Managua. El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, quien ganó las elecciones del domingo como era previsible, tendrá en su nuevo gobierno enormes retos, con una crisis política irresuelta desde el 2018 y la amenaza de un aislamiento internacional. Aquí cuatro grandes desafíos de su cuarto mandato consecutivo:
1. Aislamiento internacional
Estados Unidos, que el domingo consideró como “una farsa” los comicios, y la Unión Europea que dijo los resultados “carecen de legitimidad”, impusieron sanciones a funcionarios y familiares de Ortega, tras las protestas antigubernamentales del 2018, señalados de socavar la democracia y violentar los derechos humanos. Las sanciones se intensificaron en los últimos meses, tras el arresto de 39 opositores, incluidos aspirantes presidenciales. El Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), con el apoyo de 26 países condenó esas acciones.
El Congreso de Estados Unidos aprobó, la semana pasada, la llamada Ley Renacer, para aumentar la presión diplomática y económica a Ortega, quien denuncia todas esas acciones como una “injerencia” e “irrespeto a la soberanía” del país. Para el analista y exdiplomático Edgard Parrales, Ortega va a tener que lidiar con la falta de reconocimiento a su gobierno, lo que tendrá “consecuencias” diplomáticas, económicas y sociales.
No obstante, el politólogo costarricense Kevin Casas advierte que la maniobra de la comunidad internacional es ahora “más limitada” y que, además, Ortega puede recurrir más a Rusia y China. “El hecho de no reconocer la legitimidad de unos comicios no funciona como ‘una varita mágica’ que va a transformar la situación de colapso democrático en Nicaragua. Y eso no es así. No ha sido así en el caso de Venezuela”, afirmó
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2. División interna
El país está sumido en un crisis política desde el 2018, a causa de protestas que fueron sofocadas por la fuerza, con saldo de 328 muertos, más de 100.000 exiliados y decenas de detenidos. El encarcelamiento de más de 150 opositores, entre políticos, líderes sociales, estudiantes, periodistas, empresarios a los que el mandatario tilda de “criminales” y “terroristas” que se organizaron para un golpe de Estado con ayuda de Estados Unidos, aumentó la polarización.
“Con sólo la mitad del apoyo popular del que gozaba antes del 2018 y habiendo perjudicado, quizás irremediablemente, las relaciones con el sector privado y la Iglesia Católica tras la represión de las protestas masivas, Ortega está operando en un ambiente crecientemente hostil”, advirtió un análisis de la ONG Crisis Group. Ortega va a tener que lidiar con “la indiferencia de los nicaragüenses y una continuidad de la lucha que no se va a detener”, afirmó Parrales.
A inicios del proceso electoral, el presidente anticipó que convocará a un diálogo nacional, pero se desconoce quiénes serán los interlocutores. Es posible que en esas negociaciones Ortega ofrezca liberar a opositores presos, pequeñas cuotas de poder en el campo económico a los empresarios, en opinión del economista y sociólogo Oscar René Vargas.
3. Deterioro económico
La economía nicaragüense es débil. La más pequeña de Centroamérica con un modelo agroexportador. Pese a rezagos por la crisis política y la pandemia, las autoridades esperan para el 2021 una recuperación superior al 6%. El Fondo Monetario Internacional (FMI) la sitúa en 5%.
No obstante, su dependencia de recursos externos como la inversión extranjera, la cooperación y financiamiento de organismos multilaterales de crédito, hace que la sostenibilidad económica sea vulnerable a los cambios, según analistas. En el último año la recuperación descansó en las remesas familiares por casi $1.400 millones, de enero a agosto, más los aportes del Banco Mundial, el FMI, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) de más de $1.000 millones este año, según el analista Eliseo Núñez.
Debido al aislamiento internacional en que ha caído el gobierno, ese financiamiento “va a detenerse” en el 2022 y Ortega no lo va a poder solucionar”, advirtió Núñez. Sin embargo, el ministro de Hacienda y Crédito Público, Iván Acosta, con optimismo asegura que “la paz, seguridad y estabilidad económica”, es posible cuando se deponen “diferencias” en favor del “interés nacional”.
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4. Exclusión y migración
Las calles son un mercado ambulante, desde agua helada para el sofocante calor hasta accesorios para vehículos; en las casas florecen ventas de abarrotes, ropa usada, pollo asado y mascarillas contra la covid-19. “La gente vive con lo mínimo, el costo de la vida es demasiado alto, se hacen negocios de sobrevivencia”, dijo a la AFP el economista Luis Núñez.
Ortega tendrá que reñir con ese malestar creciente por las alza continuas de las tarifas de servicios básicos. La pobreza alcanza a 1,6 millones, de 6,5 millones de nicaragüenses, según datos oficiales del 2014. Estudios independientes de la Fundación Internacional para el Desafío Económico Global (Fideg) revelan que la pobreza creció en el 2016 del 39% al 42%. No hay cifras actualizadas.
La migración es una válvula de escape, ya sea por razones económicas o políticas. Unas 100.000 personas
han salido de Nicaragua desde el 2018, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
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