El pronóstico nunca fue halagüeño. Han pasado dos años desde que comenzaron las negociaciones para concretar el divorcio entre el Reino Unido y la Unión Europea (UE) y el recuento de daños incluye a dos líderes británicos “caídos en batalla” y la ausencia plena de un acuerdo político a favor de una ruptura ordenada para el 31 de octubre, la fecha límite establecida, hasta ahora, para finiquitar la disolución del vínculo.
El trayecto ha sido mucho más largo y tortuoso de lo que se esperaba. Hoy, el proceso de separación entre Londres y la UE (conocido como brexit) se desarrolla en un escenario caótico y de múltiples desavenencias con un agravante: el reloj ya está en cuenta regresiva.
La propuesta de Boris Johnson encaminada hacia un brexit sin acuerdo crispó recientemente el ánimo en el Parlamento británico. También generó fricciones en la bancada del Partido Conservador, la agrupación política del primer ministro, y trastocó su ámbito familiar cuando su hermano, Jo Johnson, decidió abandonar el gobierno.
Este proceso de salida puede mirarse como un confuso laberinto o como un tren que siempre está cerca de descarrilarse, según se prefiera. Theresa May, la antecesora de Johnson, optó por renunciar al cargo, a inicios de julio, frustrada ante el tajante rechazo de las tres iniciativas que presentó para efectuar la desconexión política más relevante de los últimos tiempos.
May elaboró un plan de retirada de casi 600 páginas en el que dispuso normas comerciales y pactos migratorios solo para encarar los próximos dos años. Aunque los parlamentarios no le dieron su respaldo, ahora Johnson debe negociar a partir de esta propuesta, pues, según los líderes europeos, crear una nueva iniciativa consumiría mucho tiempo.
Durante su gobierno, la expremier solicitó en dos ocasiones al club europeo una ampliación del plazo para intentar llegar a un pacto. Inicialmente, se acordó que la fecha límite ya no sería el 29 de marzo y se trasladó al 12 de abril. Luego, poco antes de que venciera ese último periodo, se acordó una prórroga de seis meses y la salida se fijó para el 31 de octubre.
La dimisión de May abrió paso a unas votaciones dentro del Partido Conservador que favorecieron a Johnson, quien disputó el puesto con el entonces secretario de Estado para las Relaciones Exteriores, Jeremy Hunt. La alta popularidad le valió al exalcalde londinense obtener el triunfo de manera holgada.
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El político británico, reconocido por su excentricidad y oportunismo, se posicionó al frente del gobierno con una propuesta clara: el Reino Unido dejará el bloque el último día de octubre “sí o sí”. El anuncio disparó la preocupación ante la posibilidad de firmar un brexit resuelto a la brava; es decir, sin ningún pacto político ni comercial de por medio o sin siquiera un marco que permita otras negociaciones. Este aspecto augura graves repercusiones económicas.
Ante el gran temor, la Cámara de los Comunes se movió con agilidad para truncar los planes de Johnson al votar una moción con el fin de crear un mecanismo legal que permitiera bloquear, por ahora, una salida abrupta de la UE.
De igual manera, determinó que si el primer ministro no ha presentado una propuesta antes del 19 de octubre deberá solicitar una nueva prórroga para continuar con las negociaciones y alcanzar un brexit negociado a más tardar el 31 de enero del 2020.
Sin embargo, la lucha subió de nivel cuando inusualmente el primer ministro pidió a la reina Isabel II imponer una suspensión de la actividad parlamentaria durante cinco semanas. Asimismo, como respuesta al impedimento legislativo, expulsó a 21 diputados conservadores que se unieron para frenar sus intenciones de concretar un brexit duro. Por último, planteó adelantar las elecciones generales.
Johnson justificó el cierre temporal del Parlamento como una necesidad para que el Ejecutivo logre presentar su plan de gobierno. Aunque su estrategia se lee más como una jugada política con el fin de perjudicar a los diputados, que se queden sin tiempo de debate y que se les imposibilite detener una separación sin acuerdo.
La Corte Suprema de Londres examina si la medida del cierre del Parlamento se dio en términos legales y dará su veredicto la próxima semanal. Si los máximos jueces del país deciden que la medida fue ilegal, los diputados esperan que Johnson vuelva a convocar inmediatamente al cuerpo legislativo.
El jefe del Gobierno intentó convocar elecciones anticipadas el 14 de octubre. No obstante, el Parlamento rechazó la iniciativa de adelantar los comicios, previstos para el 2022. Para obtener el aval, requería del apoyo de dos tercios de la Cámara de los Comunes.
Por su parte, el líder opositor laborista, Jeremy Corbyn, apoya que se realice un nuevo referendo que prueba los resultados de la consulta del 2016, con el fin de que la balanza se incline por la permanencia en la UE.
'Brexit’ sin acuerdo, un golpe a la economía
Al formar parte de la Unión Europea, los Estados miembros quedan eximidos de las barreras comerciales y las disposiciones migratorias. Tampoco hay diferencias en cuanto a las normas de los productos y hay acuerdos de comercio que se unifican con el resto del mundo.
Romper el nexo de manera abrupta sin un acuerdo significaría nuevas barreras aduaneras y arancelarias, y sometería al Reino Unido a las normas comerciales de la Organización Mundial del Comercio, que muchos economistas afirman que son menos ventajosas y no llenan todos los vacíos pertinentes, señala un reportaje del diario The New York Times.
“Tendrían que crearse desde cero varias políticas y sistemas mientras se negocian acuerdos a largo plazo con la Unión Europea, Estados Unidos y todos los demás socios comerciales, lo que, a decir de los expertos, tomaría años”, indica el artículo del Times.
Asimismo, el gobierno británico cuenta con un plan de contingencia, conocido como Operation Yellowhammer (Operación Carpintero Dorado), en el que prevé graves consecuencias como escasez de comida, medicinas, gasolina, interrupciones en los puertos, afectación en los viajes y manifestaciones.
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De acuerdo con el informe, en caso de un brexit brutal, hasta un 85% de los camiones británicos verían complicado el paso de los controles aduaneros franceses, lo que provocaría una caída de “40% a 60% del nivel actual” de circulación de mercancías en un país que importa muchos de los alimentos que consume.
Estas perturbaciones podrían durar tres meses e impactar en el abastecimiento de medicamentos o productos para el tratamiento del agua.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) pronostica que un brexit duro provoque un mayor debilitamiento de la economía mundial.
El informe señala que ante la inestabilidad la economía del Reino Unido solo crecerá un 1% (dos décimas menos) este año, y un 0,9% en el 2020.
En tanto, las previsiones del Fondo Monetario Internacional estiman que el crecimiento económico se deprimiría frente a un brexit salvaje, lo cual podría causar desempleo y una disminución en las inversiones.
Los conservadores euroescépticos fervientes del brexit insisten en que estos temores son exagerados y defienden la posibilidad de negociar sus propios acuerdos, tanto comerciales como migratorios.
“Después del brexit duro necesariamente comenzarán a hacerse negociaciones, porque una unión de tantos años no puede separarse de pronto sin regulaciones (…) Las rupturas violentas nunca llegan a buen fin”, considera el analista internacional Carlos Murillo.
Escenarios para la frontera de Irlanda
El asunto ha sido uno de lo más controversiales en la negociación del 'brexit'. Boris Johnson rechazó la propuesta de Theresa May sobre establecer una salvaguarda.
FUENTE: DIARIO EL PAÍS Y LA COMISIÓN EUROPEA || C.F. / LA NACIÓN.
Irlanda de Norte como punto de discordia
La frontera entre la provincia británica de Irlanda del Norte y la República de Irlanda (Estado miembro de la UE) representa el principal obstáculo en las negociaciones entre el club y el Reino Unido.
Londres exige la supresión del backstop o salvaguarda irlandesa, que pretende evitar la reinstauración de una frontera física entre ambos territorios.
El líder británico solicitó 30 días para presentar una nueva solución a este asunto, ya que disiente de la iniciativa planteada por May. La ex primera ministra apostó por mantener a todo el Reino Unido dentro de la unión aduanera de la UE el tiempo necesario hasta dar con una solución definitiva para evitar una “frontera dura”.
La UE insiste en que es una parte clave del acuerdo, pero se ha mostrado flexible con que sea temporal.
La eliminación de la salvaguarda podría poner en peligro el Acuerdo del Viernes Santo que puso fin a la violencia en Irlanda en el año 1998. En ese momento, los enfrentamientos dejaron cerca de 3.000 fallecidos. Gracias a ese pacto Irlanda e Irlanda del Norte conviven desde entonces sin una frontera formal.