Wyoming. La legisladora Liz Cheney, dura crítica de Donald Trump, no podrá volver a postularse al Congreso en noviembre tras perder la interna republicana en Wyoming frente a Harriet Hageman, que recibió el incondicional apoyo del exmandatario.
Así, Hageman, que apoya las afirmaciones de Trump de que las elecciones del 2020 fueron “amañadas”, disputará la banca por Wyoming en los comicios de medio mandato. Al reconocer su derrota, la legisladora prometió hacer todo lo posible para evitar que Trump vuelva a encabezar el gobierno de Estados Unidos.
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“Desde el 6 de enero vengo diciendo que haré lo que sea necesario para asegurar que Donald Trump nunca más esté cerca de la Oficina Oval, y lo digo en serio”, aseveró la congresista de Wyoming en un discurso de concesión tras perder en comicios primarios la posibilidad de postularse nuevamente al Congreso en noviembre.
En efecto, Cheney, de 56 años, ha sido como una piedra en el zapato del magnate republicano desde que se unió al comité de la Cámara que investiga si desempeñó algún papel en el asalto al Capitolio del 6 de enero del 2021.
La hija del exvicepresidente Dick Cheney copreside esa comisión de representantes convencidos de que Trump “faltó a su deber” durante el ataque de sus simpatizantes al Capitolio para intentar impedir la certificación de la victoria del demócrata Joe Biden en las presidenciales del 2020.
En respuesta, el 45º presidente de Estados Unidos multiplicó sus ataques contra Cheney, a la que calificó de “desleal”, “belicista” y “fracasada”, y dio todo su apoyo a Hageman. Esta abogada de 59 años apoya las afirmaciones de Trump de que las elecciones del 2020 fueron “amañadas” y disputará la banca por Wyoming —estado en el que Trump se impuso con más del 70% de los votos en las presidenciales— en los comicios de medio mandato.
Acto seguido, el exmagnate inmobiliario celebró la derrota de Cheney, calificando su derrota de este martes como un “resultado maravilloso para Estados Unidos”. “Ahora puede finalmente desaparecer en las profundidades del olvido político donde, estoy seguro, será mucho más feliz de lo que es ahora”, dijo en su red social, Truth Social.
Amenazas de muerte
Liz Cheney votó a favor de la destitución del magnate, que no prosperó al ser absuelto por el Senado, y lleva más de un año intentando desmontar esta tesis que defienden millones de trumpistas. Desde que investiga a Trump y sus colaboradores, la congresista ha sido blanco de una serie de amenazas de muerte y ya no viaja sin escolta policial.
Esto la obligó a realizar una especie de campaña en la sombra, sin mítines electorales ni actos públicos. Incluso evitó este martes la tradicional sesión de fotos del día de las elecciones, esquivando a la prensa en el colegio electoral donde votó, cerca de Jackson.
Apoyado en su motocicleta roja, Bill Gonzales, de 59 años, es uno de los pocos votantes de los que hablaron con la AFP en Cheyenne, dijo que apoyaba a Cheney, pues “ha defendido lo que es correcto dentro del país”. Esta mujer rubia con gafas, heredera de una derecha muy tradicionalista, proarmas y antiaborto, fue excomulgada por el Partido Republicano de Wyoming, cuyo jefe participó en las manifestaciones el día del asalto al Capitolio.
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“No importa el tiempo que tengamos que luchar, esta es una batalla que ganaremos. Millones de estadounidenses de toda nuestra nación, republicanos, demócratas, independientes, están unidos por la causa de la libertad”, afirmó Cheney en un mensaje de video publicado antes del fin de semana.
“Somos más fuertes, más entregados y más determinados que aquellos que intentan destruir nuestra república. Esta es nuestra gran tarea y venceremos”, arengó. Se comenta que podría tener ambiciones presidenciales para las elecciones del 2024, en las que podría postularse como independiente.
También se celebran elecciones en Alaska, donde la candidatura de Sarah Palin, una de las primeras figuras del movimiento contra las élites que ha abanderado Trump, genera división. Muchos votantes reprochan a Palin, quien hizo campaña en el 2008 junto al republicano John McCain para convertirse en vicepresidenta de Estados Unidos, por haber abandonado su cargo de gobernadora de Alaska en el 2009. Una encuesta reciente indica que el 60% de los habitantes de Alaska tiene una opinión desfavorable de ella.