Bogotá. Ni el tiempo, ni las intrigas políticas y todavía menos el pacto de paz con sus enemigos le hicieron mella. El expresidente Álvaro Uribe está más vigente que nunca. Hoy es la figura que puede impulsar, y de hecho lo hace, a la derecha del país. Lo llaman el gran elector de Colombia.
El exmandatario no solo fue el senador más votado en las legislativas del domingo con más de 820.000 votofue el senador más votado en las legislativas del domingo con más de 820.000 votoss, sino que además está cerca de recuperar el poder para la derecha mediante su elegido, el candidato Iván Duque, en los comicios presidenciales del 27 de mayo.
“Seguimos en esta tarea por la patria, por nuestra democracia, con la ayuda de Dios”, afirmó lacónico.
Su partido, Centro Democrático, logró el mayor número de escaños en el Senado y será la segunda fuerza en la Cámara (baja) de Representantes.
El hombre que más cuestiona la paz con las FARC, la exguerrilla a la que acusa de haber matado a su padre, nunca se resignó a perder el poder.
Controvertido, recio, pero sobre todo muy popular, Uribe debió abandonar la presidencia en 2010, tras un fallo que frustró el referendo que le hubiera permitido competir por un tercer mandato consecutivo.
Todas las encuestas daban por segura su reelección. Y ni siquiera los escándalos de corrupción, vínculos con paramilitares o espionaje, que todavía enredan a su círculo cercano, le han hecho sombra.
Cuando la justicia le cerró el paso a la reelección, afirmó que serviría a “Colombia desde cualquier trinchera, bajo cualquier circunstancia y hasta el último día de mi vida”.
El dirigente de 65 años, que se precia de no saber bailar ni cantar, ni contar chistes y ser adicto al trabajo, nunca pensó en el retiro.
Uribe, que durante ocho años golpeó sin clemencia a los grupos rebeldes y llevó a cabo una polémica negociación que desarmó a los paramilitares de ultraderecha, estuvo detrás de la elección de Juan Manuel Santos en 2010.
'Alta traición'
Pero entonces ocurrió lo impensable. Santos decidió negociar la paz con las ya disueltas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y para Uribe eso fue alta traición.
En 2014, tomó las riendas de la oposición desde el Senado. Desde entonces ha concitado apoyo con su rechazo al acuerdo que desarmó a las FARC, y más recientemente con su advertencia de que la izquierda podría convertir a Colombia en otra Venezuela.
Aun cuando el pacto de paz ha evitado la muerte de casi 3.000 personas al año, Uribe no acepta que los exjefes rebeldes ejerzan la política sin haber estado antes en la cárcel.
Para el senador José Obdulio Gaviria, uno de los hombres más cercanos al exmandatario, Uribe “tiene un espíritu y combatividad de titanes” comparables con los del exprimer ministro británico Winston Churchill.
“Para los colombianos tiene el mismo carácter” porque “decidió enfrentar al terrorismo; al frente, en el primer puesto de combate”, destaca.
A Uribe, los colombianos lo quieren o lo detestan, aunque son mayoría sus seguidores. Hasta los más críticos ven en este hombre de baja estatura, con aire de seminarista, un orador convincente y administrador obsesivo.
Es “un político muy inteligente, con la capacidad de interpretar lo que necesita o siente la gente, incluso para decir cosas que no son ciertas y volverlas verdades”, señala el escritor Jorge Rojas, coautor de un libro que denuncia la presunta complicidad de Uribe con paramilitares.
El fantasma de los paramilitares
El fantasma de las alianzas con esos grupos ilegales tocó su fibra más sensible: su familia. Santiago Uribe, ganadero y hermano mayor del exmandatario, enfrenta en prisión un juicio por presuntos nexos con escuadrones paramilitares.
“Cuando había críticas contra sus familiares, él asumía su defensa personalmente, no esperaba a que nadie más lo hiciera. Era muy duro con sus adversarios”, comentó un exfuncionario de la presidencia que trabajó con Uribe varios años, y que pidió la reserva de su nombre.
El senador reelecto enfrenta varias investigaciones, incluida una por falsos testigos contra un adversario político.
De origen liberal formado en Derecho, con estudios en Harvard, Uribe asumió el poder en horas bajas con un discurso radical.
En 2002 ardía el conflicto en Colombia. Cuatro décadas de enfrentamiento habían entrado en un período crítico por el fracaso de una tentativa de paz con las FARC, la arremetida paramilitar y un boyante negocio del narcotráfico que financiaba a todos por igual.
Uribe, que ha sobrevivido a 15 atentados, alcanzó la presidencia en una inédita primera vuelta. El día de su posesión la exguerrilla atacó con cohetes la sede presidencial. La respuesta fue contundente.
Los colombianos sintieron que habían recobrado la seguridad, pero también su gobierno empezó a ser cuestionado por múltiples asesinatos extrajudiciales cometidos por militares durante la lucha contrainsurgente.
En sus ocho años de mandato se produjo el 40% de las ocho millones de víctimas de la conflagración.
En 1983 su padre fue asesinado durante un intento de secuestro. Uribe culpó a las FARC, aunque el ahora partido de izquierda pone en duda esa versión.
Hasta hoy el senador habla del episodio. “La impunidad no ayuda. Olvido nunca hay”.