Managua
Nicaragua se dirige a unas elecciones muy cuestionadas por la ausencia de una oposición real al presidente Daniel Ortega, que busca reelegirse por tercera vez consecutiva, y por la falta de observadores internacionales y nacionales.
A tres meses de los comicios, Ortega, de 70 años, es el único candidato con posibilidad de ganar la elección frente a rivales de agrupaciones pequeñas con candidatos apenas conocidos por la población y que juntos reunirían cerca del 6% de votos, según los más recientes sondeos.
Haciendo uso de su influencia en los poderes Judicial, Electoral y el Congreso, ha sacado de la contienda a la coalición de partidos opositores con más caudal electoral, ha destituido a los diputados que no le eran afines y cerrado las puertas a la observación nacional e internacional.
Rutina. “Lo que se está montando para el 6 de noviembre es un acto rutinario para mantener la apariencia de continuidad y funcionamiento de un sistema democrático, pero el resultado ya esta decidido”, dijo la defensora de derechos humanos y disidente sandinista, Vilma Núñez.
“Me resisto a creer que aquí no haya oposición. Hay un descontento generalizado y tiene que haber un despertar, nuestra convicción es no callar y vamos a seguir haciéndolo hasta el último aliento de vida”, expresó Núñez.
El excandidato presidencial Fabio Gadea, derrotado por Ortega en los comicios del 2011, dijo: “ya se sabe quién es el candidato que va a salir favorecido con una inmensa cantidad de votos y con una impresionante cantidad de diputados obedientes”.
El exdiputado liberal Elíseo Núñez afirmó que el peligro más grande es la imposición de una dictadura, pero admitió que los opositores “no tenemos la fuerza para convocar a grandes protestas” porque el trabajo de base que han hecho “no ha sido efectivo”.
Vicepresidenta.En este ambiente de control total del oficialismo, Ortega anunció la noche del martes la nominación de su esposa, Rosario Murillo, como compañera de fórmula presidencial.
El acto terminó de convencer a los opositores de que el gobernante está sentando las bases de una dinastía familiar.
Aunque los miembros del Frente Sandinista han aceptado las decisiones de Ortega con disciplina y en silencio, algunas voces han empezado a expresar su discoformidad.
“Para mí se murió (el Frente Sandinista) porque yo dije que si ponían a la Chayo (Rosario Murillo) no voy a votar”, así reaccionó un joven, miembro de la juventud sandinista y empleado público al conocer la decisión de Ortega.
En las calles no se vive un ambiente electoral, excepto por los rótulos gigantescos con la foto de Murillo y Ortega y algunos grafitis con mensajes de “democracia sí, dictadura no” o “farsa electoral” que los adeptos del régimen se encargan de borrar en cuanto aparecen.
En la televisión y la radio afín al gobierno abunda la propaganda con imágenes y música que exalta al mandatario, aunque oficialmente la campaña comienza el 20 de agosto.
Estados Unidos se declaró preocupado por lo que ocurre con el proceso electoral y urgió al gobierno “a respetar las voces de su pueblo” y a que “dé los pasos necesarios para realizar unas elecciones justas y transparentes” .
Un grupo de expresidentes latinoamericanos, entre ellos el costarricense Oscar Arias, Premio Nobel de la Paz, emitieron un “alerta” por lo que consideraron “alteraciones graves” al ordenamiento constitucional y democrático de Nicaragua y Venezuela.
Ortega desestimó las críticas porque –aseguró – responden a la identificación política de algunos grupos y sectores. “Lo que determina (el resultado) es el voto de la población”, apuntó.