La construcción de un estadio en Zambia con 50.000 asientos. La edificación de un rascacielos en Egipto tan alto como el Empire State Building de Nueva York. Créditos aprobados a Ecuador por $1.000 millones dirigidos a pagar compromisos de deuda y el aguinaldo de funcionarios públicos. El triunfo en un proceso de licitación para crear una línea ferroviaria en Nigeria de 1.402 kilómetros.
China ya no solo invierte y comercia. En la última década, el gigante asiático ha diversificado su manera de hacer negocios al ofrecer millonarios créditos con bajas tasas de interés y construir potente infraestructura en cinco continentes; incluso, sus empresas compiten en el extranjero para ganar licitaciones de obras.
La receta de Pekín es el poderío económico, geopolítico y militar combinado con el empeño de establecer sus propias reglas de juego en términos de comercio, seguridad y diplomacia, una mezcla que le ha permitido introducirse en nuevos mercados y ganar amigos. Una manera también de desafiar el tradicional orden neoliberal.
“La crisis financiera del 2008 en Occidente fue el punto de inflexión para China. Pekín comenzó a adoptar una mentalidad triunfal y persiguió el liderazgo mundial con una nueva confianza en la parte posterior de las fallas percibidas de Occidente", afirma Zhang Baohui, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Lingnan en Hong Kong, citado por el diario The New York Times.
China es la segunda economía más importante detrás de Estados Unidos y es el principal socio comercial del mundo. Aunque este año, el crecimiento de Pekín ha perdido fuerza en medio de la disputa por aranceles con Washington.
La audacia del país que inventó el papel y la brújula también suma críticos. Los más escépticos le reclaman falta de controles al otorgar financiamiento y, a su vez, afronta acusaciones de que está dirigiendo las inversiones para envolver a sus socios en trampas de deuda con el fin de apoderarse de sus activos. Tal es el caso de Sri Lanka, que perdió un puerto.
A pesar de su ascenso global, el mayor desafío del gigante asiático se encuentra en el mar, ya que las rutas marítimas clave, como el estrecho de Ormuz o el canal de Suez, han sido históricamente vigiladas por Estados Unidos. Esta condición ha hecho que su acceso dependa de las relaciones pacíficas con Washington. La respuesta estratégica ha sido la búsqueda de inversiones en gobiernos que controlan estos valiosos puntos.
“Por el momento, China lo que aspira es a una cierta hegemonía regional en los mares del sur y del este, que yo llamaría ‘el Caribe’ asiático. Ahí está la zona inmediata de conflicto político militar en el mundo”, considera el politólogo Constantino Urcuyo, autor del libro China y EE.UU. Geopolítica y estrategia en el siglo XXI.
Proyectos financiados por China en el mundo
FUENTE: THE NEW YORK TIMES Y EL PAÍS . || J.C. / LA NACIÓN.
Grandes proyectos y la reinvención de la ruta de seda
Pekín pasó de fortalecer la infraestructura local a la construcción de puentes, carreteras, líneas de ferrocarriles, puertos, plantas nucleares y de gas natural, y represas hidroeléctricas en casi todo el planeta. El Banco Mundial define los megaproyectos como obras de grandes dimensiones cuyo costo es igual o mayor a $1.000 millones.
Según una investigación del diario The New York Times, el gigante asiático cuenta con 600 proyectos distribuidos en al menos 112 países. Estas iniciativas son financiadas mediante préstamos, subvenciones e inversiones.
Entre ellas, se encuentran 41 oleoductos y otras infraestructuras de petróleo y gas que le ayudan a China a obtener recursos valiosos. De acuerdo con el Times, Sudáfrica se dirigió a China para obtener un crédito por $1.500 millones con el propósito de edificar una central eléctrica de carbón. Esta es una de las 63 estas plantas financiadas por el gobierno de Xi Jinping en todo el mundo, las cuales juntas contaminan más que España.
Además, la construcción de 203 puentes, carreteras y ferrocarriles crean novedosas formas para que esta nación mueva sus productos por el planeta.
Mientras que 199 centrales eléctricas para la energía nuclear, el gas natural, el carbón y las energías renovables, les permiten a las empresas chinas de construcción y equipamiento incursionar en nuevos mercados.
Otro proyecto ambicioso de China es la Iniciativa la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés), la cual pretende recrear la ruta de la seda, los senderos navegados en la antigüedad por comerciantes que transportaban mercancías entre Asia y Europa.
El plan, anunciado por el presidente Xi Jinping en el 2013, establece la construcción de infraestructuras ferroviarias y marítimas para conectar China con las principales economías de Europa, Asia, África y Oceanía.
El propósito también es llevar más desarrollo a las regiones olvidadas del centro y oeste del país. Sin embargo, quienes ven con recelo el plan cuestionan su sostenibilidad comercial y fiscal, así como la transparencia de los proyectos.
Hasta el momento, el gobierno chino asegura que ha invertido más de $70.000 millones en obras relacionadas con la ruta. Alrededor de 100 países le han dado su visto bueno al plan, entre ellos Pakistán, Portugal e Italia.
En el contexto de la guerra comercial con Estados Unidos, la iniciativa toma mayor relevancia estratégica pues en caso de que Washington decida cortar alguno de los flujos de intercambio agrícola o energético, Pekín podrá continuar abasteciéndose de otras maneras al diversificar sus exportaciones e importaciones.
“La guerra comercial tiene el riesgo de que suba de intensidad y se desborde a otros terrenos. Si eso pasa, los chinos quieren tener la seguridad de que su aprovisionamiento petrolero desde Irán va a seguirle llegando, o el aprovisionamiento petrolero de gas con Rusia va a seguir fluyendo para mantener el vigor de la economía”, explica Urcuyo.
En el caso de Costa Rica, el gigante asiático construyó el Estadio Nacional, en el 2007, con compra de deuda por $300 millones. La donación fue producto de un compromiso de cooperación, luego de que el país rompiera relaciones con Taiwán.
Asimismo, la empresa China Harbour Engineering Company tiene a cargo la ampliación de la ruta 32. Uno de los proyectos que fracasó fue el intento de levantar una refinería en Limón. El plan dio al traste porque no se pudieron solucionar obstáculos de índole legal.
Fácil acceso a préstamos
Créditos a países en vías de desarrollo con bajas tasas de interés y otorgados con escasas condiciones. Con esta fórmula, China llegó a tomar fama de ser el banco de América Latina desde el 2005. La mayor incursión se centra en el Cono Sur.
Para Argentina, Brasil y Ecuador resulta un prestamista esencial como en algún momento lo fue para Venezuela.
¿Qué facilita los préstamos chinos? Pekín no impone ningún tipo de condición política a la hora de conceder créditos, y está abierta a acuerdos basados en el intercambio de servicios o productos, no exclusivamente de dinero. Por ejemplo, Venezuela utiliza el petróleo como moneda de pago de sus deudas.
De acuerdo con un informe de Diálogo Interamericano, en el 2015, el gigante asiático prestó más dinero a la región que el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo juntos.
Sin embargo, desde el 2017 se registró un descenso en el otorgamiento de créditos. En ese año apenas se emitieron cinco préstamos por un valor de $6.200 millones. En tanto, en el 2018, se otorgaron $7.700 millones. La baja obedece al corte crediticio que se le efectuó a Venezuela por el deterioro político y económico.
África ha gozado de condiciones similares a las de Latinoamérica. Además, es un mercado muy atractivo para China, pues es su principal socio comercial. El año pasado, el continente recibió $136.000 millones en créditos. Además, en Yibuti, un país ubicado en el cuerno africano, China estableció su primera base militar.
Las conexiones de la nueva ruta de la seda>
FUENTE: MINISTERIO DE HACIENDA. || J.C. / LA NACIÓN.
Recelos
Los más críticos con el modelo chino consideran que ese otorgamiento fácil de dinero se convierte en una trampa para los socios, pues el alto endeudamiento dificulta que los países paguen.
Tal es el caso de Pakistán que se está quedando sin dinero para cancelar préstamos o Sri Lanka que perdió un puerto porque no pudo pagar la deuda y China quedó a cargo del arrendamiento por 99 años. Malasia canceló recientemente un par de proyectos que involucraban el financiamiento chino y renegoció un préstamo.
El temor es que la deuda se convierta en un instrumento que debilite las soberanías nacionales y abra la puerta a la intervención política y comercial china.
La construcción de grandes obras también evoca conflictos. Al concentrarse la inversión china en sectores como la minería o la energía, los conflictos sociales y medioambientales son constantes. China tampoco se rige por el cumplimiento de normas internacionales de derechos humanos.
Un informe del Banco Mundial señala que la ejecución de megaproyectos generalmente “está plagada de debilidades en el diseño y las capacidades de organización, ya que los actores cambian con el tiempo y los métodos de entrega se ven afectados por problemas imprevistos”.
Sin embargo, China defiende las reglas de su juego alegando que sus proyectos generan empleo y favorecen el desarrollo. Asimismo, manifiesta que sus créditos no son los causantes de los problemas de deuda de los países.