Washington. Desde zonas rurales hasta grandes metrópolis, un frenesí de compra de armas recorre Estados Unidos, un reflejo de la creciente angustia por la pandemia, la violencia y un clima político hipertenso.
Con su protector antirruidos en las orejas y los pies separados, Brenda Dumas apunta su flamante pistola hacia un blanco de cartón. “Dispara”, ordena el instructor. Las detonaciones retumban en la academia de tiro Boondocks Firearms, en Jackson, en el estado sureño de Misisipi.
“Quiero ser capaz de protegerme”, explica esta mujer blanca sexagenaria quien acaba de comprar su primera arma y convenció a su esposo a tomar un curso de tiro.
“Me siento algo menos segura a causa de la violencia que se ve en la televisión” y con la que “estoy filosóficamente en desacuerdo”, explica.
Desde la muerte en mayo del ciudadano negro George Floyd asfixiado por un policía blanco, Estados Unidos fue escenario de una ola de protestas antirracistas, algunas veces violentas.
El presidente Donald Trump denuncia un caos orquestado por la extrema izquierda y promete restablecer “la ley y el orden” si gana un segundo mandato en las elecciones del 3 de noviembre.
“Manifestarse es un derecho. Esas personas no generan caos”, expresa un afroestadounidense inscrito en la misma academia que Dumas. “Tenemos un presidente que en vez de reducir la tensión, la aumenta”, dice a condición de no ser identificado.
En este período complicado en el que milicias de extrema derecha buscan desafiar a los manifestantes, él también ve normal completar su arsenal con una pistola, más fácil de portar que sus fusiles.
Abundancia de clientes
A unos 2.000 km de allí, en Nueva York, clientes esperan ante la armería Coliseum Gun Traders, siempre llena de gente.
"Hasta hace poco las armas de fuego no eran parte de mi modo de vida", explica Al Materazo, quien fue a comprar municiones. Sin embargo, a causa de la pandemia, en febrero adquirió su primer fusil.
“Inmediatamente pensé que la gente iba a perder su empleo, que habría menos dinero y aumentarían los robos”, expresa. “Quería poder proteger a mi familia”, añade.
Luego, este cuarentón blanco compró una segunda arma debido al “clima político y los disturbios”.
En esa acera de Long Island, el latino Edwin Tavares, de 51 años, señala otro factor de inquietud: el alza de la criminalidad en Nueva York, donde los homicidios aumentaron un 40% en los primeros nueve meses del año y los tiroteos, un 91%.
“Con el llamado a reducir los fondos de la Policía y la denigración de los agentes” escuchada en las manifestaciones Black Lives Matter (Las vidas negras importan), “se diría que ahora está en nuestras manos luchar contra el crimen”, lamenta Tavares.
Dentro de la armería, su propietario, Andrew Chernoff, no para de ver entrar a clientes. “Esto pasa desde febrero. Es un fenómeno real. Es el más grande que he visto en mi carrera. ¡Es una locura!”, exclama.
El perfil de sus clientes es amplio. Personas de “18 a 80 años” y “desde un chofer de camión de basura hasta un empleado de oficina”, indica.
“En este momento hay tantos compradores que los fabricantes tienen problemas para seguir el ritmo” de la demanda, afirma Chad Winkler, gerente del centro de entrenamiento Boondocks Academy. “Hay falta de armas y municiones”, señala.
Los precios, en consecuencia, se disparan. Uno de sus clientes dice haber pagado $800 por un fusil semiautomático que normalmente cuesta $493.
Permisos para armas
Y en Nueva York, cuyas leyes sobre armas son más estrictas que en el estado de Misisipi, las solicitudes de permisos es tal que demoraran meses en tramitarse, “Normalmente, llevaba seis meses, ahora más de 14”, afirma John DeLoca, dueño del salón de tiro Seneca en Queens.
Las estadísticas de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) sobre los pedidos de verificación de antecedentes judiciales obligatorios para comprar armas confirman ese aluvión. En el 2019 se tramitaron 2,3 millones de pedidos y en los seis primeros meses de junio, 3,9 millones, lo cual es un récord.
"Esto debería calmarse después de las elecciones. La gente no tiene tanto dinero", estima John DeLoca.
Chad Winkler recuerda que siempre hay un alza antes de cada elección. A su juicio, los dueños de armas, casi un 30% de los adultos estadounidenses, se aprovisionan por temor a un eventual endurecimiento de la legislación.
El candidato presidencial demócrata, Joe Biden, quien quiere prohibir los fusiles de asalto, genera inquietud en la casa de Alycia Brewer, quien fue con su marido a Boondocks Academy para aprender a usar su nuevo fusil AR-15.
“Queremos ver garantizados los derechos de la Segunda Enmienda” de la Constitución, manifiesta.
Sean cual sean los motivos de los compradores, una cosa es cierta: “Nuestro sector tendrá un año estupendo”, se vanagloria Chernoff en su armería de Nueva York. “Es muy bueno, pero se si mira esto como reflejo de lo que pasa en el país, es triste”, reflexiona.