Washington. Fue el “alcalde de Estados Unidos”, respetado en el mundo entero por su reacción a los atentados del 11 de setiembre del 2001.
Pero, hoy, Rudy Giuliani es la encarnación de esos republicanos dispuestos a todo para servir al presidente estadounidense, Donald Trump, inclusive defendiendo alucinantes teorías conspirativas.
Su conferencia de prensa el jueves, en Washington, repleta de momentos surrealistas, posiblemente quede en los anales de la historia.
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En ella, el exalcalde de Nueva York (1994-2001) y abogado personal de Trump sugirió que el presidente electo, Joe Biden, estaría en el origen de un “plan centralizado” de fraude electoral masivo que le habría permitido quedarse con votos destinados al mandatario republicano.
No ofreció pruebas concretas mientras sudaba la gota gorda y la tinta para colorear sus patillas canosas se le chorreaba por el rostro.
Dos días antes, Giuliani, de 76 años, fue regañado por un juez federal de Pensilvania. Este abogado que no argumentaba en tribunales desde hace años pareció perder el hilo de razonamiento cuando exigía invalidar millones de boletines de voto, basado en el testimonio de dos individuos que afirman que no pudieron votar.
¿Cómo es que este antiguo ejemplo de sangre fría y resiliencia tras los ataques del 11 de setiembre, un ex fiscal federal respetado -uno de los primeros en combatir la mafia neoyorquina y los crímenes de cuello blanco- puede ahora defender con tanto vigor teorías de conspiración, ya sea en persona o en su canal de YouTube?
Proclive al show
Quienes lo conocen hace tiempo subrayan que siempre amó las cámaras, las exageraciones y las polémicas.
Josh Greenman, quien trabajó para él entre 1997 y 2001, recordó el jueves en el Daily News “su tendencia a inflar las cifras”, su defensa de métodos policiales considerados racistas o su “loca cruzada” contra un museo de Brooklyn al que acusaba de “anticatólico”.
Pero sabía también superar las divergencias partidarias, indicó Greenman, “enunciar verdades” sobre la criminalidad que los demócratas neoyorquinos se negaban a ver, al tiempo que defendía un estricto control de las armas de fuego y un acercamiento humanitario a la inmigración, lejos del credo republicano actual.
Para Robert Polner, experiodista que contribuyó en el 2007 a un libro muy crítico sobre Giuliani, el giro del exalcalde data de su infeliz campaña para las elecciones presidenciales del 2008.
En las votaciones primarias republicanas, Giuliani tuvo propuestas mucho más radicales, cercanas a las de Trump ocho años después: defendía un parón de los abortos y la inmigración clandestina, la identificación sistemática de las personas que viven en Estados Unidos sin ser ciudadanos, reducciones de impuestos y un sacudón del establishment en Washington.
Yunta con Trump
Después de su fracaso, “Giuliani vio su amistad con Trump como su vía de acceso al poder, y nunca retrocedió”, expresó Polner.
Durante la campaña del 2016, Giuliani no dudó en defender las acusaciones de Trump de que Barack Obama era fundador de la organización Estado Islámico. Y fue el primero en saltar a la defensa del exmagnate inmobiliario cuando se difundió un video en el cual este se jactaba de agarrar a las mujeres “por el coño” cuando se le antojaba, algo que amenazó con descarrilar su candidatura.
A pesar de esta devoción, Giuliani demoró en regresar al corazón del poder. Tras la elección de Trump hubo rumores de que sería designado secretario de Estado, algo que no se materializó.
Fue nombrado especialista en la ciberseguridad del presidente en el 2017, antes de unirse al equipo jurídico del mandatario en el 2018. La investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre las interferencias rusas estaba entonces en su apogeo.
En el otoño boreal del 2019, se halló en el corazón del escándalo de Ucrania.
Se conocieron los esfuerzos de Giuliani para convencer a Kiev que entregara informaciones comprometedoras sobre Joe Biden, lo cual contribuyó a dejar al mandatario al borde de la destitución.
Dos hombres que trabajaron para él en Ucrania fueron inculpados en Nueva York por violación de las leyes sobre la financiación de las campañas electorales.
La vida privada del exalcalde, recientemente divorciado de su tercera mujer, alimenta las burlas de sus adversarios demócratas.
Los problemas con sus teléfonos son notorios: ha llamado sin querer a periodistas y en el 2017 pidió a una Apple Store que le desbloqueara el teléfono tras olvidar su código.
Recientemente fue engañado por el actor Sacha Baron Cohen. En su último filme de Borat, Giuliani aparece en una habitación de hotel con una joven actriz que se hace pasar por una periodista televisiva, tirado en la cama y con la mano dentro de los pantalones, una situación vergonzosa aunque él aseguró que solo estaba ajustándose la camisa.
“Ya podíamos debatir sobre su reputación en el 2010 o el 2015”, estimó Greeman con cierta pesadumbre. Pero “desde el 2020, está manchada para siempre por Trump y el trumpismo”.