Washington. Las acusaciones contra Arabia Saudí de asesinato de un periodista en su consulado en Estambul fuerzan a Donald Trump a tomar una posición inesperada, ya que se ve obligado a reclamar por derechos humanos al reino que ha respaldado firmemente.
Arabia Saudí fue el primer destino de Trump al asumir la presidencia de Estados Unidos, y no solo halagó entonces a su ambicioso príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, sino que también se alió estrechamente con el reino en un esfuerzo por aislar a su rival regional, Irán.
Trump ha permanecido en silencio sobre temas de derechos humanos, en momentos que Estados Unidos respalda la campaña liderada por Arabia Saudí contra los rebeldes en Yemen, que según un informe de Naciones Unidas ha matado a miles de civiles. Además, apoyó al príncipe Mohamed –también conocido por sus iniciales MBS– cuando detuvo a decenas de personas en una polémica campaña de represión contra disidentes lanzada desde que fue designado en junio de 2017.
No obstante, el vicepresidente estadounidense, Mike Pence, se declaró el lunes “profundamente preocupado” ante las fuertes sospechas de que Jamal Khashoggi, un reconocido columnista saudí radicado en Estados Unidos y colaborador del The Washington Post, fue asesinado tras ingresar al consulado saudí. Pence dijo que, de ser cierto, sería “trágico”.
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Mientras Trump se manifestó "preocupado", y garantizó no saber nada sobre el destino de Khashoggi, el secretario de Estado, Mike Pompeo, pidió una investigación "exhaustiva" que aporte transparencia.
Los funcionarios saudíes insisten en que el periodista había dejado el consulado en Estambul.
Los críticos de Trump dicen que el mandatario ha contribuido a crear una atmósfera que puede haber impulsado a Arabia Saudí a silenciar cuestionamientos extranjeros.
Trump ataca a los medios con frecuencia, llamando a los periodistas "enemigos de la gente", y solo ha puesto énfasis en los derechos humanos para presionar a rivales como Irán y China.
La administración de Trump dice a los "violadores de derechos humanos y líderes represores 'Adelante, hagan lo que tengan que hacer; miraremos hacia otro lado, no habrá consecuencias", dijo Sarah Margon, directora de Human Rights Watch en Washington.
El caso Khashoggi pone a Trump inesperadamente del lado de Turquía, país del cual dos altos funcionarios han sido castigados con sanciones por la detención de un pastor estadounidense.
Considerando que la respuesta inicial sobre el caso Khashoggi fue tardía y tibia, Margon dijo que el ejemplo turco mostró que la administración de Trump "tiene las herramientas y la capacidad de responder rápidamente, por lo que es una cuestión de voluntad".
Aaron David Miller, negociador de Estados Unidos en Medio Oriente por largo tiempo, escribió en la red Twitter que "al no haber retado a MBS por nada, ni siquiera por la represión, el gobierno de Trump lo ha envalentonado y le ha dado la sensación de que puede hacer cualquier cosa".
Bajo la administración de MBS, Arabia Saudí ha mostrado que no tolera ninguna crítica extranjera.
En agosto, el reino expulsó al embajador canadiense y congeló todo el comercio e inversiones después de que Ottawa expresara su preocupación por los activistas encarcelados en el reino.
Estados Unidos, con su asociación militar y energética de décadas con Arabia Saudí; sin embargo, tiene mucha más influencia que Canadá.
Sin embargo, una relación menos amistosa podría complicar otros objetivos de Estados Unidos, como organizar una cumbre de aliados del Golfo Pérsico para promover la reconciliación con Qatar, bajo embargo por parte de sus vecinos durante más de un año debido a disputas que incluyen sus relaciones con Teherán.
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Analistas dicen que la administración de Trump se vio obligada a tomar posición en el caso de Khashoggi después de que medios y especialmente legisladores en el Capitolio pidieran explicaciones sobre la desaparición o muerte del periodista.
“Esta historia va agregar tensión a las relaciones, pero principalmente en la opinión del Congreso sobre Arabia Saudí”, dijo Gerald Feierstein, un veterano diplomático estadounidense que se desempeñó como embajador de Yemen.
"Mucha gente lo verá y concluirá que el gobierno saudí simplemente se ha descarriado, por lo que será una complicación para la administración", dijo Feierstein, ahora en el Middle East Institute de Washington.
En marzo, el Senado fracasó por poco en aprobar la restricción de apoyo a la campaña de Arabia Saudí en Yemen por preocupaciones sobre los derechos humanos.
El secretario de Defensa, Jim Mattis, dijo que el Pentágono estaba "monitoreando" la situación en Turquía, y subrayó la necesidad del apoyo militar estadounidense para "proteger al pueblo saudí".
"Han estado bajo el fuego de los hutíes aliados con los iraníes. Estamos tratando de asegurarnos de que no haya personas inocentes muriendo allí ahora mismo", dijo.
Sin embargo, el senador republicano Lindsey Graham, que se autodenomina uno de los aliados más cercanos a Trump, dijo que si las acusaciones de irregularidades saudíes son ciertas, “sería devastador para la relación entre Estados Unidos y Arabia Saudí, y habría un alto precio a pagar, económicamente y de otra manera”.