Washington. Donald Trump distribuye sus golpes sin contención. El presidente y sus aliados prosiguen su lucha contra el veredicto de las urnas con el despido de un alto funcionario encargado de la seguridad de las elecciones, presiones sobre políticos locales que supervisan el recuento y recursos judiciales.
Más de 10 días después del anuncio de la victoria del demócrata Joe Biden, el presidente republicano insiste en su mensaje: “fue una elección manipulada”, “gané”, volvió a escribir este miércoles en una serie de tuits.
"Los observadores republicanos no han sido autorizados", se quejó una vez más. La víspera, la Corte Suprema de Pensilvania había rechazado una denuncia presentada al respecto.
Las máquinas que registran los votos “hicieron trampa”, añadió el presidente republicano, a pesar del desmentido aportado por varias autoridades electorales, incluida una que calificó en un comunicado las elecciones del 3 de noviembre de “más seguras de la historia de Estados Unidos”.
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Trump no perdonó esas declaraciones. El martes por la noche, despidió a Chris Krebs, el director de la Agencia de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad (CISA), firmante de ese comunicado.
Su evaluación no fue “exacta y parecía un ataque partidista destinado a atacar al presidente”, justificó la vocera de la Casa Blanca, Kayleigh McEnany, en el canal Fox.
Presiones republicanas
Al igual que ella, varios aliados del presidente le apoyan en su cruzada, aunque eso signifique criticar a políticos de su propio bando republicano.
Brad Raffensperger, el secretario de estado republicano de Georgia, encargado de supervisar el proceso electoral, sufrió esos ataques.
Después de que varios congresistas pidieran su dimisión, Raffensperger asegura haber sufrido presiones por parte del influyente senador Lindsey Graham, que le sugirió invalidar una parte de los votos postales.
Graham desmintió esas acusaciones. "Se sintió amenazado por nuestra conversación, tiene un problema", dijo el senador.
Georgia centra todas las miradas porque allí se está realizando el recuento manual de cinco millones de votos, cuyo resultado es muy ajustada.
Con ese recuento, las autoridades descubrieron más de 5.200 votos no contabilizados en dos condados donde los republicanos obtienen buenos resultados.
Trump debería ganar unos cientos de votos tras el recuento, pero eso no bastará para alcanzar a Biden, que dispone en estos momentos de una ventaja de casi 14.000 sufragios en ese estado.
Aunque las autoridades locales han justificado lo ocurrido por un fallo en la descarga de los resultados, Trump aprovechó el incidente para repetir sus acusaciones de "fraudes" masivos y llamó al gobernador republicano de Georgia, Brian Kemp, a negarse a validar los resultados de los comicios.
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Un pulso
En Michigan, agentes electorales republicanos se negaron el martes durante horas a validar los votos registrados en el condado que incluye la ciudad de Detroit, donde la población negra es mayoritaria y vota en su gran mayoría por los demócratas.
Aunque acabaron cediendo, ese pulso fue un ataque inédito contra las operaciones de recuento.
Por otra parte, el abogado personal de Trump, Rudy Giulani, prosigue su campaña ante los tribunales del país, sin ningún éxito hasta el momento.
Para frenar lo que parece inevitable, los aliados de Trump pidieron también un recuento en dos condados de Michigan.
A pesar de sus esfuerzos, el tiempo se agota. Los estados empezaron a confirmar sus resultados antes de la fecha límite del 14 de diciembre, cuando el Colegio Electoral se reunirá para votar formalmente por uno o el otro candidato de las presidenciales.