Minsk. Nina Baginskaya, con gafas finas y cabello canoso, es un rostro bien conocido de las manifestaciones en Bielorrusia. A sus 73 años, esta militante infatigable no duda a la hora de ser la primera en enfrentarse a la policía.
A pesar de su pequeña estatura y de su edad, ha estado presente en numerosas acciones de la oposición, desfilando por las calles de Minsk o luchando con un policía por su bandera, que el agente le había confiscado. La escena se hizo famosa después de haber sido compartida en las redes sociales.
El sábado, volvió a salir para una marcha de mujeres durante la cual fue brevemente detenida, al igual que decenas de otras personas.
En otras ocasiones, se le ha visto gritar e insultar a miembros de los servicios de seguridad, darle una patada a su vehículo, o pararse delante de un furgón de la Policía para bloquearle el paso.
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“No es que arremeter la primera me haga feliz, pero considero que es mi deber. No soy un animal que solo come sin pensar en las futuras generaciones”, explicó durante una entrevista en la televisión bielorrusa Belsat.
“Tras el decreto de 1997 sobre las manifestaciones, cuando todo esto se prohibió, no quería dejar tirada a la juventud. Me dije: ¿qué podría hacerte a ti, la jubilada, esta banda?”, añadió, en referencia al régimen de Lukashenko, en el poder desde 1994 en esta exrepública soviética.
Desde entonces no ha dejado de manifestarse.
Espíritu indómito
Como no podía ser de otra manera, también participa en todas las protestas, de una magnitud inédita, que sacuden Bielorrusia desde el 9 de agosto, tras la controvertida e impugnada reelección del presidente de 66 años.
Baginskaya a veces es aplaudida por el resto de manifestantes, que corean su nombre "¡Nina!".
"Antes, de vez en cuando, estaba triste. Me preguntaba: ¿Cuántos años todavía? Me moriré bajo esta dictadura", contó a los micrófonos de la radio Svoboda durante una de estas manifestaciones.
"Pero desde que vi cuántas personas desfilan para protestar, estoy convencida al 100% de que el pueblo ganará", añadió.
La militancia de Nina Baginskaya, en cambio, no es nueva. Comenzó antes de Alexánder Lukashenko.
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Con su bandera roja y blanca, símbolo de la oposición y antiguo estandarte de la Bielorrusia independiente, esta bisabuela protesta desde 1988, aún en la época soviética, para exigir la liberación de los presos políticos o para proteger un monumento dedicado a las víctimas de la represión estalinista.
Esta exgeóloga, según los medios bielorrusos, fue detenida decenas de veces y fue condenada a pagar innumerables multas por sus acciones de protesta.
En el 2016, las autoridades confiscaron su horno microondas y su lavadora por impagos, y luego pusieron a la venta sus dos dachas (casas de campo).
Decenas de miles de personas se echaron a la calle desde las elecciones presidenciales de agosto en contra de Lukashenko, que rechaza dialogar con la oposición y denuncia un complot occidental para derribarlo.
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Las primeras protestas fueron duramente reprimidas por la Policía, dejaron decenas de heridos y dos muertos. Miles de personas fueron arrestadas, algunas de las cuales denunciaron torturas.
Prácticamente todas las figuras de la oposición se encuentras encarceladas o se exiliaron en el extranjero.