A poco más de dos meses para las elecciones presidenciales en Estados Unidos, ni la más arriesgada de las pitonisas se atreve a predecir el resultado de la contienda. Sin embargo, algo quedó claro esta semana: los demócratas, con Kamala Harris a la cabeza, navegan con viento a favor.
Un mes después de la inesperada renuncia del presidente Joe Biden a la nominación, el partido hizo historia al ungir a Harris como la primera mujer de origen afroestadounidense que competirá por la Casa Blanca.
Lo hicieron con todos los bombos y platillos. Durante cuatro días, en la Convención Nacional celebrada en Chicago, expresidentes, celebridades y figuras clave del partido hicieron frente común en torno a una candidata que no solo les devolvió la esperanza, sino que está generando un efecto de euforia al cambiar el espíritu de la contienda, en la que se enfrentará al expresidente republicano Donald Trump.
De ser un partido deprimido y a la defensiva, los demócratas se transformaron en los representantes del cambio.
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Una voltereta singular, pues, aunque ocupan la Oficina Oval, se comportan como oposición y alternativa al regreso de Trump, a quien pintan como un octogenario resentido y desconectado de la clase media.
Harris reiteró este mensaje en su discurso de aceptación, plagado de referencias al patriotismo y la unidad.
“En toda mi carrera solo he tenido un cliente: el pueblo. En nombre de todos cuya historia solo podría escribirse en la nación más grande de la Tierra, acepto su nominación para ser presidenta de Estados Unidos. Nuestro país, con esta elección, tiene una oportunidad preciosa y fugaz de superar la amargura, el cinismo y las batallas divisivas del pasado. Una oportunidad para trazar un nuevo camino a seguir. Votemos por ello y escribamos juntos el próximo gran capítulo de la historia más extraordinaria jamás contada”, dijo la vicepresidenta en un discurso de 35 minutos con el que oficializó su candidatura y contrastó con la distópica visión que Trump promueve.
Sin abandonar causas clásicas del partido demócrata, Harris también dejó claro que su apuesta se encuentra en el centro del espectro político, prometiendo mano dura en política exterior, fortalecimiento del aparato militar y control de las fronteras.
De acuerdo con David Leonhardt, columnista político del New York Times, esta estrategia le estaría funcionando y explica su ascenso en las encuestas.
Harris, según este analista, borró el déficit que tenía Biden por dos razones. Primero, su identidad como mujer, afroestadounidense, descendiente de inmigrantes y joven -en comparación con Trump- la volvió muy popular entre la base del partido y los progresistas, que no se identificaban con el presidente, pero que ahora están energizados con la figura de la vicepresidenta.
“Los demócratas más leales pasaron de la agonía que despertaba la inestable candidatura de Biden al entusiasmo en un par de horas. Algo que se refleja en su creciente apoyo entre jóvenes, votantes urbanos y minorías”, dice Leonhardt.
Esa nueva ilusión se tradujo en un “permiso” para moverse hacia el centro, donde están los independientes y moderados, sin tener que pagar consecuencias con la base.
Algo similar a lo que hizo Barack Obama durante su candidatura de 2008, cuando algunos en esa mitad estadounidense aún dudaban de un desconocido senador con un apellido extraño.
Donde más clara se ve esa delgada línea que está trazando Harris es en la crisis de Oriente Próximo, donde promete apoyo total para Israel, pero se muestra empática con el drama de la población en Gaza y respalda un estado palestino.
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Una apretada carrera por la Casa Blanca entre Harris y Trump
Aunque el ascenso de Harris es meteórico, la carrera por la Casa Blanca sigue siendo muy estrecha. De hecho, nadie la da todavía como favorita.
En todas las encuestas nacionales que recopilan empresas como 538, Race to the White House y Real Clear Politics, los demócratas pasaron de un déficit de hasta cinco puntos cuando Biden estaba en la contienda a una ventaja de entre dos y tres puntos ahora con Harris, aunque dentro del margen de error.
En los siete estados indecisos (swing states) que definirán las elecciones, las diferencias son aún menores.
Harris aventaja ligeramente a Trump en Wisconsin, Míchigan, Pensilvania y Carolina del Norte, pero el republicano sigue adelante en Arizona, Nevada y Georgia.
Si las elecciones fueran hoy y las encuestas acertaran, la vicepresidenta ganaría las elecciones. Sin embargo, las elecciones no son hoy y los sondeos se equivocaron antes, especialmente con Trump, quien siempre obtuvo uno o dos puntos más de lo que predecían los expertos.
Solo para recordar, Hillary Clinton llegó a las elecciones de 2016 con una clara ventaja frente al expresidente, pero terminó perdiendo esos comicios por puñados de votos en Wisconsin, Míchigan y Pensilvania.
Al mismo tiempo, no es claro aún el impacto que tendrá el retiro de Robert Kennedy de la carrera y su apoyo a Trump, anunciado este viernes.
Muchos creen que la luna de miel actual frente a Harris comenzará a disiparse ahora que las elecciones entran en su recta final y los demócratas, finalizada ya la Convención, perderán el control de la narrativa que mantuvo en las últimas semanas.
Se espera, por supuesto, un diluvio de ataques tanto de Trump como de los republicanos, quienes la presentan como una liberal extrema y la responsabilizan por la crisis fronteriza, entre otras cosas.
El debate que marcará el pulso entre los candidatos
Los ojos están puestos en el próximo gran momento de esta campaña: el debate entre Harris y Trump, previsto para este 10 de setiembre y organizado por la cadena ABC.
Será una prueba de fuego para ambos. El republicano, que evitó los debates durante las primarias de su partido, ahora necesita un espacio para contrarrestar el avance de la vicepresidenta.
Aunque Trump ya debatió con Biden en un encuentro que precipitó su renuncia, el contexto y el rival son muy diferentes. Según su exsecretaria de prensa Melanie Grisham, “ya no es el mismo del 2016 y 2020″.
Son frecuentes sus errores verbales e incoherencias, como cuando terminó hablando de su miedo a los tiburones durante un evento de campaña en el que cuestionaba las baterías eléctricas.
Además, recurre cada vez más a las mentiras o verdades a medias, que, aunque tienen poco impacto entre su base, podrían costarle ante una audiencia nacional.
Harris, por su parte, evita entrevistas con periodistas y su último debate fue hace cuatro años, frente al entonces vicepresidente Mike Pence.
“Fue tan mala la presentación de Biden en el encuentro con Trump que cualquier cosa que diga será mejor. Pero las expectativas son más altas por lo bien que le ha ido últimamente. Y si algo sabemos de Harris es que este tipo de escenarios no son siempre su fuerte”, dijo Aaron Kall, experto en debates de la Universidad de Míchigan, durante una entrevista con PBS.
Lo que sí es claro, al menos en la radiografía que emerge a dos meses de las elecciones, es que Harris, contra todos los pronósticos, es la que avanza con un impulso significativo.
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