Washington. Las oficinas son pequeñas y están abarrotadas, hay visitantes constantemente y al jefe no le gusta que la gente use máscaras: bienvenido a la Casa Blanca, donde el presidente Donald Trump dio positivo de covid-19.
La noticia conocida durante las primeras horas del viernes de que Trump y su esposa, Melania, resultaron positivo al virus puso a todos los funcionarios del Ejecutivo estadounidense en una frenético labor de rastreo de contactos y pruebas de emergencia.
No es trabajo fácil.
¿Evitar grupos grandes, no sacarse el tapabocas y mantenerse distanciado del resto de las personas? No para el presidente Trump.
El presidente ha estado realizando un número creciente de mítines con miras a su reelección, con miles de personas muchas veces reunidas en poco espacio y en la mayoría de los casos sin cubrirse el rostro.
El último acto partidario fue en Minnesota el miércoles, donde estuvo acompañado por su asistente cercana Hope Hicks, de quien el jueves se supo tenía el virus. Otro planificado para Florida este viernes fue cancelado.
Trump tenía previsto volar el sábado a un mitin en Wisconsin, un estado donde las infecciones están aumentando. La semana que viene iba a hacer una gira por el oeste del país, incluido el crucial estado de Arizona.
Muchos de estos eventos tienen lugar al aire libre, pero la semana pasada Trump se reunió en un lugar cerrado con cientos de simpatizantes en Florida y Georgia.
También organizó un gran acto en el jardín de rosas de la Casa Blanca el sábado pasado para anunciar a Amy Coney Barrett como su nominada a la Corte Suprema. La Casa Blanca afirmó el viernes que desde entonces ella ha dado negativo.
Espacios pequeños
La Casa Blanca no tiene mucho de edificio típico de oficinas; es más bien una casa señorial adaptada para uso gubernamental, con laberintos de pequeñas oficinas y pasillos.
Incluso el famoso Salón Oval, despacho del presidente, es reducido, mientras que para los funcionarios, “oficina” a menudo significa poco más que un escritorio en un cuarto del tamaño de un armario.
El poderoso yerno de Trump, Jared Kushner, por ejemplo, trabaja en una de las oficinas más pequeñas. Pero, como le dijo a la revista Time, tiene una “buena ubicación”, justo al lado del comedor privado del mandatario, uno de los lugares favoritos de Trump.
Casi 400 personas trabajan en la Casa Blanca, además de los periodistas, que se ubican en un ala aún más repleta de gente. Y aunque los periodistas cumplen rigurosamente la pauta de las máscaras, pocos empleados lo hacen.
Trump se burlaba con frecuencia de las máscaras, pero decía que estaba a salvo debido a las pruebas frecuentes. La Casa Blanca utiliza la prueba rápida de Abbott, que puede dar resultados en minutos, pero los protocolos de detección no son infalibles.
Por ejemplo, algunos periodistas son evaluados sistemáticamente, mientras que otros que aún no lo han sido todavía se acercan a Trump cuando responde a las preguntas antes de subir a su helicóptero Marine One.
Incluso no está claro cuántas veces le hacían la prueba a Trump. En julio, su portavoz, Kayleigh McEnany, dijo que era "varias veces al día". Pero Trump la contradijo, señalando que era "en promedio, una prueba cada dos días, tres días".
Avión, helicóptero, limusina...
Si la Casa Blanca está abarrotada, más lo están el avión presidencial, el Air Force One, el helicóptero, el Marine One, o la limusina conocida como "la Bestia", todos los modos de transporte en los que el presidente tiene muy cerca a quienes lo acompañan.
Hicks, de 31 años, estaba con Trump cuando voló a Cleveland el martes para el primero de tres debates contra el rival demócrata, Joe Biden. Estuvo con él nuevamente cuando se desplazó a Minnesota para el mitin del día siguiente, tanto en el Air Force One como en el Marine One.
The New York Times informó de que Hicks comenzó a sentirse enferma en el viaje de regreso de Minnesota y se puso en cuarentena mientras estaba en el Air Force One.
Máscaras... ¡bah!
La controvertida posición de Trump sobre el uso de máscaras para evitar contagios, una medida que a menudo ha minimizado y de la cual incluso se ha burlado, no podría haber sido más evidente que en el debate del martes con Biden.
La familia y el séquito de Trump, incluida la primera dama, llegaron enmascarados a la sede del debate en Cleveland, pero luego se quitaron las máscaras.
Según se informó, los invitados de Trump rechazaron un intento de un médico de entregarles máscaras.
Y según Chris Christie, el exgobernador de Nueva Jersey quien ayudó a Trump a prepararse para el debate unos días antes, “nadie llevaba máscaras” durante esas sesiones. Había “unas cinco o seis personas” en la sala de preparación del debate, contó Christie.