La Habana
El exdiplomático estadounidense Wayne Smith se apresta a clausurar, en los próximos meses, un capítulo personal y político de poco más de 54 años que inició el amargo 3 de enero de 1961, cuando debió ayudar en el cierre de la embajada de su país en La Habana. Hoy, a sus 83 años, dice querer estar en la reapertura.
Smith es un testigo privilegiado de medio siglo de la turbulenta historia entre Estados Unidos y Cuba, ya que además de ayudar a cerrar la sede diplomática en 1961, en 1979 fue nombrado jefe de la Sección de Intereses, un cargo que, en situaciones normales, equivaldría al de embajador en Cuba.
"Hemos seguido esta política, año tras año ¡Dios bendito!, que no aisló a Cuba, sino que nos aisló a nosotros", dijo Smith ante su escritorio atiborrado de papeles en Washington durante una entrevista con AFP.
"Cada año, la ONU condena el embargo, ¡es ridículo! Ha sido un alivio que (el presidente Barack) Obama comenzó a cambiar esa política", añadió, enfatizando la frase con amplios gestos.
Poderío insuficiente. Para Smith, un hombre de casi dos metros, exsoldado de la Guerra de Corea y dueño de una señorial barba blanca, la política de Estados Unidos hacia Cuba duró mucho tiempo por la "increíble creencia" de que el poderío estadounidense era capaz de lograrlo todo.
"La idea de que, manteniendo el embargo y un ambiente hostil, podríamos derribar el gobierno de (Fidel) Castro era absurda", expresó Smith. "Fue un delirio de parte de Estados Unidos y de los líderes estadounidenses. Pasé a sentirme avergonzado de que (nuestros) líderes pudieran estar tan equivocados", enfatizó.
Después de que Washington cerrara la embajada en La Habana, Smith relató que ambos países tuvieron oportunidades claras de recomponer las relaciones, pero todas las posibilidades terminaron arruinadas.
"No quiero entrar en grandes detalles, pero pienso que pudimos haber reabierto un diálogo, una relación con Cuba si (John) Kennedy no hubiese sido asesinado (en noviembre de 1963), tan rápido como por esa época. Pero con el asesinato de Kennedy, eso pasó", dijo Smith.
En 1977, Estados Unidos y Cuba establecieron secciones de interés y entonces Smith retornó a la capital cubana. Dos años más tarde, en 1979, fue nombrado jefe de esa misión diplomática, un "embajador" sin título.
"Jimmy Carter era el presidente. Él me indicó que quería un diálogo con Cuba y por eso acepté ser el jefe de la Sección de Interés. Pero Zbig Brzezinski (consejero de Seguridad Nacional de Carter) no quería saber de eso, y boicoteó todos los esfuerzos en ese sentido", lamentó.
"Luego Ronald Reagan fue electo presidente y se tornó evidente que no habría más un diálogo con Cuba, entonces, en 1982, abandoné el servicio diplomático", recordó.
En la visión de Smith, el levantamiento del embargo estadounidense a Cuba "podrá tomar un par de años, quizá más, pero es algo que podemos hacer", aunque requerirá "maniobras astutas" por parte de la Casa Blanca, advirtió.
Además, se indigna visiblemente cuando habla de la base de Guantánamo. "Era una base naval que se tornó una prisión donde, en el gobierno de George Bush, torturamos prisioneros. ¡Dios mío, eso es una mancha en nuestro honor! Tendríamos que buscar una forma de devolver esa base a Cuba", comentó.
Día inolvidable. El 3 de enero de 1961, día en que el personal diplomático estadounidense cerró la embajada y abandonó el país, sigue grabado en su memoria forma clara, aún medio siglo más tarde.
"El personal fue colocado en un ferri y navegamos hacia Florida. En el horizonte podíamos ver nuestra embajada, junto al mar, y vi que las luces del edificio parpadeaban. Pensé que tal vez eran los empleados locales despidiéndose de nosotros. ¡Y sí eran!", recordó el diplomático en su entrevista con AFP.
Cuando retornó a Cuba en 1977 y reencontró a los viejos funcionarios locales, uno de ellos se lo confirmó. "Uno me dijo: '¿entonces lo vieron desde el mar?'. Fue un momento muy emocionante", expresó.
Siendo un diplomático, "cerrar la embajada fue una enorme decepción. Porque queríamos tener relaciones con el otro gobierno, y significa que fracasamos. Tal vez podamos decir que fracasamos los dos. Fue una enorme decepción", manifestó.
En su apretado escritorio en el Center for Internacional Policy (CIP), en la capital estadounidense, Smith está siempre acompañado de fotos de sus nietos, un retrato en blanco y negro de su luna de miel en La Habana en 1958 (con su esposa, sentados en la Bodeguita del Medio) y una foto con Fidel Castro, tomada cuando renunció al servicio diplomático en 1982.
Al ser consultado si se proponía estar presente en la ceremonia de reapertura de la embajada estadounidense en La Habana, a fines de julio, a Smith se le enciende la mirada y reacciona casi como un niño: "Claro que sí, para mí será muy especial. Pero para viajar, a los 83 años, tengo que planearlo todo muy bien", apuntó.