París. Envenenado, encarcelado, condenado y muerto en prisión. Alexéi Navalni pagó con su vida su lucha contra el presidente ruso Vladimir Putin, denunciando sin tregua la represión y la corrupción de su régimen, así como el asalto que lanzó contra Ucrania.
Navalni, entre rejas desde enero del 2021, fue condenado de nuevo el pasado agosto, esta vez a 19 años por “extremismo”, que debía cumplir en uno de los establecimientos más duros del sistema penitenciario ruso.
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A finales del 2023, fue trasladado a una remota colonia penitenciaria del Ártico ruso, donde anunciaron su muerte este viernes.
Este hombre alto y rubio de penetrantes ojos azules, de 47 años, apareció delgado y envejecido durante las retransmisiones a distancia de las últimas audiencias en las que estaba implicado, la única manera de verlo.
Navalni quedó físicamente marcado por el envenenamiento que sufrió en el 2020, una huelga de hambre y las repetidas estancias en aislamiento.
Putin día tras día
No obstante, la cárcel no debilitó su determinación.
Durante las audiencias y en mensajes difundidos a través de sus abogados, Navalni no cesó de denunciar a Vladimir Putin, a quien describió como un "abuelo escondido en un búnker".
Durante su juicio por “extremismo” de agosto del 2023 condenó “la guerra más estúpida y sin sentido del siglo XXI”, en referencia al asalto ruso a Ucrania.
En sus mensajes en línea bromeaba sobre la intimidación a la que lo sometía la administración penitenciaria. Entre otras cosas, le obligaban a escuchar el mismo discurso de Vladimir Putin día tras día, “¡Como si pronunciara pocos!”.
Alexéi Navalni también intentaba mostrar su apoyo a sus compañeros de infortunio, encarcelados a consecuencia de la represión, y denunciaba una justicia rusa "fascista".
Desde el extranjero, sus equipos siguen difundiendo investigaciones sobre el enriquecimiento de las élites políticas, algunas de las cuales se benefician directamente del conflicto en Ucrania.
“Tinieblas”
El opositor siempre trataba de mostrarse optimista. “Sé que las tinieblas desaparecerán, que ganaremos, que Rusia se convertirá en un país pacífico, luminoso y feliz”, escribió en junio del 2023.
A lo largo de 12 años, el abogado Navalni, que durante un tiempo fue muy próximo al nacionalismo, se consolidó como el detractor número uno de Putin y de su “partido de ladrones y estafadores”, como solía describirlo.
Primero se dio a conocer ayudando a organizar grandes manifestaciones de oposición, en el 2011 y el 2012, que finalmente fueron reprimidas.
En el 2013, quedó de segundo en las elecciones municipales de Moscú, un logro que impulsó su visibilidad.
Navalni, acosado por las autoridades e ignorado por los medios de comunicación oficiales, construyó en los años 2010 una notoriedad en Internet y en las redes, gracias a la difusión de investigaciones en vídeo virales que denunciaban la corrupción del poder ruso.
Por el contrario, Vladimir Putin se negaba incluso a pronunciar su nombre.
Navalni consiguió afianzar una base entre la juventud rusa, urbana y conectada, pero su popularidad a escala nacional y entre generaciones permaneció muy limitada.
“No me callaré”
Algunos detractores del poder ruso seguían recriminándole su cercanía con la extrema derecha y su ambigüedad sobre la anexión rusa de la península de Crimea, en el 2014.
Pero cuando fue envenenado en agosto del 2020 en Siberia, en plena campaña para las elecciones regionales, recibió el apoyo sin fisuras de todos los opositores, las oenegés y los países occidentales.
A punto de morir, fue trasladado a Alemania para recibir tratamiento, con el acuerdo del Kremlin.
Una vez curado y sin signos de estar amedrentado, Alexéi Navalni protagonizó un gran regreso en diciembre del 2020 al tender una trampa a un agente ruso que admitió, por teléfono, que los servicios secretos estaban detrás de su envenenamiento.
Acto seguido y negándose al exilio, el opositor regresó el 17 de enero del 2021 a Rusia sabiendo que sería detenido, lo que ocurrió nada más llegar al aeropuerto, ante las cámaras de todo el mundo.
Dos días después, Vladimir Putin fue acusado en una nueva investigación en video de haberse construido un lujoso palacio en el mar Negro.
Las repercusiones fueron tales que el presidente ruso tuvo que desmentir personalmente las acusaciones.
Sin embargo, ni esos éxitos y ni el envenenamiento movilizaron a las multitudes en Rusia, donde las manifestaciones se reprimieron rápidamente.
Las autoridades parecían decididas a hacerle la vida imposible al opositor que dijo estar decidido a no rendirse jamás.
“No me callaré y espero que todos aquellos que me escuchan no se callen”, declaró ante un tribunal en setiembre del 2022, tras pasar 12 días en aislamiento por denunciar la ofensiva rusa contra Ucrania.