París. Después de la conmoción de la muerte de Alexéi Navalni, que marcaba el ritmo para muchos de los opositores rusos exiliados, sus discípulos intentan reorganizarse para continuar la lucha contra el poder del presidente ruso Vladimir Putin.
“Vamos a llorar en nuestras habitaciones y baños, pero públicamente vamos a seguir nuestra lucha contra el régimen, con todos los medios a nuestra disposición”, afirmó Yevgueni Nasirov, coordinador del movimiento de Navalni en Alemania.
"El objetivo de Putin es que perdamos nuestra motivación y nos dispersemos", agregó el militante, quien salió de Rusia poco antes de la invasión a Ucrania, el 24 de febrero de 2022.
El opositor Vladimir Kara Murza, un amigo de Navalni que cumple una pena de 25 años, también lanzó un llamado de lucha y esperanza.
“Todavía no puedo darme cuenta de lo que pasó, ni racional ni emocionalmente. Pero si nos dejamos llevar por el pesimismo y la desesperación, eso es exactamente lo que quieren, no tenemos derecho a hacerlo, se lo debemos a nuestros camaradas caídos”, dijo Kara Murza durante una vista judicial por videoconferencia.
La oposición exiliada continúa proponiendo movilizaciones que permitan visualizar la protesta contra Putin a pesar de que las autoridades reprimen ferozmente cualquier forma de crítica. Para las elecciones presidenciales del 17 de marzo, la oposición llama a quienes votan contra Putin a ir a las urnas al mediodía
"Incluso a los que no votan, aunque no sean rusos, queremos crear multitudes", indicó Nasirov.
Más allá de estas acciones, la cohesión de esta oposición plantea interrogantes. Hasta ahora solo la organización de Navalni formó una corriente estructurada sin ser un grupo político.
Respaldado por una fundación de lucha contra la corrupción en Rusia, el grupo reúne a un conjunto de personalidades dispares, cuyo único punto en común es estar contra la invasión de Ucrania y el régimen de Putin.
‘Yulia cambió todo’
Una de sus figuras, Marat Guelman, un renombrado coleccionista ruso y crítico del Kremlin, describe una montaña rusa emocional desde la muerte del encarcelado opositor.
“Yo inicialmente creía que debía parar de pensar en Rusia, concentrarme en el trabajo, reflexionar cómo organizar una vida nueva”, comentó.
Luego volvió la esperanza, gracias principalmente al sorprendente anuncio de Yulia Navalnaya, tres días después de la muerte de su marido Navalni, de que está dispuesta a tomar su antorcha.
"Yulia cambió todo", afirmó Guelman, ahora galerista en Berlín, quien cree que Navalnaya será capaz de unir a más gente que su esposo.
Considera que ella es la mujer adecuada para el trabajo. “El machismo de Putin funciona bien contra hombres, pero contra una mujer no funciona, el rostro de la Rusia antiguerra debe ser el de una mujer”. sostuvo.
“Yulia puede contar con mi apoyo, yo espero que esta tragedia marcará un cambio para que coordinemos juntos nuestras actividades de oposición”, declaró el exdiputado Dimitri Gudkov, quien viaja por Europa para contactar a las autoridades del continente.
‘Energía y humor’
Gudkov espera que los rusos sigan masivamente la iniciativa "Mediodía Contra Putin".
“No podemos influir en los resultados de las elecciones, pero sí podemos mostrar a multitudes que acuden a las urnas a mediodía, eso puede socavar la legitimidad de Putin”, afirma el opositor, que recuerda que asistió al matrimonio de Navalni y participó en manifestaciones junta a la pareja en Rusia.
Sin embargo, no se espera que los lugartenientes opositores participen en una reunión programada para el sábado y domingo en Vilna, Lituania, con otros opositores al gobierno ruso.
Sean o no aliados de Navalni, todos intentan aprovechar la energía y el humor que desplegaba en cualquier circunstancia este opositor de Putin.
Serguéi Guriev, exasesor económico del gobierno ruso ahora exiliado en Francia, dice que habló con Navalni antes de que fuera trasladado de una prisión de la región de Moscú a la remota colonia penal del Ártico donde murió.
Recuerda sobre todo "su convicción de que Rusia debe ser y será un país democrático y pacífico".
El activista Nasirov recuerda un encuentro en 2017 durante la apertura de una oficina del movimiento de Navalni en Cheliábinsk, en Siberia oriental.
“Vino con un solo guarda y yo le pregunté si no temía por su seguridad. Me respondió bromeando “vas a defenderme, ¿verdad?”.