Brasilia. El presidente Jair Bolsonaro quedó más aislado después de las manifestaciones de sus partidarios en varias ciudades de Brasil, opinaron muchos analistas alarmados por sus discursos “golpistas”.
El mandatario ultraderechista no logró la marea a su favor que él mismo preveía reunir para conmemorar el Día de la Independencia de Brasil, aunque el centro de Brasilia, y sobre todo Sao Paulo (125.000 manifestantes), se llenaran de fervientes seguidores vestidos de verde y amarillo, los colores nacionales.
“A pesar de su aislamiento, el presidente ha demostrado que todavía es capaz de movilizar a una minoría ruidosa”, escribió en el diario O Globo el periodista Bernardo Mello Franco.
En las marchas se vio una mezcla heterogénea de activistas de ultraderecha, partidarios de las armas, evangélicos, motociclistas, conspiracionistas y antivacunas.
El hecho de que los manifestantes no fueran violentos y no invadieran la Corte Suprema o el Congreso como se temía, en una versión brasileña del asalto de enero al Capitolio en Washington, supuso un alivio.
Sin embargo, de los dos discursos beligerantes de Bolsonaro, en Brasilia y especialmente en Sao Paulo, los analistas destacan el “tono golpista” y los gravísimos ataques contra el Supremo Tribunal Federal (STF).
La máxima corte, aparentemente indignada, tiene previsto reaccionar de manera oficial y firme este miércoles por la tarde, a través de su presidente, Luiz Fux.
“Fue casi una declaración de guerra al Tribunal Supremo”, explicó Edson Sardinha, director de redacción del sitio web Congresso en Foco.
Bolsonaro anunció en concreto que rechazará las decisiones del juez Alexandre de Moraes, quien abrió una investigación en su contra por difundir noticias falsas.
“Desde que fue elegido presidente en el 2018, Bolsonaro ha buscado constantemente avivar las crisis. Es su modo de gobernar, y su forma (...) de retener a su base electoral”, apuntó Gaspard Estrada, director ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y del Caribe de la escuela Sciences Po.
‘Dispuesto a todo’
A 14 meses de las presidenciales, Bolsonaro arremetió contra “la farsa” del voto electrónico, según él fraudulento, un mantra con mucha pegada entre su base de irreductibles, que por sí sola no le basta para su reelección.
El mandatario afirmó que “solo Dios” podría sacarlo del poder, un comentario que le pone, de manera inquietante, fuera del marco constitucional.
“Bolsonaro no va a dejar el poder fácilmente: al mantener este comportamiento golpista, está dispuesto a hacer cualquier cosa, incluso crear caos en Brasil, para permanecer al frente del país”, estimó Estrada.
El presidente está en una situación muy delicada. Su índice de popularidad cayó en julio al 24%, su nivel más bajo desde que llegó al poder en el 2019 y según las encuestas, perdería las elecciones, incluso en primera vuelta, frente a su gran rival, el expresidente izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva.
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También está cercado por varias investigaciones judiciales y no parece haber entendido el “Brasil real”.
Porque en lugar de querer destituir a los jueces de la Corte Suprema, la mayoría de los 213 millones de brasileños está preocupada por la disparada inflación, el desempleo que golpea a 14 millones de personas y la pandemia, que casi alcanza los 600.000 muertos en Brasil.
Las manifestaciones reforzaron la inestabilidad política, no obstante, tienen “un impacto muy malo para la economía” de Brasil y “generan más incertidumbre”, señaló Claudio Frischtak, presidente de Inter.B Consultoría a TV Globo.
El papel del Ejército
Lo que iba a ser una “demostración de fuerza” de Bolsonaro terminó siendo una manifestación de debilidad.
“El presidente no tiene el poder necesario para llevar a cabo un golpe de estado, un golpe militar. No tiene el apoyo necesario”, dijo Oliver Stuenkel, profesor de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas en Sao Paulo.
Los militares tienen una fuerte presencia en el gobierno de Bolsonaro y en los altos niveles de la administración, aunque no están dispuestos a embarcarse en tal aventura, según la mayoría de analistas.
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En cuanto al riesgo de destitución, Bolsonaro “tiene confianza en que podrá evitar el juicio político” porque “sigue protegido por sus aliados del centrao”, un grupo de partidos conservadores del Congreso que dominan desde hace décadas la política brasileña, agrega Stuenkel.
Queda por ver si el apoyo del centrao se resquebrajará después del episodio del martes.
Sin embargo, entre ahora y las elecciones presidenciales, el escenario más probable, auguró Stuenkel, será “de inestabilidad constitucional permanente, una situación caótica”.