Washington. Donald Trump tiene 100 días para invertir la tendencia. Aislado, atrapado en la nostalgia de su victoria en el 2016 y criticado en su propio campo por su deshilada reacción frente a la covid-19, el presidente estadounidense pasa por una mala racha.
Las elecciones presidenciales del 3 de noviembre se anuncian muy crispadas, en un momento en que el país está dividido, inquieto, con el recuerdo de los más de 140.000 fallecidos de covid-19 y la sacudida de la crisis económica.
Cuando se acerca la marca de los 100 días para las elecciones, un plazo que se cumple el domingo, su estilo de confrontación se intensifica.
Trump, de 74 años, afirma que su rival demócrata, Joe Biden, de 77 años, es una "marioneta" de la "izquierda radical" y lo acusa de querer destruir el "estilo de vida estadounidense".
En respuesta, el candidato demócrata afirma que lo que está en juego es "una batalla por cuál es el alma" de Estados Unidos.
El magnate republicano, por detrás en todas las encuestas, teme los efectos de una humillante derrota que lo convertiría en el primer presidente de un solo mandato en más de un cuarto de siglo.
Sin embargo, no todas las cartas están echadas y después de tres años y medio de una presidencia llena de baches, todavía es posible que haya sorpresas.
Una posibilidad es que su rival cometa un error monumental. Que muera uno de los jueces de la Corte Suprema o que se logre una vacuna contra la covid-19.
Trump, debilitado
Hasta ahora la pandemia ha debilitado a Trump. Según una encuesta publicada por ABC news, dos tercios de los estadounidenses desaprueban su respuesta frente al coronavirus.
“No estoy perdiendo, las encuestas son falsas”, afirma en un tono de confrontación.
Pero en su forma de actuar algo demuestra que sabe que las cosas podrían salir mal en noviembre. A principios de la semana cambió a su director de campaña y el miércoles admitió que la situación de la covid-19 “va a empeorar antes de que haya una mejora”.
“Dar ejemplo es importante”, afirmó el jueves en la tarde cuando anunció que anulaba gran parte de la convención republicana programada para finales de agosto en Jacksonville, en Florida.
Su tono ha sido más el de un jefe de Estado. Pero nadie sabe cuánto durará y, teniendo en cuenta sus más de 1.300 días en la Casa Blanca, es razonable la pregunta.
Por el momento, las cifras no son positivas para el republicano.
Según el compilado de encuestas que realiza la página RealClearPolitics, Biden acumula, desde más de seis semanas, una ventaja sobre Trump de entre ocho y diez puntos.
Desde 1980, todos los candidatos que tuvieron una ventaja tan importante en este punto lograron la victoria, con la excepción del demócrata Michael Dukakis, derrotado por George Bush en 1988.
En Texas, un estado en el cual ningún demócrata logra una victoria desde Jimmy Carter en 1976 y donde Trump ganó con holgura en el 2016, ambos candidatos están codo a codo.
Con 38 votos electorales, este estado del sur del país es un bastión codiciado para cualquier candidato.
Nerviosismo republicano
El clima está tenso en el campo republicano, que, además de la presidencial, se juega conservar la mayoría en el Senado. Hace unos días, Liz Cheney, una de las líderes de la minoría republicana de la Cámara Baja, fue acusada de ser desleal.
“Liz Cheney trabaja entre bastidores (y ahora en público) contra Donald Trump y su programa”, afirmó Matt Gaetz, un representante de Florida.
Otra dificultad es que Trump todavía no articula su proyecto y su visión para los cuatro años que vienen.
Por ahora, se ha apoyado en su mantra "ley y orden" y prometió firmeza frente a los disturbios que han sacudido a varias ciudades estadounidenses por las protestas contra el racismo.
Sus detractores lo acusan de querer captar la atención y recuerdan que cada vez que hay elecciones, tal y como sucedió en el 2016 y en los comicios de mitad de mandato en el 2018, Trump juega la misma carta.
El presidente busca atacar a Biden, quien, con una campaña en su mínima expresión, le da pocas oportunidades.
Antes de que empiecen los debates después del verano boreal, el exvicepresidente se contenta con algunas apariciones contadas en los medios. En los últimos días sumó a su campaña a su antiguo jefe: el expresidente Barack Obama, que promete convertirse en un imán para las masas.
La campaña de Biden difundió un video de una veintena de minutos que muestra a los dos políticos en la misma habitación, pero respetando la distancia social impuesta por la covid-19, en un diálogo lleno de complicidad.
“Más allá de las políticas específicas que van a ser implementadas (...) Primero que nada hay un enorme apetito por una forma de decencia”, resumió Obama, alabando además la empatía de quien espera que se convierta en el 46.º presidente de Estados Unidos el 20 de enero del 2021.
Escrutinio de votos
A la incertidumbre sobre una campaña inhabitual, se suman las dudas sobre el escrutinio.
Desde hace semanas, Trump alega -sin pruebas- que el voto por correspondencia, que puede ser una importante forma de participación este año por la pandemia, podría dar pie a intentos de fraude masivos.
A la pregunta de si se comprometía a aceptar los resultados, Trump respondió con evasivas.
“Voy a ver”, replicó durante una entrevista con la cadena FOX News.