Roma. Italia encara las elecciones legislativas del próximo 4 de marzo con tres grandes fuerzas políticas en pugna que, según los sondeos, dan ventaja a la derecha, aunque ninguna obtendría la mayoría necesaria para constituir un gobierno, lo cual genera un clima de total incertidumbre.
La coalición de derecha, en la que brilla el magnate y tres veces primer ministro, Silvio Berlusconi, y su partido Fuerza Italia, aliado con los xenófobos de la Liga Norte y los neofascistas Hermanos de Italia, lograría solo el 35% de los votos, un porcentaje insuficiente para gobernar, ya que es necesario superar el umbral del 40%.
Si se confirman estas estimaciones, la coalición de derecha tendría que negociar con otras formaciones para poder formar un ejecutivo, por lo que el escenario político se presenta muy incierto.
Se trataría de negociaciones muy difíciles, que recuerdan a muchos italianos los años más negros de su reciente historia, marcados por embrollos y engaños que generaban gobiernos frágiles de poca duración.
"Estamos listos para gobernar. Ya tengo el nombre del primer ministro”, sostiene como siempre optimista el multimillonario político, que concede entrevistas, recibe a corresponsales, aparece en televisión, en un regreso inédito a la política tras su condena judicial para dar nueva vida a la derecha.
Según las últimas encuestas que la prensa puede divulgar, la indecisión reina entre millones de votantes, quienes serán claves para el futuro de la tercera economía de la Unión Europea, que con dificultad está saliendo del estancamiento.
Los expertos calculan que 10 millones de votantes, de los cerca de 50 millones, aún no han decidido si van a votar por lo que es imposible hacer estimaciones confiables.
El panorama se complica ulteriormente debido a la controvertida reforma electoral adoptada en octubre, que favorece las alianzas políticas y penaliza a formaciones independientes como el Movimiento 5 Estrellas, que se presenta en solitario.
Italia ha cambiado mucho en la última década, en el que además de haber padecido una grave crisis económica y social, ha surgido el M5E, una formación antisistema, sin ideología, apoyada sobre todo por jóvenes dispuestos a quebrar la tradicional bipolaridad entre derecha e izquierda.
Si se confirman las encuestas, la formación antisistema, que se niega a negociar alianzas, se confirmaría como el mayor partido del país con el 27,8% de las intenciones de voto.
Apoyo necesario
Los indignados "a la italiana" lideran desde hace meses las encuestas y están dispuestos a gobernar por primera vez el país en caso de lograr la hazaña de superar el 40%, pese a la falta de experiencia y a las divisiones y escándalos internos que han estallado en las últimas semanas de campaña electoral.
Sin embargo, en un país con un sistema parlamentario tan diferente al presidencial, los gobiernos se forman y mueren en el Parlamento, donde es necesario contar con amplios y hasta censurables apoyos.
La situación se presenta también engorrosa para la gobernante coalición de centro-izquierda, la cual alcanzaría el 27,4 % de la intención de voto, con el otrora mayor partido de Italia, el Partido Democrático (PD), el 22,9%, un resultado decepcionante pese a que el actual primer ministro, Paolo Gentiloni, figura entre los políticos más estimados, según los sondeos.
No se excluye por lo tanto que el PD y el partido de Berlusconi, que se presenta a los 81 años como el sabio padre de la patria a pesar de estar inhabilitado para ejercer cargos públicos hasta el 2019, formen una “gran coalición”, una suerte de alianza entre ex demócrata-cristianos y exsocialdemócratas, como la forjada por Angela Merkel en Alemania.
La alianza entre acérrimos enemigos es un escenario que suscitaría mucho desconcierto y dejaría por fuera a varios partidos, entre ellos a varios de extrema derecha: como la Liga Norte de Matteo Salvini, al límite de la ideología racista además del M5E.
Sorprende también la fuerza que está adquiriendo el partido de extrema derecha fascista Casa Pound, que espera obtener el 3% necesario para entrar al Parlamento, siendo el movimiento de ultraderecha que más ha crecido en Europa, gracias a la exaltación del odio al inmigrante negro y a la defensa de la propia “raza y cultura”.
Las mayores fuerzas políticas han prometido bajar impuestos, más inversiones, mayores pensiones, expulsión de cientos de miles de inmigrantes ilegales.
"Mil millones, la cifra astronómica de las promesas electorales", calculó el diario La Stampa.
Todas las formaciones se dirigen a los jóvenes sin futuro, a los afectados por la creciente desigualdad, a los que han perdido la protección social, dado que el país ha visto aumentar la pobreza en los últimos diez años y casi cinco millones de italianos vivían en el 2017 en la “pobreza absoluta”.