Santiago. El peor estallido social desde el retorno de la democracia en Chile hace casi tres décadas se intensificó este domingo con violentos enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas de seguridad y saqueos que dejaron al menos siete muertos y casi 1.500 detenidos.
"Estamos en guerra contra un enemigo poderoso", afirmó el presidente de Chile, Sebastián Piñera, la noche del domingo, luego de reunirse durante una hora con el general de Ejército Javier Iturriaga, quien tiene a cargo el orden y seguridad de Santiago durante la coyuntura.
"Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie y que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite", agregó el mandatario.
“Le pido a todos mis compatriotas que nos unamos en esta batalla que no podemos perder (...) los conmino a condenar sin ninguna duda esta violencia y delincuencia”, afirmó el millonario y empresario conservador que lleva adelante su segundo mandato presidencial (2018-2022).
Para el lunes, primer día laboral luego de los incidentes, Piñera confirmó que se pondrá en funcionamiento 27 estaciones de la línea 1, una de las siete que conforman el subterráneo capitalino.
También anunció que se aumentarán el número de autobuses públicos que se complementarán con servicios de taxi para garantizar el transporte a los 7,5 millones de habitantes de la capital chilena.
“No nos engañemos. Estamos enfrentando una verdadera escalada que sin duda es organizada para causar un grave daño a nuestro país y a la vida de cada uno de los ciudadanos”, dijo, por su parte, el ministro del Interior, Andrés Chadwick, en un mensaje desde el palacio presidencial de La Moneda.
El ministro confirmó la noche de este domingo la muerte de siete personas el domingo, todas en saqueos: dos en el incendio de un supermercado y cinco en el de una fábrica téxtil.
El caos se extendió al aeropuerto de Santiago, donde cientos de vuelos fueron cancelados. Miles de personas esperaban en las terminales la reprogramación de sus vuelos, durmiendo en los pasillos, a los que empezaron a sumarse quienes llegaban a la capital y preferían no trasladarse a sus alojamientos en pleno toque de queda.
"No hay autos para ir a Santiago y se acabaron las bebidas de máquinas expendedoras. El hotel se llenó y se acabó la comida", explicó el usuario @renenaranjo en Twitter.
El centro de Santiago ofrecía imágenes dantescas de destrucción, con semáforos en el suelo, restos de autobuses quemados, comercios saqueados y miles de piedras y palos sobre las calles.
“Es muy triste todo lo que está pasando, pero la gente está indignada porque no la escuchan”, afirmó Antonia, de 26 años, en el corazón de la capital.
El saldo de estas revueltas sociales sin precedentes desde el retorno a la democracia en Chile, en 1990, sumaba este domingo 70 hechos de violencia graves, entre ellos 40 saqueos, según Chadwick, que obligaron a los vecinos a organizarse para proteger sus casas.
Dos personas fueron también heridas graves a bala en un incidente con una patrulla militar de madrugada y la Fiscalía informó de 1.462 detenidos en todo Chile.
Ante la virulencia de las manifestaciones y el pillaje, las autoridades decretaron por segundo día un toque de queda, aunque adelantaron el inicio de la medida para las 7 p.m. (hora local), en medio del “estado de emergencia” que fue extendido ahora también a ciudades del norte y sur de Chile.
“Estén en calma y estén todos en sus casas”, instó Iturriaga.
Los estudiantes convocaron a nuevas manifestaciones este lunes.
‘El pueblo unido jamás será vencido’
Las manifestaciones estallaron por el aumento del precio del pasaje del metro –medida que el gobierno luego revirtió– y eran inimaginables hasta hace solo algunos días, cuando el mismo presidente Sebastián Piñera se refería a su país como un “oasis” de estabilidad.
En ese contexto, los tres poderes del Estado buscaron dar una señal de unidad con un encuentro este domingo entre sus máximos exponentes en el palacio presidencial de La Moneda.
“La democracia no solamente tiene el derecho, tiene la obligación de defenderse usando todos los instrumentos que entrega la propia democracia y el estado de derecho para combatir a aquellos que quieren destruirla”, expresó Piñera tras la reunión.
Manifestantes encapuchados se enfrentaron durante casi todo el día con efectivos policiales en la céntrica Plaza Italia de Santiago, fuertemente resguardada por policías y militares.
"El pueblo unido jamás será vencido", gritaban a coro los manifestantes aquí, rememorando una consigna que se hizo popular durante las protestas contra la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).
En el barrio de Ñuñoa, unas 5.000 personas se manifestaron pacíficamente por varias horas, con cánticos festivos y gritos en contra del gobierno de Piñera. Muchos incluso desafiaron el toque de queda y siguieron manifestándose.
Pese a que el disparador fue el aumento de la tarifa del metro, las protestas se fueron haciendo eco de otras reivindicaciones en una sociedad que incuba desde hace años un gran descontento, y se fueron extendiendo a otras ciudades como Valparaíso y Concepción.
Al grito de "basta de abusos" y con la consigna "ChileDespertó" en las redes sociales, los manifestantes reclaman contra un modelo económico en el que el acceso a la salud y a la educación es prácticamente privado, con una alta desigualdad social, bajas pensiones y un alza de los servicios básicos.
Ciudad paralizada y desolada
En el pequeño comercio que decidió abrir y en algunas gasolineras habían extensas filas para abastecerse de víveres y combustible ante el temor de que se genere un desabastecimiento y un mayor caos.
Los taxis y las diversas aplicaciones móviles de transporte –cuyas tarifas estaban por las nubes– eran por lo pronto prácticamente la única forma de movilizarse en esta ciudad de siete millones de habitantes y que tiene previsto acoger a mediados de noviembre la cumbre de líderes del Foro de Cooperación del Asia Pacífico (APEC) y en diciembre la cumbre del clima de la ONU COP 25.