Washington. El sorpresivo ofrecimiento de conversaciones sobre el programa nuclear de Pionyang presenta el mayor desafío global a la administración de Donald Trump, que muestra una rara cautela luego de sus reiteradas amenazas. En el Salón Oval, el mandatario de 71 años se mostró excepcionalmente sobrio.
“No quiero hablar demasiado sobre cosas que todavía no conocemos”, afirmó, a la espera de que se clarifique la atractiva oferta de Corea del Norte.
Aunque los detalles son escasos, Pionyang admitió que estaría dispuesto a congelar sus ensayos nucleares a cambio de negociaciones con Estados Unidos.
El líder norcoreano Kim Jong Un consideraría incluso destruir sus armas nucleares si Washington abandona su objetivo de propiciar un cambio de régimen en su país y las amenazas de una eventual acción militar.
Esta semana altos funcionarios surcoreanos, que transmitieron el mensaje de Kim, así como representantes de Japón y Estados Unidos confluirán en Washington para intercambiar opiniones.
Mientras, Trump calificó la aparente apertura de Corea del Norte como una oferta “muy positiva”, aunque su gobierno mantiene profundas dudas al respecto.
El director nacional de Inteligencia, Dan Coats, se mostró reticente al declarar ante el Congreso que era “bastante escéptico sobre todo esto”.
Acuerdos rotos
“Probablemente sea un avance importante, yo seriamente lo dudo”, afirmó.
Otro jerarca del gobierno que solicitó el anonimato, dijo que “hay 27 años de historia en la que violan cada uno de los acuerdos que hicieron con Estados Unidos”.
La disposición de Trump -al menos por ahora- a dejar de lado la retórica confrontativa es en parte oportunidad y en parte necesidad.
Evan Medeiros, quien fungió como director del Consejo de Seguridad Nacional para Asia durante el gobierno de Barack Obama, dijo que es probable que Pionyang -que aún no se ha referido a la oferta públicamente- esté tratando de provocar un distanciamiento entre Corea del Sur y Washington.
“Soy muy escéptico”, señaló. “Pionyang usará las conversaciones para ganar tiempo y sacar ventajas”.
Estados Unidos y Corea del Sur no siempre están en la misma longitud de onda: el gobierno moderado del presidente Moon Jae-in favorece la política de la zanahoria mientras Washington privilegia el garrote.
¿Que pasaría si...?
Si Trump da un prematuro portazo a las conversaciones, aumentaría enormemente la tensión en las relaciones con Seúl y probablemente significaría el fin de las sanciones internacionales impuestas rigurosamente.
También alentaría las divisiones dentro del propio gobierno de Trump, donde el Consejero en Seguridad Nacional, HR McMaster, habría adoptado una línea más dura en favor de una acción militar que el secretario de Defensa, Jim Mattis.
Tras perder a una serie de sus más cercanos asesores, incluido el consejero económico Gary Cohn, Trump difícilmente pueda asimilar más renuncias por desacuerdos.
Incluso si Corea del Norte realmente quiere negociar, según Medeiros no está claro que Trump -que carece de embajador en Seúl, perdió a su enviado especial sobre temas nucleares y está distanciado del Departamento de Estado- tenga la capacidad de comprometerse en conversaciones serias y simultáneamente mantener intacta la coalición que presiona a Pionyang.
La mayoría de los analistas afirma que Corea del Norte ganó una batalla decisiva ante la opinión pública sobre Estados Unidos durante los Juegos olímpicos el mes pasado, cuando el vicepresidente Mike Pence parecía dispuesto a hablar con Pionyang, pero fueron los coreanos quienes se reunieron entre ellos.
Las otras opciones de Trump son extremas y con resultados dudosos.
Amenazas poco viables
Altos funcionarios estadounidenses admiten en privado que un ataque “bloody nose” (nariz ensangrentada) para disuadir a Kim de continuar sus ensayos balísticos y nucleares nunca fue seriamente considerado.
En realidad, dijeron, cualquier ataque contra Corea del Norte requeriría una fuerza militar abrumadora y casi seguramente pondría a 30.000 efectivos militares estadounidenses y millones de civiles aliados en Corea del Sur en riesgo inmediato.
La diplomacia parece ser la mejor opción, pero Trump dejó claro que -contrariamente a sus predecesores- no dejará que la situación se “consolide”.
El martes, habría mantenido conversaciones con el exembajador ante la ONU John Bolton, quien remplazaría a McMaster y recientemente abogó por “atacar primero” a Corea del Norte.
En la primera visita de Trump al Salón Oval en noviembre de 2016, el entonces presidente Obama le advirtió que podría tener que tomar una decisión fatídica sobre Corea del Norte, según fuentes cercanas a las conversaciones.