Por Arnaud Pontus
Gabón se sumió en la incertidumbre el 30 de agosto de 2023. El presidente del Centro Electoral Gabonés (CGE) anunció por televisión que el presidente Ali Bongo había obtenido el 64,27% de los votos.
Unos minutos más tarde, un grupo de militares apareció en un canal de noticias para anunciar el fin del régimen actual, la anulación de las elecciones y la disolución de las instituciones de la República.
Vincent Hugeux, periodista especializado en África y autor del libro “Tyrans d’Afrique - Les mystères du despotisme postcolonial” (Tirano de África, Los misterios del despotismo poscolonial), responde a RFI sobre este intento de golpe de Estado.
Vincent Hugeux, evidentemente vamos a seguir siendo muy prudentes por el momento. Pero, ¿le sorprende el escenario que ha surgido en Gabón en las últimas horas?
Vincent Hugeux: La verdad es que no. En primer lugar, no olvidemos el precedente de enero de 2019. En aquel momento, unos soldados amotinados invocaron el estado de salud de Ali Bongo, tras haber sufrido un derrame cerebral el año anterior, como excusa para tomar el control de Radio Gabón, aunque muy brevemente, y llamar a la sublevación.
El asunto se convirtió rápidamente en un fiasco. Por otra parte, el deterioro del clima político en este país es evidente.
No olvidemos las elecciones celebradas a puerta cerrada, con la prohibición de las misiones de observación, el corte de Internet, los toques de queda, el silenciamiento de los propios medios de comunicación, [...] la denegación de acreditación. Todas las características clásicas de un proceso electoral viciado por la opacidad.
Además, otro factor del deterioro que estoy describiendo a grandes rasgos, son los recuerdos de las elecciones presidenciales anteriores, en particular en 2009 y 2016, cuando la proclamada elección de Ali Bongo, hijo y sucesor de Omar Bongo en el poder desde hace 41 años, volvió a suscitar dudas perfectamente legítimas.
Les recuerdo, en particular, el escenario absurdo de la provincia de Haut-Ogooué, bastión de la dinastía Bongo, donde se necesitaba una participación masiva y una victoria aplastante para ganar por la mínima a Jean Ping, rival de Ali Bongo en aquel momento. ¿Y qué creen que ocurrió? Un 99,9% de participación - absurdo, dado que la media nacional se situaba entre el 40 y el 45%, siendo generosos - y luego un 95,5% a favor del oficialismo. Evidentemente, todo esto no contribuyó a la serenidad. Y podríamos añadir también el efecto, no de epidemias, contagios o virus - siempre desconfío de estas metáforas médicas.
¿Epidemias de golpe de Estado?
Sí, por supuesto. Pero está perfectamente claro que, en la mente de un oficial u otro, puede haber una especie de efecto desinhibidor: si funcionó en otro sitio, ¿por qué no aquí?
Y esto es lo que nos ha llevado en los últimos años, al menos desde 2020, a vivir tan a menudo estas secuencias bastante sobrecogedoras de golpes de Estado con oficiales leyendo laboriosamente un comunicado por televisión.
Hoy, algunos militares anuncian “el fin del régimen actual”. ¿Cree que esto es creíble o posible?
Una vez más, estoy en la misma línea que usted. Sigo siendo extremadamente prudente. Todo parece muy confuso. He mencionado el precedente golpe abortado...
Por el momento, no sabemos dónde está Ali Bongo, no sabemos qué está pasando con las fuerzas militares fuera del palacio presidencial. No tenemos mucho en lo que basarnos, sobre todo por la falta de transparencia que ha mencionado...
Por supuesto. Lo que podemos decir en cualquier caso es que, obviamente, y por eso fui cauto con el concepto de “epidemia”.
Hay factores específicos. En el Sahel, el debilitamiento metódico de los movimientos yihadistas ha desempeñado obviamente un papel. En África Central [...], estamos más preocupados por el agotamiento de un modelo político de regencia, y de hecho abusado, por dinastías familiares y de clanes. Tenemos Gabón, tenemos Congo-Brazzaville, tenemos Camerún, donde Paul Biya gobierna desde 1982. Todo esto es, evidentemente, un desgaste que se ve agravado por la fragilidad de las instituciones democráticas, un modelo electoral que ha quedado totalmente desacreditado por el fraude, la corrupción, la compra de conciencias, etcétera.