El papa Francisco cumple este miércoles su primer año de pontificado alcanzando niveles de popularidad inusuales, los que obtuvo por su personalidad carismática y el impulso a una apertura de la Iglesia.
Puede que no disfrute su estatus de superestrella, pero sin duda sabe cómo seducir a la multitud y se ha hecho querer por el público al cuidar de los pobres y cambiar radicalmente el enfoque de la Iglesia hacia la misericordia en lugar de la moralización.
El Papa se caracteriza por ser austero y mantener el contacto cercano con la gente.
"Ahora la gente dice feliz, 'bueno, en realidad yo soy católico', y a veces están bastante dispuestos a dejarse conocer como católicos", dijo el cardenal británico Vincent Nichols.
"Y pienso que ese es el efecto del papa Francisco. Hay credibilidad en torno al proyecto católico", agregó
Su insistencia por colocar a los pobres en el centro de su mensaje y su capacidad de comunicación lo han convertido en el líder positivo más influyente de la actualidad, señalan los analistas.
El 13 de marzo del año pasado, en la plaza de San Pedro estalló en un grito de alegría cuando se anunció la elección del Papa número 266 de la Iglesia católica apostólica romana y el primero latinoamericano.
Los cardenales de la Capilla Sixtina necesitaron cinco votaciones para elegir al argentino Jorge Mario Bergoglio como el líder de la Iglesia católica.
Tan sólo cinco minutos fue el tiempo que necesitó para seducir al mundo cuando desde el balcón de la plaza de San Pedro poco después de ser elegido y pidió a la muchedumbre que rezara por él.
El sucesor de Benedicto XVI, cuya renuncia sorprendió al mundo entero, está considerado como una persona sencilla y que apuesta luchar contra corrupción y la pobreza.
Desafíos. Jorge Mario Bergoglio, jesuita, enfrenta muchos temas candentes sobre la mesa, entre ellos la cuestión de si las personas divorciadas o las que se han vuelto a casar serán autorizadas a comulgar.
Pero también tendrá que hacer frente al descontento de algunos cardenales italianos que han perdido influencia desde su llegada, o a los que no ven con buenos ojos la reforma del banco vaticano.
Otra cuestión delicada es la del matrimonio de los sacerdotes, algunos de los cuales tienen compañeras e incluso hijos.
Pero el papa Bergoglio tiene una baza importante: es un jesuita. Es decir, alguien capaz de adaptar el dogma a la realidad y, en este sentido, parecer menos doctrinal que su predecesor, Benedicto XVI, cuyas medidas contra la pederastia y el blanqueo de dinero fueron consideradas insuficientes.
Según el francés Paul Valadier, un sacerdote y filósofo jesuita, "la verdad que se impone a la fuerza es vana y mortífera (...) y por eso hay que seguir avanzando en un camino de vida, no de coacción, de severidad o de renuncia sistemática".
Un año después, de Manila a México, pasando por Abiyán, Bogotá o París, nadie ha olvidado la "divina sorpresa" que fue la aparición del argentino, cuyas primeras palabras fueron un simple "Buenas noches".
María Angélica Largo, una colombiana de 50 años, se felicita de la llegada a la cabeza de la Iglesia católica de "un personaje como más humano, más sencillo", que marca un cambio positivo para la Iglesia con un papado "más común y corriente" que el de sus predecesores.
Lo mismo piensa Roger Kouassi, un profesor en Abiyán, en Costa de Marfil, que cree que lo más importante es que "Francisco esté cerca de la gente". En Manila, la capital de Filipinas, Nora Taabic, de 58 años, decidió volver a la iglesia tras años alejada de la religión "emocionada por los mensajes de amor para los pobres" del nuevo Papa.
Según Odon Vallet, un historiador francés especialista de las religiones, "nunca habíamos visto un Papa tan popular en tan sólo unos minutos". "Esta popularidad es inmensa en Europa, y va más allá de la Iglesia católica, aunque en Francia hay una minoría de tradicionalistas que no están entusiasmados", explica.