Washington, Estados Unidos
Cese al fuego, ayuda humanitaria y un gobierno de transición en Siria: el secretario de estado estadounidense, John Kerry, intentará una vez más, la próxima semana, poner fin a la devastadora guerra en Medio Oriente, aunque la estrategia de su país resulta cada vez más cuestionada.
Kerry, cuyo país apoya a la oposición siria, apuesta desde hace meses a la colaboración entre Estados Unidos y Rusia —aliada de Damasco— para poner fin a los ataques, socorrer a millones de sirios y alcanzar una solución política entre el régimen y sus opositores.
Kerry y su homólogo ruso, Serguei Lavrov, presiden el Grupo Internacional de Apoyo a Siria (GIAS), nacido en el otoño boreal de 2015 en Viena. A fines de ese año redactó una hoja de ruta para salir de la crisis. Ese esbozo de acuerdo de paz fue refrendado en diciembre por una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU.
Focalizado casi enteramente en este conflicto, Kerry inicia este fin de semana una nueva gira internacional de dos semanas. Primero irá a Arabia Saudita, que apoya a los rebeldes sirios y el martes próximo participará de una reunión del GIAS en Viena.
LEA: Bélgica amplía a Siria los bombardeos contra el Estado Islámico
Ese grupo de 17 países y tres organizaciones internacionales —entre ellos Estados Unidos, Rusia, Arabia Saudita, Irán y la Unión Europea— se esforzará por "consolidar el cese de las hostilidades (...), garantizar la distribución de ayuda humanitaria en todo el país y acelerar la transición política", según la diplomacia estadounidense.
Pero tal como admite el portavoz del departamento de Estado John Kirby, "evidentemente no todo va bien en Siria".
El funcionario estadounidense denunció el bloqueo el jueves de un convoy humanitario que se dirigía a la ciudad sitiada de Daraya, las "amenazas" al cese del fuego y el hecho de que el proceso de paz intersirio —congelado por el momento en Ginebra— no haya tenido "ningún avance espectacular". "El GIAS tiene mucho trabajo por delante", admitió Kirby.
También a ojos de París "hay que acelerar e intensificar el trabajo", en primer lugar para poner en marcha el 1 de agosto un órgano sirio de transición política, como prevé la resolución de la ONU.
Pero además el hecho de que siga sin decidirse la suerte del presidente Bashar al Asad hace que ese plazo se cada vez más ilusorio para los diplomáticos occidentales en Washington.
John Kerry mostró su frustración cuando hace dos semanas evocó un misterioso "plan B" de Estados Unidos para poner fin al conflicto, sobre el que no reveló nada en concreto.
De hecho, "no hay plan B para Siria", asegura James Jeffrey, exembajador de la administración de George W. Bush. Peor aun: según él, "en nombre de Siria e Irán, los rusos están efectivamente a punto de lograr la victoria".
Desde marzo de 2011 este terrible conflicto ha dejado más de 270.000 muertos, desplazando a millones de personas y provocando una crisis humanitaria en la región y en Europa.
LEA: Comunidad internacional indignada por bombardeo a campo de desplazados en Siria
En respuesta, Barack Obama, un gran escéptico del intervencionismo militar, sigue rechazando un involucramiento de envergadura de las Fuerzas Armadas estadounidenses en otra guerra en Medio Oriente.
El presidente ha privilegiado la diplomacia. Sólo recurrió a la fuerza a partir del verano de 2014 para encabezar una coalición internacional que bombardea a los yihadistas del Estado Islámico en Irak y Siria.
La oposición republicana a Obama ya venía denunciando la supuesta ausencia de una estrategia coherente en Siria.
Pero cuando se acerca el fin del segundo mandato del presidente en enero próximo, las críticas empiezan a provenir de los propios demócratas.
"Desde hace varios años nuestro enfoque ya no funciona y probablemente no funcionará", critica el diplomático Philip Gordon, quien hace un año abandonó su cargo de asesor sobre Medio Oriente en la Casa Blanca.
Investigador en el centro de estudios Council on Foreign Relations y cercano a la candidata demócrata a la presidencia, Hillary Clinton, Gordon recomienda "aplazar el asunto" de la salida del presidente Asad, la principal causa de fractura entre las potencias mundiales y regionales.
"No llegaremos a un acuerdo al respecto con el régimen ni con Rusia ni con Irán. Seguir poniendo (la salida de Asad) como condición para terminar con el conflicto, es la mejor forma de prolongarlo", afirmó el diplomático estadounidense.