Con la llegada por tercera vez al poder de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva confirmó que los gobiernos progresistas —o mal llamados “de izquierda”— tomaron ventaja en Latinoamérica.
Este año, Costa Rica y Colombia también vivieron la democracia en su máximo esplendor, pues los votantes se presentaron en las urnas para escoger a su presidente; sin embargo, ninguno de los gobernantes tiene una ideología completamente de “izquierda” o “derecha”, de hecho, según el analista de política internacional, Carlos Murillo, estos términos son obsoletos y no es correcto implementarlos en esta era.
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“Hay medios o incluso especialistas que siguen anclados en el siglo pasado pensando que hoy se puede hablar de izquierda y de derecha solamente. Hay que hablar de izquierdas y de derechas, en un gran plural, porque no se puede colocar a los regímenes de izquierda en una misma categoría”, explicó el experto a La Nación.
Desde que incrementó la presencia de los progresistas en la región el mapa político empezó a tornarse más de un color que de otro; no obstante “clasificar así ‘este es de izquierda y este es de derecha’ es una clasificación espuria porque no refleja la realidad de cada uno”, aseveró Murillo.
Según el analista, los términos correctos para utilizar son: progresistas (que van desde una izquierda radical hasta un centro izquierda o socialismo democrático) y los conservadores (que van desde el centro hasta la extrema derecha).
Bajo estas definiciones más amplias, el analista explicó que los gobiernos del presidente de México, Andres Manuel López Obrador; el de Colombia, Gustavo Petro; el de Chile, Gabriel Boric; el de Argentina, Alberto Fernández, y el del presidente electo de Brasil, Lula da Silva, “están más cercanos”. En una segunda categoría podría ubicarse al controvertido mandatario peruano, Pedro Castillo y al boliviano Luis Arce.
Por su parte y contrario a lo que indican los mapas políticos, la presidenta de Honduras, Xiomara Castro, no se identifica con la “izquierda”, sino con el “centro izquierda”, porque su mensaje es de socialismo democrático.
Por otro lado, los gobiernos de los mandatarios de Guatemala, Alejandro Giammattei; de República Dominicana, Luis Abinader; de Panamá, Laurentino Cortizo; de Ecuador, Guillermo Lasso; de Uruguay, Luis Lacalle; de Paraguay, Mario Abdo, " son más de centro, pero que tampoco se le puede ubicar en la derecha”, según Murillo, quien catalogó al gobierno del costarricense Rodrigo Cháves como conservador, pues “cada vez aparece más en esa línea”.
Otra de las categorías desplegadas por el analista es la del autoritarismo, en la cual posicionó al mandatario de El Salvador, Nayib Bukele. Y por último las tres dictaduras: Venezuela, con Nicolás Maduro en el poder; Cuba, con Miguel Díaz-Canel; y Nicaragua, que vive bajo el régimen de Daniel Ortega. “Yo no diría que se pueden clasificar como regímenes socialistas, ya son meras dictaduras, podría decir que son dictaduras de izquierda”, explicó el analista.
¿Por qué los gobiernos progresistas se abren camino?
De acuerdo con Murillo, actualmente existe una tendencia en Latinoamérica de insatisfacción con la política y con los gobiernos en general, por lo que la población “va de un lado al otro” en cuanto a la ideología política se trata.
“‘Este conservador no me sirvió, vámonos para el otro lado, porque tal vez los progresistas sí funcionan’”, ejemplifica el analista desde la posición de un votante. “Ahora se agregó el factor del autoritarismo, que aplica tanto a progresistas como a conservadores, que es el desencanto con la democracia”, agregó.
Estos factores favorecen a que los partidos con ideas progresistas “se abran camino” en el poder. Según Murillo, los conservadores también perdieron terreno por no conseguir resolver los problemas de la ciudadanía. Asimismo, es más atractivo para los votantes una figura patriarcal y con más experiencia, como sucedió con Lula da Silva. Otros países prefieren una figura más joven, fresca y con ideales nuevos, como Boric; no obstante, todo se resume a lo mismo: falta de soluciones por un lado y nuevas propuestas por el otro.
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“Estamos en un escenario de prueba y error, la ciudadanía está diciendo, ‘no me gustó este, cambiemoslo, probemos con este otro, no nos funciona, probemos con este otro’”, comentó Murillo, al destacar que parte de las razones por las que los partidos progresistas toman terreno es por la falta de opciones que se le presentan al electorado. “No hay mucho de donde escoger en ninguno de los países”, aseveró, al tiempo que explicó que a la mayoría de los votantes no les interesa si el candidato es progresista o conservador, sino que les resuelvan los problemas.
Finalmente, otro de los factores que beneficiaron a los partidos progresistas es que los ciudadanos perdieron la fidelidad a los partidos políticos y ahora “van más por candidatos que por partidos políticos, como en el caso de Lula da Silva”, concluyó el analista.