La Haya
La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), Nobel de la Paz 2013, es una organización que brilla tradicionalmente por su discreción, pero cuya perseverancia permitió desmantelar en menos de dos décadas el 81% de los agentes químicos del mundo.
Su notoriedad reciente se debe a la difícil misión que le encomendó el Consejo de Seguridad de la ONU, de proceder a la destrucción del arsenal químico del régimen sirio en medio de una guerra civil.
Esa resolución permitió evitar una intervención militar internacional en ese país, en represalia por un ataque químico contra una zona rebelde cerca de Damasco, en agosto pasado, que la oposición y los países occidentales atribuyen al régimen.
Pero la OPAQ realiza generalmente su trabajo lejos de los focos de actualidad. Su labor "fue objeto de varios años de paciencia diplomática", aseguró su portavoz, Michael Luhan.
"Nuestra persistencia, sin alardes, es un trabajo lento de destrucción de los arsenales químicos, que esperamos sea más apreciado con el tiempo", añadió este vocero, subrayando que la entidad había destruido ya 57.000 toneladas de armas químicas, la mayoría pertenecientes a Estados Unidos y Rusia.
La OPAQ, con sede en La Haya, supervisa la aplicación de la Convención de Armas Químicas (CAQ), firmada el 13 de enero de 1993 en París, que entró en vigor el 29 de abril de 1997.
Cuenta con 189 países miembros, que representan el 98% de la población mundial. Cuatro países -Corea del Norte, Angola, Egipto, Sudán del Sur- no han firmado ni ratificado la Convención. Israel y Birmania la firmaron en 1993 pero no la han ratificado.
En Siria, la Convención entrará en vigor oficialmente el próximo lunes.
Entre 1997 y 2013, llevó a cabo 5.167 inspecciones en 86 países y procedió a la destrucción del 81% de los agentes químicos del mundo, así como de un 57% de las municiones y contenedores químicos mencionados en la CAQ.
La CAQ fue el primer acuerdo de desarme negociado en un marco multilateral que prevé la erradicación de una categoría de armas de destrucción masiva.
Apoyándose en el Protocolo de Ginebra de 1925, prohíbe la búsqueda, fabricación, almacenamiento y el empleo de armas químicas.
La OPAQ también proporciona asistencia y protección a cualquier Estado objeto de amenazas o ataques con armas químicas.
Los inspectores de la OPAQ trabajan con productos peligrosos: el simple contacto de la piel con gas sarín bloquea la transmisión de los impulsos nerviosos y conlleva a la muerte por paro cardiorrespiratorio.