Nayib Bukele, presidente de El Salvador (2019-2029), dibuja la democracia en este país centroamericano a su antojo.
“El dictador cool”, como se autodefine, llegó al poder en el 2019. Con el 53% de los votos, acabó con el bipartidismo que el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y la Alianza Republicana Nacionalista (Arena) se intercambiaron en las últimas tres décadas. Además, el pasado domingo consumó su reelección, calificada como inconstitucional por la oposición al autoproclamarse ganador con el 85% de los votos.
Cuatro días después de las votaciones, el Tribunal Supremo Electoral (TSE) sigue sin dar datos oficiales de las elecciones presidenciales y legislativas.
Con 42 años, el presidente más joven de Latinoamérica borró todo contrapeso en la esfera política en tan solo dos años.
Lo que a Hugo Chaves le llevó 10 años en Venezuela, según explicó Ana María Méndez-Dardón, directora para Centroamérica de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA) a La Nación.
El mandatario sostiene que no desmanteló la democracia salvadoreña. Al mismo tiempo que reconoce que “sacó todo aquello que no le permitía gobernar”.
“En el 2019 ganamos y no teníamos gobernabilidad, no nos dejaban pasar nuestros proyectos en la Asamblea. Ustedes (el pueblo) nos dieron la mayoría calificada en el Congreso en el 2021, con eso pudimos sacar a la Sala de lo Constitucional anterior, al Fiscal General anterior, logramos aprobar el plan de Control Territorial y el Régimen de Excepción”, dijo Bukele el domingo a las 10:20 p. m., en su discurso desde el Palacio Nacional.
La toma del control de la Corte Suprema de Justicia, la imposición de un fiscal y magistrados afines, la validación de una reelección inconstitucional, la coacción a magistrados del Supremo Electoral y la asfixia ilegal a la oposición marcan la ruta hacia el desmantelamiento de la democracia.
Lo sucedido el pasado 4 de febrero “indica que el pueblo salvadoreño está de acuerdo con la forma de gobernar del presidente y, ¿cuál es esa forma? Una forma autoritaria, eso lo ratifica la gente y eso es lo que quieren (...) pero pone a El Salvador en tránsito hacia una dictadura, vamos en camino a eso”, explicó Eduardo Escobar, director de Acción Ciudadana de El Salvador, una asociación especializada en contraloría social.
En El Salvador la división de poderes existe solo en el papel, no opera como tal.
Bukele celebra que en el país “es la primera vez que existe un partido único en el poder en un sistema democrático”.
“Yo le llamo el Manual no escrito del autoritario latinoamericano. Se llega al poder por medio de las elecciones libres, competitivas e igualitarias, se comienza a crear un discurso de odio y división, una narrativa en contra de opositores, se logra tener el congreso controlado y allí comienza la cooptación del Estado (...) luego viene la corrupción y persecución política contra opositores, sociedad civil y la prensa; eso ha venido pasando”, declaró Escobar.
Además, como último punto llega la modificación de las reglas electorales para asegurar los resultados.
“Manipulan el proceso electoral y luego viene la reelección (...) lo último que se ha dado en El Salvador es esto y es un régimen que se caracteriza por violentar el Estado de Derecho”, subrayó el director de Acción Ciudadana.
Arturo McFields, periodista nicaragüense en el exilio y quien fuera embajador de Nicaragua ante la Organización de Estados Americanos (OEA), mencionó en su perfil en la red social X que “El Salvador apostó por el hombre fuerte y las instituciones débiles”.
“Los caudillos mesiánicos se creen imprescindibles instrumentos de Dios, por lo general terminan trabajando para el bando contrario. Es por eso que El Salvador no necesita hombres fuertes, sino instituciones fuertes. Pesos y contrapesos. Democracia”, detalló McFields en un artículo de opinión publicado en el diario La Prensa de Nicaragua. Él se convirtió en un duro crítico del régimen de Ortega y renunció en marzo del 2022 cuando denunció que no podía guardar silencio ante la “dictadura” en su país.
¿Rumbo a la dictadura?
El 1.° de junio de 2024, Bukele asumirá un segundo mandato inconstitucional, completando su consolidación dictatorial. El país ya vive bajo un régimen de excepción, y la era democrática parece llegar a su fin.
“Lo que falta es reformar la Constitución, una del régimen, que ellos confeccionaron para que no les digan que están violando la ley. (...) Lo otro que falta y puede ser derivado de esta Constitución es la reelección indefinida. Y también que comiencen cacería contra partidos y candidatos de oposición”, menciona el experto.
El propio Bukele se refirió a este punto el pasado fin de semana. El mandatario subrayó que no tiene entre planes reformar la Constitución salvadoreña y que tiene claro que no puede aspirar a un tercer mandato. Sin embargo, antes de ser presidente en el 2019, también manifestó tener claro que no podía aspirar a una reelección de manera consecutiva y en el 2021 esto cambió, al darse una interpretación de la Sala Constitucional local, copada por magistrados puestos en sus cargos por el oficialismo, en el que habilitó la candidatura del mandatario.
A esto se le suma el aumento de los ataques a la libertad de prensa, persecución y cierre de medios.
Incluso, durante la jornada electoral del 4 de febrero, la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES) registró un total de 173 agresiones, situación que se podría agudizar rumbo a una dictadura.
En su discurso, tras la jornada electoral, desde el Palacio Nacional, el “dictador más cool” tomó unos minutos para atacar a la prensa. Lanzó un misil hacia el diario El País de España, cuestionando una pregunta que realizó uno de sus periodistas en una de las pocas entrevistas que concede.
También, mencionó que los periodistas “fueron cómplices” de la democracia del pasado que no pudo darle a El Salvador la paz social.
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Economía, punto preocupante
Aunque goza de alta popularidad por medidas contra las pandillas, la economía, según encuestas, preocupa más a los salvadoreños, amenazando la estabilidad del liderazgo.
“La sociedad salvadoreña ya está mostrando que el problema que le aqueja es la economía, costo de la vida, falta de empleo, salarios no dignos. Va a llegar un momento en que la gente se va a sentir descontenta y no tendrá acción gubernamental que ayude a solventar el problema”, explica Escobar.
Esta situación puede provocar protestas y sería uno de los detonantes de la dictadura.
La realidad es que El Salvador está en tránsito a una dictadura a corto o mediano plazo.
“Los nicaragüenses siempre nos dicen ‘nosotros venimos de su futuro’ cuando nos escuchan hablar de la situación del país, entonces ese es el futuro al que apunta El Salvador”, finalizó el analista.
Nayib Bukele se erige como un dictador en la tradición centroamericana, apuntando a concentrar más poder, reforzar la opacidad y reprimir.
La memoria histórica destaca la importancia de los demócratas en un sistema democrático, un bien escaso en El Salvador. Mientras la dictadura se avecina, los ciudadanos con vocación democrática están llamados a resistir y despertar las conciencias de otros.