididos: “Vamos a compactar más el movimiento, tejer más lazos entre Caracas y el interior, y vamos a ir a los barrios pero no como turistas, sino a meternos en la realidad venezolana”, aseguró Goicoechea.