Brasilia. Este domingo, unos 156 millones de personas están convocados a votar en los 26 estados y el distrito federal de Brasil. Las opciones son el actual mandatario de ultraderecha, Jair Bolsonaro, y el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva.
Bolsonaro busca la reelección después de cuatro años de un gobierno marcado especialmente por la crisis sanitaria y económica que desencadenó la pandemia y que mató a 688.000 personas en Brasil, tensas relaciones con las instituciones y críticas internacionales por su política medioambiental.
Lula, a los 77 años recién cumplidos, aspira a regresar al poder después de gobernar en la primera economía de América Latina entre 2003 y 2010. Tras sus dos mandatos, Lula estuvo preso en el marco de la megacausa anticorrupción “Lava Jato”, pero resucitó políticamente tras la anulación de sus condenas por irregularidades procesales.
El duelo final entre los dos candidatos se da en medio de la expectativa de un resultado apretado que puede aumentar la crispación y polarización del país, tras una tensa campaña cargada de agravios y desinformación.
No solo el carisma o la estrategia de ambos candidatos definirán cuál resulta electo como el próximo presidente de Brasil: este domingo, en el duelo final también incidirán otras variables.
El rechazo
El factor más influyente, en opinión de analistas consultados por la AFP, será el del rechazo. Brasil se partió en dos: antibolsonarismo y antipetismo, en alusión al Partido de los Trabajadores (PT), que comanda Lula, favorito en los sondeos.
El 50% rechaza al mandatario y el 46% al expresidente, según el más reciente estudio de opinión de DataFolha. Hace cuatro años, Bolsonaro venció en las urnas agitando el desprecio y el miedo a la izquierda socialista del PT, que gobernó de 2003 a 2016 con Lula (2003-2010) y Dilma Rousseff (2011-2016).
Ahora él suscita emociones similares entre un sector del electorado que rechaza su gestión y pensamiento ultraconservador.
"El sistema político brasileño convive con dos fuerzas de negación: el antipetismo y el antibolsonarismo, que van a decidir la elección", sostiene Mayra Goulart, experta en política comparada de la Universidad de Rio de Janeiro.
El primero se enraizó en las élites y luego se popularizó transformándose en un sentimiento antiizquierda con connotaciones económicas y morales. El antibolsonarismo es consecuencia especialmente del manejo de la pandemia. Casi 690.000 personas murieron en medio del desdén del presidente hacia las víctimas y a quienes pedían vacunas.
“En 2018 no teníamos antibolsonarismo, mas sí un antipetismo y una elección contra todo y contra todos (...) Bolsonaro encarnó ese personaje antisistema. Ganó la elección”, comentó el sociólogo y politólogo Paulo Baía.
Pero en esta contienda la ola menos resistida “ganará la elección”, agregó.
Abstencionismo
En la primera vuelta alrededor de 32 millones de brasileños se abstuvieron de votar, el 21% de los electores habilitados. El número quintuplica la ventaja de seis millones que obtuvo Lula sobre Bolsonaro en las votaciones del 2 de octubre (48,4% contra 43,2%).
“La abstención será fundamental”, aseguró Oliver Stuenkel, profesor de la Fundación Getulio Vargas. Quien movilice más apoyos entre los abstencionistas podría inclinar la balanza, aunque esto no depende exclusivamente de las campañas.
Muchos electores, sobre todo los más pobres, dejaron de sufragar porque no contaban con medios de transporte para ir desde sus apartados hogares hasta los puestos de votación. Y aunque el voto es obligatorio, la multa por no sufragar es de 3,5 reales (0,5 centavos de dólar), menos de lo que vale un pasaje de ida y vuelta.
“Cuanto mayor sea la abstención va a ser peor para Lula, porque los que se abstuvieron (...) en su mayoría son del PT”, puntualuzó Stuenkel.
¿Economía o moral?
La mayor economía de América Latina comenzó a recuperarse de la crisis pandémica. Entre junio y septiembre el desempleo retrocedió al 8,7%, y para este año se espera un crecimiento del PIB del 2,8%.
Sin embargo, 9,5 millones de personas todavía no tienen trabajo y el grueso de la población, de 215 millones, lidia con los precios altos que golpean simultáneamente a muchos países. En los últimos 12 meses la inflación alcanzó el 7,17%, con tendencia a la baja.
Entretanto, 33,1 millones pasan hambre, según la Red Brasileña de Investigación de Soberanía y Seguridad Alimentaria.
“La economía, con inflación (...) desempleo acelerado por la pandemia, contribuyó al desánimo de muchas familias (...) y tenemos una legión de niños y jóvenes excluidos del proceso social por falta de educación durante la pandemia”, señaló Paulo Baía.
Lula enfocó su campaña en la generación de empleo, la lucha contra el hambre y el aumento de los salarios, y en las últimas semanas Bolsonaro ha reivindicado su política económica de reactivación.
Sin embargo, a juicio de otros expertos, el "asunto clave" para un sector que apoya a Bolsonaro no será la economía, "sino cuestiones vinculadas al conservadurismo social (...) como la familia, el cristianismo, la tradición", que creen que estarían en juego si venciera Lula, explica el profesor Stuenkel.
“Si el PT gana, eso demostraría que la mayor preocupación de la población ha sido la economía; si Bolsonaro gana, será una señal de que (...) el conservadurismo social es el asunto que es visto por la población como el más importante”, añade.