La primera ministra británica, Theresa May, regresa el viernes a Londres, tras obtener un aplazamiento condicional del Brexit en Bruselas, prometiendo que hará “todos los esfuerzos” posibles para que el Parlamento apruebe su controvertido acuerdo de divorcio con la UE.
"Volveré al Reino Unido y trabajaré arduamente para construir el apoyo necesario para que el acuerdo sea aprobado", prometió la líder conservadora británica después de que los líderes de los otros 27 países aceptasen modificar el calendario de salida.
Según el plan inicial, su país debía abandonar el bloque dentro de una semana: el 29 de marzo.
Pero el Tratado de Retirada, un mamotreto de 585 páginas que May negoció durante año y medio con Bruselas, fue rechazado dos veces por los diputados británicos -a mediados de enero y la semana pasada- dejando a Reino Unido al borde de una salida brutal de dramáticas consecuencias económicas.
Para que intente enderezar esta caótica situación, el jueves por la noche la UE le dio a May dos meses de oxígeno.
El Consejo Europeo aceptó que el Brexit se retrase al 22 de mayo, día previo a las elecciones europeas. Pero, temiendo que esto solo sirva para prolongar el bloqueo político en Londres, impuso una condición: “que la Cámara de los Comunes apruebe el Acuerdo de Retirada la semana próxima”.
De lo contrario, “el Consejo Europeo aprueba una prórroga hasta el 12 de abril de 2019 y confía en que, antes de esa fecha, el Reino Unido indique una forma de proceder”, agregaron los 27.
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Esta segunda fecha no es baladí, ya que ese día Reino Unido debería decidir si participa en las elecciones de mayo al Parlamento Europeo, lo que implicaría que prolongue su pertenencia a la UE.
Casi tres años después del referéndum de junio de 2016 en que 52% de británicos votó a favor del Brexit, May considera que eso representaría un “fracaso”, por lo que se declaró determinada a poner toda la carne en el asador para evitarlo.
“Haré todos los esfuerzos posibles para garantizar que podamos llegar a un acuerdo y hacer avanzar a nuestro país”, afirmó.
Sin embargo, la tarea parece casi más difícil después de que el miércoles May lanzase una diatriba televisada en que acusó a los diputados del bloqueo político.
El acuerdo que ella cerró con Bruselas enfrenta el rechazo de la oposición proeuropea, algunos de ellos deseosos de anular simplemente el Brexit y otros de mantener una relación mucho más estrecha con la UE. Pero también de los euroescépticos -para quienes hace concesiones inaceptables a Bruselas- muchos de los cuales están en las filas de su propio Partido Conservador.
“Sé que los diputados en ambas partes del debate tienen opiniones apasionadas, y respeto esas diferentes posiciones”, afirmó la primera ministra intentando calmar los ánimos tras haber hecho pública su “frustración” con el Parlamento. “Sé que los diputados también están frustrados. Tienen trabajos difíciles que hacer. Espero que todos estemos de acuerdo, ahora estamos en el momento de la decisión”, agregó a modo de disculpa.
El viernes, sin embargo, era patente de que le quedaba mucho camino por recorrer.
Así, la diputada laborista Mary Creagh llamó al Parlamento a “detener ahora a Theresa May”. “Si es necesario, los diputados rechazarán por tercera vez su roto acuerdo de Brexit”, agregó, llamando a participar masivamente en una manifestación convocada el sábado para reclamar un segundo referéndum con que anular el Brexit.
En el bando contrario, Nigel Farage, uno de los grandes abanderados de una salida “dura” de la UE, volvió a considerar que el acuerdo de May “no nos proporciona un verdadero Brexit”. “De Brexit solo tiene el nombre”.
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Según una fuente europea, cuando el presidente francés, Emmanuel Macron, llegó a Bruselas el jueves pensaba que May tenía un 10% de posibilidades de que su acuerdo sea aprobado la próxima semana.
Pero, tras oírla hablar, rebajó su expectativa a 5%, dijo la misma fuente. “Eres muy optimista”, le habría contestado el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk.