Santiago. Cuando se cumplen cinco años del asesinato de un matrimonio de ancianos y una década del crimen de un joven activista mapuche, el papa Francisco arribará al sur de Chile en busca de acercar posiciones en un conflicto que mantiene un foco de tensión constante en esa parte del país.
Francisco escogió visitar la ciudad de Temuco (800 kilómetros al sur de Santiago) para tomar contacto directo con indígenas mapuches, la etnia más importante de Chile, que denuncia discriminación y abusos y reclama la restitución de territorios hoy en manos privadas.
“El programa de la visita del Santo Padre refleja su preocupación por una zona que ha vivido tensiones importantes, con quienes quiere compartir un mensaje de paz y donde busca llevar unas palabras de esperanza que posibiliten el encuentro entre las personas”, expresó el Coordinador Nacional de la Comisión que organiza su visita a Chile, Fernando Ramos.
Se espera que cerca de 400.000 personas lleguen a la Base Aérea Maquehue, donde el 17 de enero Francisco oficiará la llamada “Misa por la integración de los pueblos”, la que incluirá una rogativa mapuche para honrar a los primeros habitantes de Chile y Argentina.
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El Papa llegará a Temuco pocos días después que en la región se conmemoren dos hechos destacados: el asesinato hace una década del activista mapuche Matías Catrileo, a manos de la Policía, y la muerte tras un incendio intencional del matrimonio de colonos Luchsinger-Mackay, el 4 de enero del 2013, en un caso donde 11 indígenas mapuches –entre ellos la ‘machi’ o mayor figura religiosa de la etnia, Francisca Linconao– aguardan ser enjuiciados.
Catrileo, de 22 años, era miembro de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), un grupo radical que reivindica ataques incendiarios a maquinaria forestal en su lucha por recuperar territorios que considera suyos por derechos ancestrales. Después de dos décadas, la CAM ha logrado “recuperar” varias hectáreas tras desalojar por la fuerza a quienes se dedicaban a la forestación.
Ramón Llanquileo, uno de los líderes de la CAM, vive hoy en territorios arrebatados a una forestal, donde construyó una casa en la que intenta revivir las tradiciones ancestrales, sin relación ninguna con el Estado ni esperanza de posibles acuerdos con el gobierno.
“Más que esperar algo, lo que uno al fin de cuentas espera son ciertos gestos; que venga el Papa y diga: ‘la lucha del pueblo mapuche es justa’... es un avance, pero acá las transformaciones las vamos a hacer nosotros, con nuestro esfuerzo personal”, dijo Llanquileo a la AFP.
El papa Francisco va a llegar a Temuco “en una etapa bastante compleja (...) algunos grupos más radicales han asumido una postura de no diálogo y de no construir acuerdos”, dice por su parte a la AFP el historiador del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago, Pedro Canales.
“No hay una relación fluida que permita pensar o augurar que se está formando una construcción de un futuro más armónico y de diálogo. Creo que es todo lo contrario, hay un punto muerto”, agrega Canales.
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Después de oficiar una misa, Francisco se reunirá con un pequeño grupo de indígenas en Temuco. No se sabe aún quiénes serán los invitados pero la organización de la visita adelantó que no estará ninguno de los líderes de los movimientos radicales.
Para los líderes indígenas será la ocasión para “visibilizar” la causa mapuche, fuertemente estigmatizada en gran parte del país, donde son frecuentes las acusaciones de “terrorismo”, y temores de que el próximo gobierno del derechista Sebastián Piñera –que asume el 11 de marzo– radicalice el conflicto.
“Es una visita que a todas luces tiene un efecto comunicacional muy fuerte, pero que creo que más aún con este cambio de gobierno no va a tener mayor asidero (...) no va decantar”, añade Canales.
Reducidos hoy a cerca de 700.000 personas, sobre una población total de 17 millones, los mapuches ostentan niveles de pobreza superiores a los del resto de la población chilena, después de quedar reducidos a vivir en cerca del 5% de las tierras que les pertenecían hasta antes de la llegada de los colonizadores españoles.
Agrupados en pequeñas comunidades, sin espacio para sembrar o criar animales, la mayoría debió renunciar a su medio de subsistencia histórico y migrar a las ciudades.