Managua. Varios sacerdotes católicos pidieron a sus fieles quedarse en casa y no participar de la “farsa electoral” de este domingo en Nicaragua, en los comicios en los que el presidente Daniel Ortega se encamina a obtener un cuarto mandato consecutivo, con sus rivales detenidos.
“Por la iglesia perseguida, porque los obispos y sacerdotes no somos hijos del diablo, ni golpistas, ni terroristas, por los encarcelados, exiliados y desempleados, por los que han muerto pidiendo libertad: Nuestro dactilar estará limpio”, se lee en una manta en el altar de la iglesia Magdalena del rebelde barrio Monimbó de Masaya, 34 km al este de Managua, donde oficia misa el sacerdote Pedro Méndez.
Una foto de la manta fue ampliamente difundida en redes sociales. El dactilar limpio hace referencia a la tinta que se coloca en el pulgar derecho del ciudadano tras votar. Las críticas de sacerdotes de distintas parroquias del país se dieron durante una jornada de votación que, de acuerdo con el propio Ortega, permite decidir entre “la confrontación o la paz”.
“Quedarse en casa orando y no participar de esta farsa electoral”, sugirió a los fieles el padre Vicente Martínez, de la iglesia Santa Lucía, en ciudad Darío, Matagalpa (norte).
“Si nos prestamos a este circo nos estaríamos olvidando de las víctimas de abril de 2018″, dijo a la prensa, en alusión a más de 300 muertos que dejaron las manifestaciones contra el gobierno que fueron reprimidas por fuerza, según organismos humanitarios.
El incisivo mensaje de protesta este #7N desde el altar que envía el párrafo de la iglesia Magdalena en Monimbo, uno de los Barrios más golpeados por la represión en 2018: “nuestro dedo dactilar estará limpio” pic.twitter.com/vDQ71X2DRP
— Wilfredo Miranda Aburto (@PiruloAr) November 7, 2021
Mientras el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, denunció que los empleados públicos eran “obligados” a votar por Ortega, con la amenaza de ser despedidos si no acatan. Con una posición opuesta, el obispo de León, René Sándigo, asistió a su centro de votación.
Pese a las constantes alusiones religiosas que durante sus discursos realiza la vicepresidenta y esposa del presidente Ortega, Rosario Murillo, las relaciones entre el gobierno y la iglesia Católica son tensas. Especialmente tras las manifestaciones de 2018, cuando la jerarquía católica jugó un rol mediador en un diálogo fallido que buscaba poner fin a la crisis política, que aún persiste.
Ortega ha llamado “golpistas” a los clérigos, y los acusa de haber convertido los templos en “refugio de terroristas”, como llama a los manifestantes, que según él, pretendían darle un golpe de Estado con apoyo de Estados Unidos.
Ortega, quien cumple 76 años el jueves, en un mensaje a la nación tras acudir a votar, arremetió contra los opositores, a quienes acuso de promover “el terrorismo” y conspirar contra la paz.
“Este día (estamos) desafiando a los que promueven el terrorismo, financian la guerra, a los que sembraron el terror (...) aunque se vistan como se vistan son demonios, que no quieren paz, tranquilidad y osan por la descalificación, por la calumnia”, arengó.