Jerusalén. La prensa en Israel lleva años hablando de la obsesión con los medios del primer ministro, Benjamín Netanyahu, y de su énfasis en ser retratado bajo la mejor luz posible, un rasgo de vanidad que, de confirmarse los casos de corrupción que le persiguen, podría haber cavado su tumba política.
Dos cercanos colaboradores del jefe del Gobierno y uno de sus amigos, el millonario y magnate de la comunicación Shaul Elovitch, fueron detenidos bajo sospecha de ofrecer una cobertura halagadora de él y su esposa, Sara, en la web de noticias Walla, a cambio de favorecer a la empresa de este, la telefónica Bezeq.
Editores y reporteros de Walla declararon que fueron presionados durante años “desde arriba” para hacer noticias positivas sobre la pareja, en un período en que el jefe de Gobierno ostentó también la cartera de Comunicaciones, antes de ser forzado a abandonarla.
En otra investigación distinta, el llamado caso 1000, la Policía ha recomendado que se impute a Netanyahu por un intento de pactar con el dueño del diario Yediot Aharonot, Arnon Mozes, una cobertura beneficiosa a cambio de dañar con iniciativas legislativas la distribución del periódico rival, el gratuito Israel Hayom.
Existen cintas grabadas de la negociación, aunque Bibi (apodo de Netanyahu) ha asegurado que no pretendía llevar el pacto a efecto.
Netanyahu y su imagen
Yair Lapid, rival de Netanyahu, experiodista y jefe del partido Yesh Atid, denunció el lunes las supuestas relaciones de intercambio de favores del primer ministro con millonarios “derivadas solo de una cosa: su peculiar obsesión con lo que se escribe sobre él”.
El también opositor y jefe del laborismo, Avi Gabai, condenó también su “enfermiza obsesión por el qué dirán y qué van a escribir los medios sobre él”, informó el martes el diario Maariv.
En una columna en el Yediot Aharonot, el historiador y exasesor de Netanyahu Yoaz Hendel aseguró encontrar solo una explicación a los escándalos de manipulación de los medios: “Las páginas de historia. Netanyahu tiene una perspectiva a largo plazo” y entiende que no son los votantes los que escriben la historia, sino historiadores, como su padre (al que admiraba enormemente).
"Impresionar a la élite cultural que escribe la historia es, a su entender, lo que le lleva a tratar de influir cómo su imagen se refleja en los medios", afirmó Hendel, que añadió que “ese es el absurdo: su debilidad por la historia es lo que le puede costar el modo en que será recordado por la historia”.
למה נתניהו כל כך אובססיבי לגבי התקשורת. @YoazHendel1 מציע הסבר מקורי ומעניין https://t.co/xdcxyJJJ3X pic.twitter.com/FOY1WqDL7H
— ידיעות אחרונות (@YediotAhronot) February 20, 2018
En los 80, Netanyahu destacó como político entre otras características por su facilidad para lidiar con los medios de comunicación, su ágil manejo de los tiempos, de la dialéctica pública, su excelente inglés con acento americano y su buen hacer ante las cámaras.
“Es uno de los operadores políticos y publicistas más consumados, no solo en la política israelí, sino en cualquier democracia moderna. No necesitaba entrar en lo que la Policía ha llamado ‘una relación con sobornos’ con el editor Arnon Mozes, en la triste esperanza de recibir cobertura favorable”, criticó recientemente el periodista de Haaretz Anshel Pfefer.
Este atribuye su fijación con los medios a la mala relación de Bibi con la prensa tras la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993 y el asesinato del primer ministro Yitzhak Rabin en 1995, de la que cree que “nunca se recuperó”.
En la última década, Netanyahu ha contado con el apoyo incondicional y la declarada admiración del Israel Hayom, un medio gratuito financiado por el millonario estadounidense Sheldon Adelson que se ha convertido en el diario más leído del país, pero si las acusaciones resultan ciertas, parece que no le bastaba con esto.
En un artículo del 2016, Haaretz ya denunciaba al “obsesivo, paranoico primer ministro cuyo objetivo real es controlar por completo una prensa debilitada que le canta sus alabanzas”.
“Netanyahu es visto como alguien que busca unos medios obedientes que no miren hacia las investigaciones policiales contra él o su esposa (...). Quiere que los medios reconozcan su grandeza”, aseguraba el artículo firmado por Gidi Weitz y Nati Tucker sobre el primer ministro, en aquellos momentos embarcado en una reforma del mercado de las comunicaciones y de los medios públicos.
Varios colaboradores de Netanyahu han relatado a los medios como este atribuyó su fracaso en las elecciones de 1999 (en las que perdió la presidencia del Gobierno) a “no haber tenido un periódico” y ha reiterado su deseo de “tener su propio medio”.
Los supuestos intentos de acercarse cada vez más a eso, han llevado finalmente a manchar su imagen pública y amenazan incluso con hacerle perder su puesto.