El papa Juan Pablo II pidió perdón por los horrores de la Inquisición, con siete siglos de atraso, al presentar ayer un voluminoso estudio sobre esos años negros, en los que la tortura fue legalizada por la Iglesia.
Juan Pablo II repitió en una carta la frase de un documento del 2000 en el que pidió por primera vez perdón “por los errores cometidos en el servicio de la verdad usando métodos que no tienen nada que ver con el Evangelio”.
Durante la Inquisición hubo torturas, juicios sumarísimos, conversiones forzadas y quema de personas en hogueras.
La Inquisición tuvo su auge en el siglo XVI para contrarrestar la Reforma.
En una conferencia para presentar el estudio se presentó un gráfico que mostró que Alemania fue el país donde se mataron más hombres y mujeres acusados de brujería, que previamente habían sido sentenciados por tribunales civiles durante el inicio del siglo XV.
Murieron unas 25.000 personas de una población de 16 millones de aquel entonces. Pero el récord en cuestión de proporciones se registró en Lichtenstein, donde 300 personas, un diez por ciento de la pequeña población de 3.000 habitantes, murieron por condenas de brujería.
En la carta, Juan Pablo II profundizó un poco más la cuestión al decir que el pedido de perdón era por “los hechos producidos en la Inquisición, así como también por las heridas a la memoria colectiva que le siguió.
Menos víctimas
El papa Gregorio IX creó la Inquisición en 1233 para luchar contra la herejía, pero los funcionarios de la Iglesia pronto recurrieron a las autoridades civiles para demandar, detener, torturar y matar a los considerados herejes.
El profesor Agostino Borromeo, editor del libro, dijo que en realidad murió menos gente durante la Inquisición de lo que comúnmente se cree.
Borromeo dijo que solo murieron el 1,8 por ciento de los casos investigados por la Inquisición española. Se quemaban maniquíes para representar a aquellos juzgados en ausencia y que eran condenados a muerte.
Aquellos herejes y brujos que se arrepentían en el último momento eran primero ahorcados y después quemaban sus cuerpos. “Se consideraba una forma de morir menos agonizante”, dijo.
Una de las víctimas más famosas de la Inquisición fue Galileo, condenado por sostener que la Tierra giraba alrededor del Sol. Fue rehabilitado bajo el papado de Juan Pablo II en 1992.
Se le preguntó al cardenal Georges Cottier por qué el Vaticano no había condenado a los papas que aprobaron la Inquisición.
“Cuando pedimos perdón no condenamos. Dentro de 50 años nos pueden acusar por cosas que no vimos” en esta época, dijo Cottier.