Icononzo, Colombia. Faltan días para la elección presidencial que podría enredar el futuro político de sus jefes en Colombia, y un puñado de exguerrilleros de las FARC se apura en demarcar una cancha de fútbol con troncos cortados a machete.
Son parte de los 320 excombatientes y familiares que quisieron mantenerse juntos en las montañas de Icononzo, en el departamento de Tolima (centro), después de la firma del acuerdo que les devolvió la paz tras un largo enfrentamiento armado.
A sus 20 años, Giancarlos Morales se frota las manos. En un rato más estará cabeceando su primer balón en el rectángulo de tierra endurecida que les sirve de terreno y por primera vez disfrutará un mundial de fútbol sin el temor de que lo destroce una bomba.
Hace cuatro años, recuerda, escuchó por radio los goles de James Rodríguez con la selección Colombia, oculto en el monte.
“Lo peor son los bombardeos. Nunca sabes por dónde van a llegar, te acuestas en la trinchera que cavaste y esperas que no te vayan a caer encima”, resopla.
Giancarlos está habilitado para votar el domingo pero no está tan entusiasmado como con el fútbol, aun cuando el pacto de paz pueda ser modificado por el derechista Iván Duque, favorito en el balotaje y delfín político del expresidente Álvaro Uribe.
LEA MÁS: Derecha impulsa a Iván Duque para reconquistar la Presidencia de Colombia
Duque quiere que los excomandantes insurgentes implicados en delitos atroces paguen cárcel y no ejerzan como congresistas, mientras promete mantener los planes de reinserción social y económica destinados a las bases rebeldes.
Su rival, el exguerrillero Gustavo Petro, sin vinculación con los rebeldes comunistas, propone honrar los compromisos de paz de 2016 y llevar adelante reformas mucho menos drásticas que las que pretendieron imponer las FARC en medio siglo de fallida lucha por el poder.
Giancarlos cree que Petro podría ayudar a los pobres pero el desencanto se cuela en su conversación con la AFP. “De todas maneras, no creo que ninguno de los dos se interese en nosotros”.
En Icononzo, Duque venció en la primera vuelta presidencial con el 43% de los votos contra el 33% de Petro.
Cuna de las ya disueltas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Tolima devino escenario de pruebas para los exguerrilleros que buscan una nueva vida.
En el llamado territorio de capacitación y reincorporación Antonio Nariño, Giancarlos vive con su mujer y su bebé de 13 meses en una casa prefabricada. Cuentan con un generador eléctrico y una bomba de agua para todo el campamento.
Aburridos y sin proyectos
Algunos excombatientes pasan los días entre siembras de fríjol y habichuela, y otros en las obras de adecuación. El ocio y el aburrimiento disparan el sobrepeso.
De los 7.000 combatientes que depusieron los fusiles en 2017, de 3.000 a 5.000 todavía están agrupados en 24 puntos similares, según el gobierno. Los demás han optado por seguir sus vidas individualmente.
“Pasado año y medio de la firma del acuerdo de paz, no hay un primer proyecto productivo que esté funcionando en este espacio ni en otros”, se queja Jhonier Montaño, un profesor de matemáticas de 34 años que combatió durante 17 con las FARC.
LEA MÁS: Colombia anuncia plan para proteger a 7.000 excombatientes de las FARC
Ahora coordina tres proyectos para hacer funcionar las cooperativas dedicadas al agro, el turismo y los textiles que representan el futuro de los exguerrilleros.
El comisionado presidencial de paz Rodrigo Rivera admitió a la prensa que la reincorporación ha sido un “proceso largo y dispendioso”, al punto que todavía el Estado envía comida a los exguerrilleros agrupados porque los proyectos de autoabastecimiento no despegan.
A la frustración se suma una amenaza peor.
Amenaza de muerte
Desde que se firmó la paz hasta mayo pasado habían sido asesinados 40 excombatientes. Detrás de las muertes y amenazas están los disidentes que se marginaron del proceso de paz y los narcotraficantes del Clan del Golfo, según la fiscalía.
“En otras zonas han matado a los guerrilleros que se escapan de las zonas veredales o a veces incluso adentro. Mejor quedarse aquí, en seguridad, donde al menos tenemos una granjita”, señala Giancarlos.
Su esposa, Blanca Isabel, agrega otro temor a la bolsa de preocupaciones. “Si de pronto entra (gana) Duque” se acaban los 700.000 pesos (unos 241 dólares).
Dentro de los compromisos asumidos por el gobierno, cada guerrillero recibirá por dos años esa renta mensual y por una sola vez ocho millones de pesos (2.800 dólares) para emprender un plan productivo.
El acuerdo por el que las FARC cambiaron las balas por la política también prevé verdad y reparación para las víctimas del conflicto. Los exguerrilleros que cumplan con esto podrán recibir penas alternativas a la cárcel, el punto que precisamente promete reformar el candidato de la derecha.
Aun con la amenaza que pende sobre los otrora comandantes, los exguerrilleros rasos descartan por completo el regreso a la lucha. “Las armas para nosotros no son ni serán el camino”, repite Montaño como mantra.
Pese al descalabro en las legislativas de marzo, en que el partido FARC apenas obtuvo 0,5% de la votación, la política sigue siendo un objetivo.
“Dentro de la lucha política está la lucha electoral. Hay muchos casos en Latinoamérica, como El Salvador, o Nicaragua, donde los exguerrilleros llegaron al poder a través de las urnas”, declara Laura Vega, miembro del comité territorial de reincorporación de Icononzo.