Roma. La reelección del presidente italiano Sergio Mattarella evitó, al menos de manera provisoria, un colapso político y podría facilitar la aprobación de reformas claves, pero la conspiración maquiavélica de los partidos políticos apenas acaba de comenzar, advierten los analistas.
Tras seis días de bloqueo, en un contexto de temores en cuanto a que el Gobierno pudiera caer, este hombre de 80 años, quien había dejado muy claro que no quería asumir un segundo mandato, finalmente acordó el sábado intentar solucionar la crisis que acechaba.
Se trataba, explicó al país, de una situación excepcional: Italia, sumamente endeudada y uno de los países europeos más afectados por la pandemia en el 2020, “aún sufre una grave emergencia sanitaria, económica y social”. Mattarella necesitaba por lo menos 505 votos sobre 1.009 legisladores y representantes regionales en la votación del fin de semana. Obtuvo un resultado holgado de 759, obteniendo otro periodo presidencial.
El único adversario serio al cargo, el primer ministro Mario Draghi, se reveló necesario al frente del Gobierno para acometer importantes reformas pendientes, como las de los sistemas tributario y judicial, así como de la administración pública. Draghi, captado por el propio Mattarella el año pasado, brega para que Italia pueda recibir fondos del plan de la Unión Europea (UE), que ascendería a casi €200.000 millones ($225.000 millones) en el caso de Roma.
‘Tarea casi imposible’
Muchos se mostraban inquietos en caso de que Italia se retrasara en su apretado calendario de reformas si Draghi abandonaba su cargo como primer ministro, o que su eventual mandato provocase elecciones anticipadas en la tercera mayor economía de la eurozona. La reelección de Mattarella eliminó inmediatamente este peligro.
Pero las fracturas internas en los partidos políticos italianos se agudizaron en la última semana, y se espera que empeoren todavía más durante la campaña para las elecciones generales del 2023. “La gran pregunta es si el ingrediente clave del gobierno de Draghi, o sea, contar con una amplia mayoría interpartidaria, continuará vigente dentro de apenas unos días”, aseguró a la AFP Francesco Galietti, de la consultora Policy Sonar. “En caso contrario, la situación se volverá rápidamente insostenible”, advirtió.
Wolfango Piccoli, de la consultora Teneo, indicó por su parte que recuperar la confianza en el seno de la coalición gobernante es “una tarea casi imposible”, por lo que es probable que haya un realineamiento, “tanto en los partidos como de las alianzas”.
El gran perdedor es Matteo Salvini, líder de la Lega anti-inmigración que esperaba volverse decisivo, pero no logró imponer a su candidato y se vio obligado a aliarse con el bloque de centro–izquierda. Esto podría desencadenar una lucha por el liderazgo, en momentos en que el bloque de la derecha colapsa.
‘Maquiavélica’
Giorgia Meloni, líder del partido de extrema derecha Hermanos de Italia, quien no quería a Mattarella nuevamente como presidente, acusó de traición a Salvini, y abandonó la alianza que tenía con él al igual que con el centroderechista Silvio Berlusconi. También se prevé una batalla por el liderazgo en el Movimiento Cinco Estrellas (M5S), otro antisistema, lo que podría afectar a su acuerdo con el Partido Demócrata (PD, centroizquierda).
Por lo tanto, Draghi tendrá que asegurar el buen funcionamiento del Gobierno, aunque Piccoli afirmó que la posición del primer ministro “también se ha visto afectada”, luego de demostrar interés por la presidencia y no resultar elegido. Galietti afirmó esperar que la intriga política se vuelva “lo más maquiavélica posible”.
Pero, Lorenzo Codogno, execonomista jefe del Tesoro italiano, auguró que la división entre las partes debilitadas podría dejar un resquicio de esperanza. “Los partidos tendrán menos poder de veto, lo que facilitaría el trabajo a Draghi para encontrar un compromiso sobre las reformas entre las diferentes partes”, aseveró.
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