Manila. El nombre del presidente, Rodrigo Duterte, no estará en las papeletas de las elecciones de media legislatura en Filipinas el lunes. Sin embargo, los comicios están considerados como un crucial referendo sobre su gobierno, marcado por una brutal campaña antidroga, un estilo poco ortodoxo y un controversial acercamiento a China.
Casi 62 millones de filipinos estaban registrados para elegir entre 43.500 candidatos que competían por 18.000 puestos en el Congreso y administraciones locales, en una de las democracias más tumultuosas de Asia.
La carrera más importante es la lucha por 12 escaños en el Senado de 24 miembros, que Duterte quiere llenar de aliados para reforzar su agenda legislativa.
Sus planes incluyen reinstaurar la pena de muerte, bajar la edad de responsabilidad penal de los delincuentes juveniles y revisar la Constitución de 1987, principalmente para permitir un cambio a un gobierno federal. Las voces críticas temen que la reforma constitucional sea un pretexto para eliminar los límites al número de legislaturas.
Los candidatos de la oposición ven el Senado como el último reducto de garantías y equilibrios frente al mandatario, dado el sólido dominio de los leales a Duterte en la Cámara Baja del Parlamento. El año pasado, los senadores de la oposición bloquearon propuestas de ley que temían que socavaran las libertades civiles.
Las políticas y programas clave de Duterte, como la campaña antidroga que ha dejado más de 5.200 muertos, en su mayoría pobres y de zonas urbanas, han sido analizadas durante la campaña y defendidas por sus candidatos aliados al Senado, liderados por su exjefe de Policía Nacional, Roland dela Rosa, quien dirigió el inicio de la campaña cuando el presidente asumió el cargo a mediados del 2016.
Además de las muertes en la ofensiva antidroga, el lenguaje malsonante de Duterte y lo que los nacionalistas consideran una política servil hacia China que podría socavar las reclamaciones territoriales filipinas en el mar de la China Meridional han provocado protestas y críticas.
“Esto es en buena parte un referendo de sus tres años de gobierno muy disruptivo, pero muy popular”, señaló el analista en Manila Richard Heidarian. “¿Vamos a reafirmar o a rechazar las elecciones del 2016? ¿Fue eso una aberración y un accidente histórico que tenemos que arreglar, o es en realidad el inicio de la nueva era o la nueva normalidad?”.