Washington
La incipiente alianza entre Donald Trump y los republicanos del Congreso de Estados Unidos esconde una cruda realidad: incluso con un control unificado del Partido Republicano en Washington, las prioridades del presidente electo podrían enfrentar problemas para recibir el visto bueno de las cámaras legislativas.
Y en algunos casos, los propios republicanos podrían ser la barrera.
Entre los temas en espinosos están las promesas de Trump de construir un muro en la frontera con México y de restringir la inmigración de naciones sacudidas por el terrorismo. Para esto no puede contar con los demócratas del Senado, que pueden ejercer un poder de veto en muchos casos.
Sobre la mesa está, además, la eventual derogación de la ley nacional de atención sanitaria, que necesitará de negociaciones minuciosas y potencialmente largas para llegar a un acuerdo. Un indicio de las dificultades que entrañaría habrían llevado al mandatario electo a decir el viernes que pretende modificarla, no eliminarla.
También están las posturas proteccionistas de Trump en torno al comercio, su escepticismo sobre los tratados internacionales y las promesas de proteger el seguro social y el programa de salud Medicare. Todos esto, y mucho más, va en contra de lo que siempre ha postulado el Partido Republicano.
Sin embargo, los nubarrones que asoman en el horizonte parecían algo lejano durante la visita triunfal de Trump al Capitolio del jueves, tras un cordial encuentro en la Casa Blanca con el presidente Barack Obama.
Conversó con el líder de la Cámara Baja, Paul Ryan, a quien tan solo el mes pasado describió como alguien "débil e ineficiente" , luego de que el representante de Wisconsin tomase distancia de Trump molesto con un video del 2005 en el que el magnate aparece hablando en tono degradante de las mujeres. Ryan sonrió al escoltar a Trump, su esposa, Melania, y el vicepresidente electo, Mike Pence, hacia el balcón del Capitolio para mostrarle la plataforma que están erigiendo con miras a la ceremonia de asunción del 20 de enero.
De allí Trump recorrió un largo pasillo con el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, quien lo apoyó tempranamente, pero criticó su retórica y su indisciplina durante la campaña presidencial. Fue la decisión de McConnell de no considerar un reemplazante para el juez Antonin Scalia tras su muerte lo que le permitirá ahora a Trump cubrir una vacante en la Corte Suprema.
El jueves no se percibieron tensiones. El siempre recatado McConnell incluso pareció adoptar un poco del estilo rimbombante de Trump al decir que habían tenido un "encuentro de primera clase".
Ryan, por su parte, se apropió del lema de campaña de Trump al decir: "Estamos viendo cómo poner todo en marcha y asegurarnos de que este país cambia de rumbo y recupera su grandeza".
Del dicho al hecho. Al irse del Capitolio, se le preguntó a Trump cuáles serían sus prioridades legislativas: "Tenemos un montón de prioridades muy buenas. Vamos a actuar con firmeza en el tema de la inmigración. En el seguro médico. Estamos viendo cómo generar empleos. Grandes empleos".
No dio planes concretos sobre nada. Pero para cumplir con sus extravagantes promesas electorales de cambiar Washington y reconstruir la nación requerirá la aprobación de nuevas leyes, un proceso tedioso, que no produce resultados inmediatos.
Podrá tomar algunas medidas en forma unilateral, mediante órdenes ejecutivas, a pesar de que los republicanos acusaron a Obama de apelar en demasía a ese recurso. Iniciativas importantes como los recortes de impuestos, los gastos en infraestructura y los cambios profundos en las leyes de inmigración, salud, energía y comercio requerirán el visto bueno del Congreso. Y si bien los republicanos controlan las dos cámaras, tienen solo 52 bancas en el Senado, donde hacen falta 60 para impedir previsibles vetos demócratas.
"Muchas de sus propuestas seguramente tropezarán con maniobras obstruccionistas en el Senado" , pronosticó Jim Manley, consultor demócrata y exempleado del Senado.
La figura clave en muchas de las iniciativas de Trump podría terminar siendo el senador Chuck Schumer, próximo líder de la bancada demócrata y quien no ha hecho pronunciamientos tras la victoria del magnate.
Incluso áreas en las que los demócratas podrían apoyar propuestas de Trump –como los gastos para mejorar la infraestructura y las licencias pagas por razones familiares– podrían surgir obstáculos, ya que hay sectores conservadores empeñados en reducir los gastos fiscales.
No todos coinciden. Por más que los líderes republicanos se hayan comprometido a colaborar con Trump, hay indicios de que abundan las diferencias.
En una conferencia de prensa posterior a las elecciones, McConnell se abstuvo de apoyar las propuestas de Trump sobre la construcción de un muro a lo largo de la frontera con México.
Y en el ámbito comercial, Trump despotricó contra el Acuerdo Transpacífico entre 12 naciones negociado por Obama y tanto McConnell como Ryan han dicho que no lo someterán a votación antes de que se vaya Obama. Figuras importantes del Partido Republicano; sin embargo, dicen que es imperioso firmar algún tipo de acuerdo.
"Lo más importante es el comercio. Hay que comerciar", expresó el senador republicano Pat Roberts, quien preside la comisión de agricultura. Agregó que en Kansas hay "montañas de granos" esperando que alguien los compre.
"Tenemos que exportar y con ese fin es preferible tener un acuerdo comercial" , insistió. "No creo que (Trump) se oponga a los acuerdos comerciales. Pero quiere acuerdos que beneficien a todos. Habrá que trabajar en eso".