Belém. Los países amazónicos se reunieron este miércoles en Brasil con representantes de otras regiones, invitados a una cumbre para debatir la preservación de los bosques del planeta en vista de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP28).
El presidente anfitrión, Luiz Inácio Lula da Silva, y los representantes de los otros siete miembros de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), recibieron en la ciudad de Belém (norte de Brasil) a los presidentes del Congo y de la República Democrática del Congo (RDC).
Al igual que Indonesia, que también envió un representante, los países africanos albergan bosques tropicales en sus territorios.
En la primera jornada de la cumbre, el martes, los países amazónicos anunciaron una alianza contra la deforestación, pero no lograron consensuar metas comunes, lo que decepcionó a ONGs y observadores.
El objetivo del miércoles es lograr posiciones comunes de cara a la COP28 de la ONU sobre el cambio climático, que se celebrará a fin de año en Dubái, Emiratos Árabes Unidos.
“Los países con extensas selvas tropicales necesitamos tener el peso y la voz que nos corresponden en los espacios multilaterales”, dijo el canciller brasileño, Mauro Vieira, en la apertura del segundo día de la cumbre.
Brasil también invitó a los presidentes de países como Noruega y Alemania, principales donantes del Fondo Amazonía de Brasil (creado para financiar proyectos ambientales) y Francia, aunque estos enviaron representantes ministeriales o de las embajadas.
También estuvo presente el presidente de la COP28, Sultan Ahmed Al-Jaber.
La COP30, en 2025, se celebrará precisamente en la ciudad de Belém.
Sin metas comunes contra la deforestación
Lula recibió el martes a los mandatarios de Colombia, Gustavo Petro; de Bolivia, Luis Arce; de Perú, Dina Boluarte; así como al primer ministro de Guyana, Mark Phillips, y a la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez.
Ecuador y Surinam fueron representados por sus cancilleres.
Los ocho miembros acordaron en una declaración “establecer la Alianza Amazónica de Combate a la Deforestación”, además de reforzar su cooperación contra el crimen organizado en la región y el fomento del desarrollo sostenible.
El objetivo es “evitar que la Amazonía alcance el punto de no retorno”, a partir del cual, según los científicos, comenzará a emitir más carbono del que absorbe, agravando el cambio climático.
La alianza regional trabajará para la consecución de las “metas nacionales” de deforestación de cada país, como la de Brasil, que planea erradicarla para 2030, según el organismo.
“Nunca fue tan urgente retomar y ampliar nuestra cooperación”, dijo Lula, cuyo país alberga el 60% de la Amazonía.
No obstante, expertos en medio ambiente lamentaron que la “Declaración de Belém” trajera pocas medidas concretas.
“No hay metas ni plazos para erradicar la deforestación, ni mención al fin de la explotación petrolera en la región. Sin esas medidas, los países amazónicos no lograrán cambiar la actual relación predatoria con la selva”, afirmó Leandro Ramos, director de Programas de la ONG Greenpeace Brasil.
Consensos y divergencias
Entre los objetivos acordados por los presidentes figura el de “garantizar los derechos de los pueblos indígenas”, incluyendo la “posesión plena y efectiva” de sus territorios, considerados una importante barrera contra la deforestación, debido al uso sostenible que hacen de los recursos.
También acordaron la creación de un panel científico, inspirado en el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, y un Centro de Cooperación Policial Internacional en la ciudad amazónica de Manaos.
El presidente colombiano, Gustavo Petro, abogó por la erradicación de los combustibles fósiles en la Amazonía.
“¿No es un total contrasentido? (...). ¿Una selva que extrae petróleo? ¿Es posible mantener una línea política de ese nivel, apostar por la muerte y destruir la vida?”, dijo en su discurso.
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El debate llega en un momento en que Brasil tiene en la mira una nueva y polémica frontera exploratoria de la estatal Petrobras frente al delta del río Amazonas y defendida por Lula.
Entre 1985 y 2021, la selva suramericana perdió el 17% de su cobertura vegetal, debido a actividades como la ganadería, pero también a la explotación maderera y la minería ilegal, según datos del proyecto de investigación MapBiomas Amazônia.